Estudios previos sugerían un mayor riesgo de cáncer en niñas y niños expuestos a TAC, pero, según el ISGlobal, tenían varias limitaciones metodológicas
Un estudio internacional con casi un millón de personas asocia la exposición a la radiación de las tomografías computarizadas (TAC) en edades jóvenes con un mayor riesgo de desarrollar un cáncer de la sangre.
Es la principal conclusión del estudio internacional EPI-CT, liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) en España.
Los resultados, publicados en la revista Nature Medicine, ponen de manifiesto la importancia de seguir aplicando estrictas medidas de protección radiológica, especialmente en la población pediátrica.
El estudio no cuestiona los beneficios del TAC para la obtención de imágenes para diagnóstico, planificación del tratamiento y seguimiento de la enfermedad, pero remarca que no es una prueba completamente inocua, pues expone a radiaciones ionizantes.
Por eso, el uso generalizado de este procedimiento en las últimas décadas ha suscitado preocupación en la comunidad médica y científica por los posibles riesgos de cáncer asociados a esa exposición, sobre todo en pacientes jóvenes.
“La exposición asociada a la tomografía computarizada se considera baja, menos de 100 miligray (mGy), pero sigue siendo superior a la de otros procedimientos diagnósticos”, destacó la jefa del Grupo de Radiación de ISGlobal y coordinadora del análisis, Elisabeth Cardis.
Estudios previos sugerían un mayor riesgo de cáncer en niñas y niños expuestos a TAC, pero, según el ISGlobal, tenían varias limitaciones metodológicas.
Para abordar estas limitaciones, un grupo de clínicos, epidemiólogos y dosimetristas de nueve países europeos (Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Noruega, Países Bajos, el Reino Unido y Suecia) llevó a cabo el EPI-CT, un estudio internacional coordinado por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (AIRC) y financiado en gran medida con fondos europeos.
“Llevar a cabo este gran estudio multinacional fue todo un reto: hubo que extraer datos de los registros radiológicos de 276 hospitales y vincularlos a registros de población de nueve países, todo ello manteniendo la confidencialidad de los datos personales”, detalló Cardis.
En el estudio se analizaron datos de casi un millón de personas que se habían sometido a al menos un TAC antes de los 22 años.
El equipo investigador calculó, para cada persona, la dosis de radiación absorbida por la médula ósea, que es donde se producen las células sanguíneas.
Al vincular esta información a los registros nacionales de cáncer, se pudo identificar a quienes desarrollaron un cáncer de la sangre más tarde.
El seguimiento de las personas se prolongó durante una media de 7,8 años, aunque para aquellos que se sometieron a un TAC en los primeros años de la tecnología, fue posible controlar la incidencia de cáncer durante más de 20 años después del primer TAC.
Los resultados del análisis muestran una clara asociación entre las dosis totales de radiación absorbidas por la médula ósea procedentes de las tomografías computarizadas y el riesgo de desarrollar tumores malignos, tanto mieloides como linfoides.
Según la investigación, una exploración típica hoy en día (con una dosis media de unos 8 mGy) aumenta en un 16 % el riesgo de desarrollar este tipo de cánceres.
“En términos de riesgo absoluto, esto significa que, por cada 10.000 jóvenes que se someten a un TAC, podemos esperar ver alrededor de 1-2 casos de cáncer en los 2 a 12 años siguientes al examen”, resaltó la primera autora del estudio, Magda Bosch de Basea, investigadora de ISGlobal cuando se hizo el análisis.
En la actualidad, más de un millón de niñas y niños europeos se someten cada año a un TAC y, si bien las dosis de radiación han disminuido sustancialmente en los últimos años, los resultados de este estudio subrayan la necesidad de concienciar a la comunidad médica y de seguir aplicando medidas estrictas de protección radiológica, especialmente en la población pediátrica.