Una de las palabras que más repiten los candidatos en los mítines es el término, inflación, que en el campo duele doblemente: mientras que a los agricultores o granjeros les cuesta más producir, no pueden subir tanto sus precios.
Ni el recorte de derechos como el aborto, ni la guerra de Ucrania, ni la pandemia, ni la inmigración. Con una inflación estratosférica, la principal preocupación de los estadounidenses es hoy la economía y será también la razón fundamental por la que votarán el 8 de noviembre.
Lo dicen las encuestas, que la economía condicionará el voto de la mayoría, hasta un 80 %, según el sondeo publicado recientemente por el diario Político y Morning Consult.
Y lo dicen también los ciudadanos.
VOTAR CON LA CARTERA
“No soy ni republicano ni demócrata, pero esta vez tengo claro que voy a votar con mi billetera”, cuenta a Efe Millard Shafer, un granjero de Burkittsville (Maryland), un pueblo de poco más de cien habitantes que vive principalmente de la agricultura.
Votar con la cartera -atestiguan los carteles clavados a las puertas de su granja- significa, en su caso, hacerlo por Neil Parrott, candidato republicano a la Cámara de Representantes por su distrito en las próximas elecciones, que definirán qué partido se hace con la mayoría tanto en esta Cámara como en el Senado.
Con letras verde fosforito, Parrot promete “Impuestos más bajos, menos gobierno y más trabajo” en una pancarta junto a la que pastan algunas de las 150 vacas lecheras que posee Shafer, además de 868 acres cultivados con cereales.
Desde “hace dos años“ (los que cumplirá Joe Biden como presidente en enero), cuenta el granjero de 38 años, el negocio ha caído en picado: “la gente se queja de que (Biden) no hace nada, pero sí hace, todo lo que no debe”.
Lo que más le quita el sueño es el precio del combustible. Aunque acumula cuatro meses de caídas, el diésel se ha encarecido el 58,1 % en un año según los últimos datos de la Oficina de Estadísticas Laborales.
“Debería potenciar la producción estadounidense de crudo en lugar de preocuparse tanto por los vehículos eléctricos. No puedes tirar de una sembradora de maíz con un tractor eléctrico que cuesta un millón de euros”, apunta el granjero.
UNA LEY CON EL NOMBRE DEL PROBLEMA
Sin nombrarla, se está refiriendo a la ley estrella de Biden, aprobada en agosto y que el presidente bautizó intencionadamente “Ley para la reducción de la inflación”, aunque su principal objetivo es impulsar la industria de la energía verde y reducir las emisiones contaminantes.
Una ley pionera que aspira a reducir la inflación a largo plazo y que Biden nombró así, conocedor de las principales preocupaciones de los estadounidenses en este año electoral.
Por eso una de las palabras que más repiten los candidatos en los mítines es este término, inflación, que en el campo duele doblemente: mientras que a los agricultores o granjeros les cuesta más producir, no pueden subir tanto sus precios.
LAS GANANCIAS, PARA EL INTERMEDIARIO
Así, aunque las manzanas estén mucho más caras en el supermercado, esta diferencia de precio no ha permeado al primer eslabón de la cadena, asegura a Efe el agricultor Garland Elliott: “El dinero se lo quedan los intermediarios”.
“Todo sube, pero el precio que me pagan por las manzanas no, es casi el mismo que el año pasado”, explica tras bajarse de su tractor en su finca de Martinsburg (Virginia Occidental), una región que en la que antaño brotaban los campos de manzanas aunque ahora cada vez hay menos.
Elliot irá a votar pero aún no sabe por quién, a pesar de que siempre apostó por el Partido Demócrata: “Ninguno ha demostrado que realmente estén preocupados por nosotros, por la clase media (…) los demócratas solían ser el partido del pueblo, pero ya no lo son”, cuenta.
Tampoco sabe por quién votará Suzanne Behrmann, quien tiene una pequeña granja de cabras en Martinsburg y una procesadora de quesos. “Creo que la situación va a beneficiar a los republicanos, aunque tampoco tienen algo para solucionarlo”, explica a Efe tras un paseo por su finca en el que presenta con nombre y edad a cada una de sus cabras.
“Todavía no he subido los precios, pero lo más probable es que tenga que hacerlo”, apunta después de hacer el cálculo de todos los gastos que han subido.
¡ES LA ECONOMÍA!
Las dificultades económicas empujarán en suma, buena parte de los votos del 8 de noviembre.
Según explica a Efe el profesor de Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Ohio, Paul A. Beck, esto se debe no solo a que la gente esté sufriendo estrecheces sino a lo que los sociólogos llaman “hábitos de sociopatía”.
“Si una persona lee o escucha todo el tiempo sobre el estado de la economía, votarán en base a esto incluso si les está yendo bien”, explica.
Como señala el economista Richard Roberts, profesor de la Universidad Monmouth y ex ejecutivo de la Reserva Federal, dos de las principales armas que se están usando en campaña tienen que ver con la economía.
“Por un lado, tenemos a los demócratas destacando la bajísima tasa de desempleo del 3,5% y por el otro a los republicanos enfatizando la alta tasa de inflación”, cuenta.
Con Estados Unidos sumido en una fuerte recesión a comienzos de los noventa, el asesor político James Carville lo vio claro y decidió apostar para la campaña de Bill Clinton por un lema aún hoy recordado: “¡Es la economía, estúpido!”.
Un lema con el que Clinton logró ganar a George Bush y convertirse en el 42 presidente de los Estados Unidos y que sonará fuertemente en la cabeza de los votantes el próximo día 8.