México está entrando en una era política de partido hegemónico sin contrapesos lo que erosionará el régimen democrático
La foto de Claudia Sheinbaum ha dado la vuelta al mundo por diversas razones de las que destacan, como mínimo, dos: La primera es por ser la primera mujer que gana la contienda para hacerse con la presidencia de la República de México después de 214 años de existencia.
La segunda, es por su abultada victoria, ya que ha obtenido el 59,3% de los votos, sacando más de 30 puntos a la candidata conservadora Xóchilt Gálvez, arropada por los otrora partidos tradicionales del régimen el PRI, PAN y PRD, opinó el diario catalán El Periódico.
Además, el partido de la presidenta -el progresista Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA)- en coalición con el PT y el PV han conseguido una amplísima mayoría en la Cámara de los Diputados y en el Senado hasta el punto de poder modificar la Constitución.
Si a lo expuesto añadimos que MORENA también ha ganado siete de los nueve estados en juego este se puede afirmar que México está entrando en una era política de partido casi hegemónico.
Por todo lo expuesto, es pertinente preguntarse cómo es posible que Sheinbaum haya obtenido esta supermayoría. Una respuesta plausible pasa por señalar dos cuestiones.
La primera es que Sheinbaum fue la ungida del carismático presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien durante un sexenio consolidó -a golpe de hablar cada día dos o tres horas en un programa de televisión conocido como “las mañaneras”- una imagen de persona con arraigo popular y ajena a las formas de la clase política tradicional.
La segunda es que a lo largo del sexenio que termina México ha gozado de una relativa bonanza económica fruto de las políticas de reubicación de industrias estadunidenses en la frontera del norte de México, de las buenas cifras de empleo, de la subida del 110% del salario mínimo, y de las políticas de transferencia universal hacia los adultos mayores.
A todo ello, a la vez, se ha sumado un buen manejo de las cifras macroeconómicas que han reforzado el valor del peso frente al dólar y el impulso obras públicas que, si bien algunas han sido muy polémicas (como la del Tren Maya o la del segundo Aeropuerto de la capital), han generado gasto y empleo.
Es cierto que no todas las políticas implantadas han tenido buena aceptación ni los resultados esperados.
El punto más débil del gobierno saliente ha sido la incapacidad de luchar contra el crimen a pesar las reformas en seguridad y de la creación de un cuerpo de policía unificado y militarizado.
A la par, AMLO también ha sido muy criticado por la intervención de diversas agencias autónomas, por el impacto en el medioambiente de algunos de sus megaproyectos y por su trato de favor hacia los militares, que ha cobrado un renovado protagonismo.
Pero a pesar de ello, Sheinbaum no ha tenido ningún problema para ganar ampliamente en las urnas. Es más, los problemas de la nueva presidenta pueden llegar, precisamente, por lo abultado de su victoria.
En este sentido un problema potencial será el de mantener unido y cohesionado a MORENA, tanto en las instituciones como en el territorio, pues, al no tener ningún tipo de competencia, el nuevo partido hegemónico puede fácilmente transformarse en un espacio lleno de clientelas, facciones e intereses contrapuestos.
Y otro problema, aún más amenazante, puede ser el de que, con tanto poder acumulado, la presidenta y su partido empiecen a erosionar los mecanismos clave de un régimen democrático, a saber, los contrapesos horizontales (el sistema judicial) y los verticales (la gobernanza electoral) que tiene el gobierno con el fin de desplegar su programa sin ningún tipo de limitación.
Sin una oposición robusta y con unas instituciones moldeables, el gobierno no necesitará recabar consensos y ese hecho es -en sí mismo- un peligro tanto para el buen gobierno como para el país. Por todo ello, además de felicitar a la nueva presidenta tampoco está mal desearle mucha fortuna y más virtud.