En la iglesia de San Esteban, el papa pidió “valentía” ante una Iglesia que depende totalmente de la financiación del Estado y que, por tanto, a veces es demasiado prudente en sus gestos.
El papa Francisco pidió hoy desde Hungría que la Iglesia católica transmita “el consuelo del Señor en las situaciones de dolor y pobreza del mundo, acompañando a los cristianos perseguidos, a los migrantes que buscan hospitalidad, a las personas de otras etnias, a cualquiera que lo necesite”, durante su discurso a los obispos y al clero del país.
“Esta es la Iglesia que debemos soñar, capaz de escucha recíproca, de diálogo, de atención a los más débiles, acogedora para con todos y valiente para llevar a cada uno la profecía del Evangelio”, dijo Francisco en un país que ha acogido a cientos de miles de refugiados ucranianos que huían de la guerra, pero que mantiene una política muy dura con el resto de migrantes que llegan a sus fronteras a través de la ruta balcánica.
Por ello, en la iglesia de San Esteban el papa pidió “valentía” ante una Iglesia que depende totalmente de la financiación del Estado y que por tanto a veces es demasiado prudente en sus gestos.
Francisco escuchó a los miembros de la Iglesia católica del país en su segundo acto tras su llegada hoy a Budapest, donde permanecerá hasta el próximo domingo y en su discurso también les dijo que “causa tristeza” cuando se muestran divididos”.
“Cuando nos dividimos, en vez de jugar en equipo, jugamos al juego del enemigo: obispos desconectados entre sí, sacerdotes en tensión con el obispo, sacerdotes mayores en conflicto con los más jóvenes, diocesanos con religiosos, presbíteros con laicos, latinos con griegos; nos polarizamos en temas que afectan a la vida de la Iglesia, pero también en aspectos políticos y sociales, atrincherándonos en posiciones ideológicas”, denunció Francisco.
Otro de los temas que abordó fue el de la secularización, el alejamiento de la religión, que también se vive en Hungría, donde, según estimaciones de la Iglesia local, los católicos son el 39 %, los calvinistas reformados como el primer ministro, Viktor Orbán, el 12 % y los luteranos el 2%, mientras que el 27% no se definen como religiosos y el 18% se consideran ateos.
Ante ello, el papa pidió a la Iglesia alejarse “de una lectura catastrofista de la historia presente, que se alimenta del derrotismo de quienes repiten que todo está perdido, que ya no existen los valores del pasado, que no sabemos dónde iremos a parar”.
Y también animó a que se aleje de “la lectura ingenua de la propia época, que en cambio se basa en la comodidad del conformismo y nos hace creer que al fin de cuentas todo está bien, que el mundo ha cambiado y debemos adaptarnos”.
Pero, ante ello, el papa afirmó que esto “puede representar oportunidades” para los cristianos”. “Nos invitan a preguntarnos cómo estos desafíos pueden entrar en diálogo con el Evangelio, a buscar nuevos caminos, instrumentos y lenguajes”.