La cumbre de Río supuso un triunfo “personal y político” para Lula, un dirigente “extremadamente hábil y muy carismático”
Brasil logró desbloquear el G20 a todos los niveles dando un giro social a los debates, un camino en el que ahondará Sudáfrica en el 2025, pero que puede llegar a su fin en 2026, cuando Estados Unidos, con Donald Trump en el poder, asuma el testigo del foro, informó la agencia EFE.
El mandatario brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, relegó en la cumbre de líderes de Río de Janeiro, que concluyó en la víspera, los grandes temas macroeconómicos y se centró en la creciente desigualdad social, la reforma de los organismos internacionales y la crisis climática.
Consiguió así cerrar con éxito la cita anual de un bloque cada vez más polarizado entre las potencias de Occidente, con Estados Unidos, la Unión Europea y Reino Unido a la cabeza, y el llamado Sur Global, compuesto por las economías emergentes, como Brasil, Rusia y China, cada vez más articuladas a través del grupo BRICS.
De la cumbre de Río salió una declaración final sobre la que había dudas y hubo hasta foto de familia. Todo ello fue posible gracias a una agenda positiva y un lenguaje pragmático para referirse a los grandes conflictos en curso: Franja de Gaza, Líbano y Ucrania.
“Brasil salió mucho mayor de cómo entró. Al principio estaba preocupado porque Brasil definió unas prioridades que excluían las cuestiones geopolíticas. Mi preocupación era que esas cuestiones secuestrasen la agenda de jefes de Estado, lo que no ocurrió”, dice a EFE Marlos Lima, director internacional de la Fundación Getulio Vargas (FGV), centro de estudios que ayudó a organizar la cita.
Y es que durante este año de presidencia del G20, el país hizo hincapié especialmente en un problema olvidado en las grandes citas entre jefes de Estado y de Gobierno: el hambre, una lacra que hoy afecta a 733 millones de personas en el mundo, según datos de la FAO.
“Hasta los siete años no había comido pan en mi vida, solo lo probé cuando salí de Pernambuco y fui a São Paulo. Yo bebía agua donde los animales hacían sus necesidades”, recordó Lula en un evento en el marco del G20, foro que reúne las mayores economías del planeta.
Lula nació en el seno de una familia pobre y creció junto con su madre y sus siete hermanos en un pueblo del agreste del nordeste brasileño.
Esos inicios difíciles marcaron su vida política. Lula, que actualmente ejerce su tercer mandato, tras gobernar entre el 2003 y el 2010, suele emocionarse cuando habla del asunto.
Posiblemente las personas que gobiernan el mundo, nunca vivieron eso. El hambre no está en sus prioridades, no está en su día a día, es una cosa secundaria. Nadie les pone encima de sus mesas esos problemas”, reivindicó el presidente brasileño.
Cómo erradicar el hambre fue, de hecho, el tema de la primera plenaria de la cumbre de Río. En ella se materializó la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, que nace con 82 países signatarios, incluidos todos los del G20.
Para Lima, la cumbre de Río también supuso un triunfo “personal y político” para Lula, un dirigente “extremadamente hábil y muy carismático”.
Otra victoria brasileña es el compromiso de Sudáfrica, que tomará el relevo de Brasil para ejercer la presidencia rotativa del foro en el 2025, de continuar por esa senda social.
En este sentido, se comprometió, por ejemplo, a celebrar la que será la segunda cumbre social en el marco del G20, una iniciativa puesta en marcha por Brasil.
Más dudas hay sobre si Estados Unidos, que en el 2026 ejercerá la presidencia del G20, seguirá el rumbo marcado por Lula. Para entonces, el republicano Donald Trump ya llevará un año en la Casa Blanca.