Oposición promueve entendimiento con sectores del chavismo y madurismo para pactar una transición sin incidentes la misma noche del 28 de julio
El dictador Nicolás Maduro y el opositor Edmundo González Urrutia cerraron sus campañas electorales este jueves en Caracas, apenas separados por unos pocos kilómetros de distancia, convencidos en que son los dueños de la victoria en las urnas el próximo domingo, informó el diario catalán El Periódico.
La avenida Bolívar, escenario tradicional de los rituales que tenían a Hugo Chávez como maestro de ceremonia, y luego de su sucesor, se abarrotó en el marco de lo que el madurismo llamó “la toma de Caracas”.
El Partido Socialista Unido (PSUV) puso toda su maquinaria en funcionamiento para dar una muestra de fuerza y confianza en los resultados.
“Derrotaremos al imperio, a la derecha radical extremista”, aseguró Maduro en el estado de Zulia, 600 kilómetros de la capital, antes de clausurar en territorio caraqueño una actividad proselitista que contó con la omnipresente compañía de los medios de comunicación oficiales.
El dictador volvió de inmediato a la capital para lanzar la última exhortación a sus seguidores: Cada uno debe conseguir 10 votos.
Los esfuerzos del PSUV por atiborrar una de las principales arterias caraqueñas fueron celebrados por Maduro. “Ante esta magnitud inmensa, con la victoria del próximo domingo, vamos a garantizar que se abran las compuertas de Venezuela para la paz, la estabilidad y el desarrollo por 50 años. Tengo la unión cívico-militar-policial conmigo. Soy su líder”.
El candidato oficialista subrayó que la sociedad se encuentra por estas horas frente a una encrucijada y no puede equivocarse. “¿Ustedes quieren que se Venezuela se convierta en Argentina? ¿Quieren que llegue un Javier Milei? Les tengo buenas noticias. Eso jamás va ocurrir porque venceremos. Mientras más contundente sea la victoria, más tranquilidad vamos a tener. Están diciendo que habrá fraude. Será el último error que cometan en su vida política. Habrá mano de hierro”.
Maduro reiteró su libreto de campaña: el PSUV es el garante de la recuperación económica que ya tiene un indicio en el crecimiento del PIB previsto para este año, de más de cuatro puntos.
“Vamos a ganar y vamos a cobrar y confiamos en que nuestra Fuerza Armada haga respetar la voluntad de nuestro pueblo. Millones de venezolanos quieren un cambio”, dijo en Caracas González Urrutia.
El exdiplomático no tiene el vigor de María Corina Machado, su gran respaldo. Machado recorrió el país en su nombre y también ha tomado la palabra con más vehemencia que antes este jueves.
La dirigente aseguró que se avecina “el cierre de un ciclo de miserias: que nunca más una mujer venezolana tenga que bajar la cabeza por una bolsa de comida. Es el cierre de un ciclo de división. Hay que avanzar en el reencuentro. Estamos listos”.
La oposición, añadió, hará valer el domingo “los votos y las actas electorales”. Gutiérrez Urrutia y Machado presentaron un breve documento titulado “El espíritu del 28 de julio”.
Según el candidato de la Plataforma de Unidad Democrática (PUD), la Constitución impulsada por Hugo Chávez en 1999, tan invocada por las partes en conflicto, es una “ley fundamental” cuyas normas “contienen los caminos jurídicos institucionales que debemos seguir para volver a la democracia y la libertad”.
El respeto a esos principios “será garantía de estabilidad y paz”. Se recuerda en el texto que los Informes de la Misión Internacional Independiente de Verificación de hechos de las Naciones Unidas han descrito “la violación sistemática de derechos humanos que hemos sufrido durante años”.
González Urrutia y Machado se comprometieron, como si fueran caras de una misma moneda, “a promover mecanismos que nos permitan sanar y avanzar con respeto hacia la justicia y la paz”.
Por sobre todo, se remarcó que “después de este largo período de destrucción” se requiere que “todos los ciudadanos entendamos que la tarea es hoy, aquí y ahora, que hay que ponerse al servicio de la construcción del país que merecemos”.
El adjetivo indefinido, “todos” fue entendido de inmediato como un llamado a sectores del chavismo y el madurismo a pactar una transición sin incidentes la misma noche del 28 de julio.
Tanto el Gobierno como la oposición se sienten ganadores de antemano. Más allá de esas intuiciones, propias de las jergas electorales, es la primera vez que los adversarios de Maduro perciben que es verdaderamente posible un cambio de época.
La advertencia de un “baño de sangre” hecha por el mandatario es leída como una muestra de nerviosismo ante un escenario que la PUD considera inexorable.
La invocación sangrienta de Maduro provocó reacciones en cadena en la región. Luiz Inacio Lula da Silva, reconoció haberse “asustado” por semejante predicción y recomendó a su colega venezolano aceptar el resultado, sea cual fuera.