Lula puso en juego su capital político y su probada capacidad negociadora: No le ha ido bien
La furtiva partida hacia España de Edmundo González parece poner fin a un capítulo de la larga y laberíntica crisis política venezolana que se había abierto el 28 de julio cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) le adjudicó la victoria en las urnas al dictador Nicolás Maduro sin presentar ninguna acta que lo acreditara, informó el diario catalán El Periódico.
La Plataforma de Unidad Democrática (PUD) cantó fraude y adjudicó el triunfo a su propio candidato, el exdiplomático que acaba de subirse a un avión con destino a Madrid en calidad de asilado político.
Obtuvo el inmediato respaldo de Estados Unidos, la UE y casi toda la región. Los gobiernos de Brasil, Colombia y México, se abstuvieron de validar los resultados oficiales y pidieron pruebas que nunca llegaron.
La oposición, bajo el liderazgo de María Corina Machado, ocupó las calles de Caracas y otras ciudades para acompañar las presiones internacionales. Sin embargo, esos empeños no lograron alterar la hoja de ruta que habían trazado de antemano los chavistas.
Con la inestimable ayuda del CNE y el Supremo Tribunal de Justicia venezolano, que es un brazo del Ejecutivo, más la alianza estratégica entre las Fuerzas Armadas y el régimen -la llamada unidad cívico-militar-policial- Maduro controla la situación.
La dictadura también tiene el apoyo inequívoco de China, Irán, Rusia y Turquía. Esas simpatías manifiestas dieron cuenta de que el conflicto venezolano superaba sus propias fronteras.
La oposición, más allá de su declamada confianza en que esta vez la historia estaba de su lado, sabía en su fuero íntimo desde hace semanas que sus esfuerzos estaban destinados a chocarse contra el muro del Partido Socialista Unido (PSUV).
Una prueba de esa sensación anticipada de derrota la acaba de ofrecer el ministro de Asuntos Exteriores de Países Bajos, Caspar Veldkamp a la Cámara de Representantes: Edmundo González estuvo alojado en secreto en la embajada neerlandesa en Caracas durante más de un mes antes de subirse al avión.
Esa era la razón de su ausencia en las movilizaciones. Maduro lo sabía y por eso no dudó en propinarle insultos y descalificaciones: “inmundo”, “cobarde”.
Cuando la Fiscalía General, al mando de Tarek William Saab, uno de los espadachines más punzantes del Palacio de Miraflores, decidió activar una orden de captura contra el candidato de la PUD por no presentarse a declarar en la causa abierta por presuntos delitos electorales, el madurismo no hizo más que activar la última fase de lo que Diosdado Cabello, flamante ministro del Interior y Justicia, llamó la “operación tun tun”.
La onomatopeya (“tun”) resume el programa represivo que se activó la misma noche del 28 de julio y que provocó al menos 21 muertos y 2.400 detenidos que el régimen atribuye a la oposición
Saab dijo que con la partida de González Urrutia concluye una “mediocre obra” de carácter bufo.
El fiscal no se privó de su propio paso de comedia al decir que fue “informado por las autoridades venezolanas de la solicitud de asilo” y, como si funcionara independientemente de Maduro, expresó un “respeto absoluto a las decisiones del Ejecutivo” al aceptar la salida del exdiplomático.
Machado aseguró que permanecerá en Venezuela y al frente de la lucha. También pidió que la comunidad internacional ayude a salir del país a los dirigentes en problemas, un reconocimiento de que vienen tiempos difíciles.
Justificó el pedido de asilo del abanderado de la PUD: “Corría peligro, y las crecientes amenazas, citaciones, orden de aprehensión e incluso los intentos de chantaje y de coacción de los que ha sido objeto, demuestran que el régimen no tiene escrúpulos ni límites en su obsesión de silenciarlo e intentar doblegarlo”.
Derrota de Lula
La UE reclamó este domingo que el Palacio de Miraflores ponga fin a la “represión, los arrestos arbitrarios y el acoso contra miembros de la oposición y la sociedad civil, así como que liberen a todos los presos políticos”.
La represión contra los “fascistas”, “drogadictos” y “mercenarios” no solo se activó en las calles. Al menos 20 alcaldes han sido puestos bajo arresto o inhabilitados por apoyar a Edmundo González o aceptar el liderazgo de la derechista Machado. Otros seis antimaduristas se asilaron en la embajada argentina. Brasil se encargó de administrar la legación diplomática, rodeada por uniformados, pero el Gobierno revocó esa función en un abierto desafío al presidente Luiz Inacio Lula da Silva.
Sus intentos de mediar entre Maduro y sus adversarios, y el pedido de que el CNE presentara las actas que acreditaban el triunfo del candidato oficial, no llegaron a buen puerto.
Lula puso en juego su capital político y su probada capacidad negociadora: no le ha ido bien. Sus relaciones con Maduro no tienen visos de recuperarse teniendo en cuenta que calificó de “desagradable” al “régimen” del vecino país.
Gustavo Petro llegó a proponer que los venezolanos formen un gobierno de coalición para evitar que se agudice una crisis que afecta especialmente a Colombia. Allí viven más de dos millones de venezolanos y se espera que muchos migren hacia otros países en los próximos meses.
Factor petrolero
Otro factor habría contribuido a este desenlace, aunque de una manera más subrepticia, y huele a petróleo. Antes de los comicios, Maduro dijo que su continuidad seria garantía de cuantiosas ganancias para las empresas multinacionales más allá del desagrado que les provoquen sus discursos y rituales afirmativos, y de los repudios que se escuchen en el exterior.
La hipótesis de una silenciosa aceptación de ese ofrecimiento solo sería refutada con la llegada de contundentes sanciones de Estados Unidos que disuadan o impidan el esperado flujo de inversiones.
Estados Unidos había suavizado las medidas contra Caracas en virtud de los acuerdos con la oposición para llevar a cabo los comicios, cumplidos a medias.
La presencia de Chevron, Maurel & Prom, de Francia, y Repsol, de España, permitió dinamizar otra vez el sector de los hidrocarburos, con un impacto positivo en una economía desahuciada.
El país tiene una deuda externa de 160.000 millones de dólares que necesita reestructurar. El Gobierno cree que es pagable en la medida que se amplíen las licencias petroleras “autorizadas” por la Casa Blanca y avance la dolarización de la economía. Maduro está convencido de que pudo superar los desafíos. Debería asumir en enero. Demasiado tiempo para Venezuela.