Trump ha ido dejando caer algunos nombres que le acompañarán a la Casa Blanca durante la campaña electoral
“No puedes amar a tu país solo cuando ganas”, fueron las palabras con las que el presidente estadunidense, el demócrata Joe Biden informó en las últimas horas que el proceso de transición a una nueva era liderada por Donald Trump está a punto de comenzar en Estados Unidos.
El mandatario prometió que el 20 de enero el país tendrá una “transición pacífica como manda la tradición, rara vez suspendida y en tiempos modernos solamente alterada por el asalto al Capitolio el 6 de enero del 2021 por parte de los seguidores de quien ahora volverá a ser presidente.
Por su parte, Trump ha mantenido silencio las últimas horas, mientras su equipo prepara la definición de quiénes conformarán los cargos de la nueva administración estadunidense. Durante su primer gobierno, Trump anunció a algunos de sus miembros de gabinete tan pronto como el 13 de noviembre.
Aunque no está claro cuánto tiempo se va a tomar esta vez, algunos de sus excolaboradores creen que podría ser más cauto en definir su equipo.
Algunos posibles candidatos para el gabinete incluyen al senador de Florida Marco Rubio, defensor de la línea dura con Cuba y Venezuela, y quien además fue finalista como posible vicepresidente.
Desde la semana de la Convención Nacional Republicana, este hispano suena como posible secretario de Estado o secretario de Defensa. También quien fuera en el pasado secretario de Estado de Trump, Mike Pompeo, podría regresar en alguna posición destacada.
Además suenan como eventuales miembros del gabinete 2.0, el exsecretario interino de Seguridad Nacional Chad Wolf y el exestratega jefe de la Casa Blanca Steve Bannon, uno de los nombres más polémicos después de que sirvió tiempo en prisión y ser considerado una de las voces más radicales de la ultraderecha estadunidense.
Con mucha fuerza ha tenido eco también la idea de que Trump podría considerar a Robert F. Kennedy Jr., se postuló como candidato presidencial independiente al comienzo de la contienda y luego renunció para hacer campaña en favor del republicano.
Las políticas que apoyó durante el primer mandato del magnate incluyeron reformas de justicia penal que redujeron las sentencias de prisión para algunos delitos relativamente menores.
Quizás el nombre más importante que podría barajarse es el del hombre más rico del mundo: Elon Musk, un magante recién convertido a “trumpista” que básicamente hace las veces de defensor del exmandatario en su red social X.
Su nuevo “mejor amigo” propone controlar el presupuesto federal y frenar el incesante aumento de la deuda nacional, que ahora asciende a la asombrosa cifra de $35 billoness. Si lo consigue, marcará un camino a seguir para el resto de democracias que fían su crecimiento al aumento de la deuda pública.
Según han alertado expertos, al ser Musk dueño de compañías como SpaceX que están reguladas por agencias federales un papel influyente del multimillonario podría rozar los límites entre los negocios y la política.
El dilema plantaría preguntas sin precedentes sobre el autopréstamo y la desaparición de las pautas éticas, legales y financieras diseñadas para proteger el interés público y el buen gobierno. Hay quienes ven la influencia de Musk, que llevó a través de Tesla los vehículos eléctricos al mercado masivo, obligando a la industria automotriz tradicional a ponerse al día, un ejemplo de cuando ese poder es potenciado.
O la misma SpaceX, que hizo que Estados Unidos volviera a ser competitivo en el negocio de los cohetes comerciales. Y por supuesto X, la plataforma de redes sociales antes conocida como Twitter, que sigue moldeando la opinión pública con solo un clic, a pesar de su gestión caótica y su transformación en una fuente desinformación.