Como muestra de las múltiples demandas, Villaroel explica a EFE que “el motivo del paro es la extrema pobreza que existe” en Perú.
Atención a las regiones del sur, a la agricultura y una mayor redistribución de la riqueza. Estas son las principales reclamaciones que se escuchan en las protestas de Perú, que han regresado de manera mucho más tímida tras la tregua navideña y que siguen exigiendo la renuncia de la presidenta Dina Boluarte.
Los manifestantes se han diseminado en una treintena de puntos, esencialmente en los sureños departamentos de Cuzco y Puno, vecinos entre sí y este último fronterizo con Bolivia.
En cada uno de esos lugares, decenas de manifestantes, algo más de un centenar en los grupos más numerosos, según pudo constatar EFE en la ruta que une las dos regiones, bloquean las carreteras e impiden la normal circulación mientras replican sus exigencias.
Todos piden la renuncia de Boluarte, el cierre del Congreso y la convocatoria de elecciones y de una asamblea constituyente, pero sus proclamas abarcan otros ámbitos.
Ahora, el gran desafío al que se enfrentan es el de ser capaces de seducir a más pobladores que se unan a este particular sistema de protesta que permite tener un gran impacto pese a no contar con grandes números de manifestantes.
Uno de los que permanece en la vía es Marcos Villaroel, de 69 años y residente de Huaro, un municipio ubicado a unos 50 kilómetros de la ciudad de Cuzco.
Como muestra de las múltiples demandas, Villaroel explica a EFE que “el motivo del paro es la extrema pobreza que existe” en Perú.
“El Perú es rico en todo, minería, gas, turismo y, más que todo, el Cuzco representa el turismo, pero Lima se lleva todo el presupuesto y no viene casi nada para el Cuzco”, considera.
“Lima”, como bestia negra, es una de las grandes críticas que abundan en las regiones, pese a los diferentes avances legislativos que han derivado en la creación de un Fondo de Compensación Regional (Foncor) como una fuente de financiamiento de los Gobiernos regionales.
Ese fondo busca distribuir recursos adicionales para los Gobiernos Regionales, “bajo criterios de equidad y compensación”.
La capital, donde viven uno de cada tres peruanos y en la que la pobreza afecta al 24,9 % (un punto porcentual menos que en el resto del país), no se ha movilizado en la misma magnitud que el sur de Perú.
EL RECLAMO DE LA AGRICULTURA
“Este Congreso se ha olvidado (de nosotros), solo ha pedido vacar (destituir), vacar, pero y ¿la agricultura? Abandonada por todos, nunca se han preocupado”, asegura otro manifestante que no desvela su nombre y se dirige a otros congregados.
El Parlamento, de amplia mayoría derechista y que fue la némesis del destituido presidente Pedro Castillo, está en el ojo del huracán de muchos de los manifestantes.
Algunos de ellos se dicen simpatizantes de Castillo, aunque entre sus cuatro propuestas fundamentales para el Gobierno no se encuentra pedir su liberación. Solo algunos la incluyen entre sus demandas.
En todos los casos exigen la destitución de Boluarte, elegida inicialmente como vicepresidenta en la fórmula a la jefatura de Estado que encabezaba Castillo y mandataria por sucesión constitucional tras el fallido autogolpe de su predecesor.
“No han hecho nada por la agricultura, nosotros nos morimos acá y ¿cuándo se han acordado de nosotros?”, se pregunta el hombre que moviliza a sus vecinos.
Otro protestante, que tampoco dice su nombre, asegura que deben “dialogar, porque la agricultura está totalmente olvidada”.
“Este año no hay lluvia, tal vez la peor desgracia que hemos pasado, ha caído helada, ha malogrado nuestros maizales, papales y todos los productos. Solo nosotros no podemos, pedimos el apoyo del Estado y el Ministerio de Agricultura”, sostiene.
No obstante, reitera que el motivo de su lucha se resumen en “cuatro puntos: la renuncia de la presidenta Dina Boluarte, el cierre del Congreso, nuevas elecciones en este año 2023 y, por último, una nueva Constitución”.
Son los mismos cuatro puntos con los que comenzaron las manifestaciones en diciembre del año pasado y que, en apenas 20 días, se cobraron la vida de 28 personas. Entonces, fueron miles las personas que se sumaron a las protestas, ahora el desafío de los descontentos es superar estos primeros momentos y volver a sumar indignados.