La Unión Soviética lanzó hace 60 años el satélite artificial Sputnik, marcando la llegada de la humanidad al espacio exterior y consiguiendo su primera victoria en la carrera espacial con Estados Unidos
A sus 84 años, el ingeniero Edouard Bolotov recuerda haber acariciado el cohete que iba a transportar la esfera metálica de 58 centímetros de diámetro hacia el espacio.
Unas horas después, a las 22H28 de Moscú del 4 de octubre de 1957, el lanzador despegó con el primer satélite artificial a bordo, mostrándole al mundo entero los avances de la tecnología soviética.
Tras aquel lanzamiento, Edouard Bolotov y sus colegas volvieron a sus casas para celebrar esa “victoria”. “Encontramos alcohol que se utilizaba entonces como combustible para los automóviles”, cuenta.
El éxito le debió mucho a los científicos alemanes llevados a la URSS tras la Segunda Guerra Mundial y a sus cohetes V2, unos misiles utilizados principalmente contra Reino Unido durante el conflicto.
Serguei Korolev, un superviviente del gulag considerado como el padre del sector espacial soviético, “retomó los fragmentos de los cohetes V2 traídos de Alemania”, recuerda a la AFP Nikolai Chiganov, de 97 años.
Éste último, uno de los creadores del cohete R7 que puso en órbita el primer Sputnik en 1957, se encargaba entonces de componer una aleación de aluminio para el nuevo lanzador.
Korolev soñaba con conquistar el espacio, pero durante la Guerra Fría el tiempo apremiaba. Uno de los principales ingenieros alemanes, Wernher von Braun, ya trabajaba con el bando enemigo, los estadounidenses.
“La oficina de Korolev tenía que crear lo antes posible un misil intercontinental capaz de transportar la bomba H hacia cualquier lugar del planeta”, dice Chiganov.
Después de tres años de labor y tres accidentes, el cuarto R7 -que despegó desde un nuevo centro de lanzamiento en Kazajistán, el futuro cosmódromo de Baikonur- alcanzó su diana en la península de Kamchatka, en el este de Rusia, en agosto de 1957. Pero la cabeza del misil ardió.