El patrón de Medellín estaba enfurecido por la versión que se había volado de la cárcel de la Catedral vestido de mujer, a través de un alambrado, después de haber distraído a un pobre soldado con un plato de lentejas.
En momentos en que se han cumplido exactamente tres décadas del fallecimiento de Pablo Escobar Gaviria, la periodista colombiana María Isabel Rueda ha revelado una conversación secreta que sostuvo con el temido jefe del cártel de Medellín, el 25 de julio de 1,992.
Bajo el título “Mi noche con Pablo Escobar”, Rueda describió con lujos de detalles en su columna de Opinión publicada el diario El Tiempo, la extensa conversación telefónica sostenida con el narcotraficante colombiano, tres días después de que el narco se fugó de la cárcel La Catedral.
En aquel entonces, en el que el solo hecho de mencionar el nombre de Escobar era sinónimo de terror y muerte, esta periodista codirectora de QAP cubría la estela de dolor que dejaba a su paso el capo y sus sicarios.
Según describió Rueda, la conversación fue desencadenada por la visita a su casa, por la mañana, de la periodista investigadora Gloria Congote, quien le contó que Escobar se había volado de la cárcel de la Catedral vestido de mujer, a través de un alambrado, después de haber distraído a un pobre soldado con un plato de lentejas.
En ese momento, según Rueda, “todo el mundo buscaba a Escobar en los túneles supuestamente construidos bajo la cárcel” y ella consideró importante contarle al país la noticia; “pero como QAP no emitía los sábados, pedí permiso al presidente Gaviria para interrumpir la programación; me lo negó”.
Con un dato de tal magnitud y bajo el espíritu de comunicadora de no dejar al país sin esa información, decidió ir en busca de otros colegas para compartirles lo que sabía. Fue entonces cuando contactó a Enrique Santos y Juan Gossain, este último, a través de la inmediatez de RCN, echó un extra. El Tiempo desarrollaría la noticia al día siguiente.
No pasó mucho tiempo en recibir la llamada del hijo del capo, Juan Pablo Escobar. No obstante, quien realmente estaba al otro lado de la línea era el mismo patrón de Medellín, quien de inmediato expresó su indignación por la versión de que se había volado disfrazado de mujer. Exigió inmediata rectificación y dijo que volvería a llamar en un rato.
Gossain le pasó el teléfono a Enrique Santos quien le preguntó a Escobar dónde se habían conocido, a lo que este respondió. “En una tasca madrileña, al calor de unos vinos, en compañía de Alberto Santofimio que llevó a Escobar, con motivo de la posesión de Felipe González. Hasta Antonio Caballero estaba presente”.
Según Rueda, Enrique le pasó el teléfono a ella al incomodarse por recordar detalles de esa noche. “De ahí en adelante pasé toda la noche en compañía de mis dos amigos negociando muy interrumpidamente, por motivos de seguridad, una posible entrega de Escobar; pero en tan delicada conversación con el sangriento capo, pues decidimos ponernos en contacto con el presidente Gaviria para repetirle cada una de las condiciones que iba imponiendo Escobar, lo cual, de mi parte, resultó la vuelta del bobo, porque ya Palacio tenía chuzada las llamadas que yo reproducía tontamente con la mayor exactitud”, narró.
En resumen, dijo que intentaba convencer a Escobar de que se entregara, ayudándose de las leyes de sometimiento que se habían expedido durante el gobierno Gaviria, que le garantizaban la no extradición y le otorgaban bastantes beneficios penales.
Le pedía que pensara en sus hijos y le decía que no conseguiría mejores condiciones. Él le pidió que le transmitiera al Presidente la imposibilidad de que lo recluyeran en una cárcel urbana porque temía por su vida.
Escobar dijo que tenía que colgar porque lo estaban rastreando. Se movía en un taxi. Quedamos en continuar la conversación al otro día. Tras el paso de las horas, los periodistas que estaban reunidos concluyeron que no les correspondía seguir hablando con el capo y fueron a Palacio a pedirle a César Gaviria que siguiera con esa conversación.
La charla quedó grabada en un casete. Y tiempo después, en la casa de María Isabel, un grupo pequeño, en el que estaba Gossain, se reunió a oír de nuevo la grabación. De manera misteriosa, el periodista tomó el casete y se lo llevó.