“Europa va a ser la más afectada porque la línea que domina piensa que debe cuidar de sí misma”, dice Jeremy Shapiro, director del ECFR en Washington
Vuelven los tiempos en los que el mundo mira, en vilo, a las redes sociales de Donald Trump para saber a qué atenerse. El próximo presidente de Estados Unidos anunció que no va a contar en su futura administración con el ex secretario de Estado Mike Pompeo, que sonaba para encargarse de Defensa, ni con la exembajadora ante la ONU, Nikki Haley, informó el diario español El Periódico.
El descarte tiene una lectura importante para el resto del mundo. Ambos son dos halcones en política exterior, y consideran que Estados Unidos debe tener un rol dominante en la arena global, y usar en esa misión el poderío económico y militar del país. Al descartarlos, Trump manda una señal: El país no va a seguir siendo el “policía global”; que cada palo aguante su vela.
En el Partido Republicano, ya transformado en movimiento trumpista, siguen existiendo varias almas en lo que a la política exterior se refiere. Son al menos tres “tribus” que compiten entre sí, según las han definido los investigadores del think tanks ECFR, Majda Ruge y Jeremy Shapiro.
Están los que quieren conservar la política tradicional de liderazgo global de Estados Unidos, considerados primacistas. También están los priorizadores, que quieren que la política exterior estadunidense se centre de forma estricta en China y no se distraiga en otros asuntos como la guerra en Ucrania o la de Medio Oriente. Y, por último, los que quieren que la administración se centre en Estados Unidos y se reduzcan los compromisos globales, calificados como restrictivos.
Todo dirigido a que Trump va a dar un giro y va a abandonar la visión dominante en su primer mandato. Los citados analistas apuntan a que se imponga una corriente mixta entre restrictivos y priorizadores. Y eso es un problema para Europa, en medio de una guerra total de Rusia contra Ucrania.
Europa es el escenario que se verá afectado de forma más radical. Tanto los restrictivos como los priorizadores creen firmemente que Europa debe ser capaz de valerse por sí misma”, explica Shapiro.
“La primera prueba será Ucrania. La prioridad será, si no ponerle fin a la guerra, sí al menos terminar con la participación de Estados Unidos. Negociarán algún tipo de alto al fuego y, si no sale bien, Trump probablemente se lavará las manos y dejará el asunto para que lo resuelvan Europa y los ucranianos. No tiene como Joe Biden interés en garantizar un resultado favorable de la guerra”.
El miedo al ascenso de China está muy generalizado en el imaginario del estadunidense medio. Se comenta en las cenas de Acción de Gracias y es una constante en los medios de comunicación. Temen que se lleven más fábricas, que se haga un país más rico y que, tarde o temprano, ponga fin a la primacía estadunidense que arrancó tras la Segunda Guerra Mundial.
La tercera corriente, la de los restrictivos, preferiría no involucrarse en asuntos internacionales. Para ellos, lo importante es que Estados Unidos tenga una economía fuerte, y limitar las aventuras fuera de sus fronteras.
Hay una coalición emergente entre los restrictivos y los priorizadores que probablemente prevalezca”, apunta Shapiro.
La política de apoyo y envío de armas a Israel probablemente no cambiará. Es una excepción para todas las corrientes mencionadas.
Pero Trump ya dijo a Benjamín Netanyahu que quería que la guerra en Gaza y Líbano terminara antes de que él llegara a la Casa Blanca. En cualquier caso, el choque no tiene mucho más recorrido. Gaza está ya totalmente destrozada y subyugada y los principales líderes de Hamás y Hezbolá han sido asesinados. Pero no es previsible que Trump ordene desplegar portaaviones o tropas para proteger a Israel ante una eventual guerra contra Irán.