La educación panameña se encuentra inmersa en un letargo. Después de varios años que Panamá salió del listado de países que se someten al examen Pisa, el país vuelve a incorporarse
Desde hace varias décadas que el sistema educativo de Panamá ha colapsado, dejando de lado lo importante que significa para una nación el poseer niveles educativos robustos y con buena ponderación en los resultados de estudios internacionales. Esto, de hecho, le garantiza a cualquier país un crecimiento intelectual, cultural, tecnológico, científico, económico e inclusive, en el plano político.
Hasta el momento los burócratas que llegan al Palacio de Las Garzas por medio del contrato que le otorgan los ciudadanos a través de las urnas no han asimilado aún que el futuro de cualquier país del orbe radica en las generaciones venideras, y para que estas sean partícipes de los procesos de crecimiento y avance, su formación educativa debe ser integral y de consideración prioritaria.
La implementación de diversas “soluciones”, por lo general protagonizadas por ministros, para “mejorar” el problema del sistema educativo se ha extendido desde reformas curriculares pasando por becas universales hasta las jornadas extendidas impulsadas por el presidente Juan Carlos Varela.
Solo en esta intríngulis de incidencia nacional cabe una solución: desburocratizar y agilizar el sistema de educación en Panamá, es decir, sacar del ciclo, hoy deteriorado y viciado, a muchos agentes (sindicatos, políticos, otros) que únicamente impiden un proceso efectivo que signifique alcanzar resultados positivos.
En ese sentido, gracias al rezago y aislamiento por los burócratas hacia quienes son los principales actores y protagonistas del método enseñanza-aprendizaje: estudiante, padre de familia y maestro, por efecto del obsoleto diseño educativo existente, Panamá no soporta una radiografía para conocer su calidad educativa.
Es por ello que debemos mirar hacia los países nórdicos como Suecia, de Asia, como Singapur y Corea del Sur, y algunos de Sudamérica, como por ejemplo, Chile. Ello nos ayudará a conocer su método de educación conocido como el Sistema voucher educativo, que consiste en un documento que acredita el financiamiento de la demanda, es decir, a los estudiantes y no la oferta -escuelas y profesores-, donde además les permite a los actores principales (padre y estudiante) pasar a empoderarse de la educación.
El Sistema del voucher es de vieja data, y lo que concede es que el padre del estudiante escoja en qué institución educativa, ya sea pública o privada, estudiará su hijo por medio del voucher sin que el Estado intervenga.
Su desarrollo es simple, en comparación al actual sistema corroído donde el Estado, en vez de asignar un presupuesto al Ministerio de Educación para que este organice los planes, emplee remodelaciones, asigne pagos a maestros, etc., le entrega el voucher (documento que acredita el pago), con exclusivo uso para fines académicos a cada estudiante, vía su padre, para que este medio le sirva de capital y a su vez como un medio para escoger el colegio de su preferencia y sufragar los gastos de útiles escolares.
Si se implementa este diseño la educación crecería en calidad, ya que cada acudiente deseará ingresar a su hijo en un colegio de buen nivel y competencia educativa, en la medida que el voucher le brinde la capacidad.
Sin embargo, lo más seguro es que los arbitrarios promulgadores de valores del Siglo XXI (burócratas de turno y sindicalistas inescrupulosos) no lo desean porque los “saca del juego”, les quita poder y los aleja del protagonismo.