Durante dos años y medio, Cuba rebosó de entusiasmo en medio de una notable oleada de inversiones y turismo
Una década después de que Estados Unidos y Cuba restablecieran sus relaciones diplomáticas —lo que muchos creían que transformaría la isla—, Cuba atraviesa su peor crisis desde que Fidel Castro tomó el poder, informó The New York Times.
Hace 10 años, el presidente Barack Obama sorprendió al mundo al restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba, poniendo fin a más de 50 años del distanciamiento de la Guerra Fría entre Estados Unidos y un país con el que en su día estuvo al borde de la guerra nuclear.
Durante dos años y medio, Cuba rebosó de entusiasmo en medio de una notable oleada de inversiones y turismo, impulsada por los acuerdos firmados por grandes empresas estadunidenses como Google, AT&T y las Grandes Ligas de Béisbol.
Pero una implosión financiera causada por una cascada de factores -el endurecimiento de las políticas estadunidenses por parte del gobierno de Donald Trump, la mala gestión de la economía cubana, el efecto aplastante de la pandemia de COVID-19- ha mantenido alejados a los visitantes y ha puesto en marcha un éxodo migratorio de proporciones épicas.
El turismo, que una vez fue un elemento vital de la economía de Cuba, se ha desplomado, con una caída de casi el 50% desde el 2017, y las nuevas regulaciones de visas de Estados Unidos hacen que sea más difícil incluso para los europeos viajar allí.
Muchos de los miles de negocios privados que el gobierno cubano permitió abrir en los últimos años intentan mantenerse a flote tras perder a tantos trabajadores por la emigración. Las calles están llenas de basura, ya que la escasez de combustible impide recogerla.
Muchos cubanos lo expresan sucintamente: Hace 10 años, había esperanza. Ahora, hay desesperación.
El deterioro de Cuba subraya el papel sobredimensionado de Estados Unidos en el país, y se produce cuando Trump está a punto de regresar a la Casa Blanca: Ha propuesto a Marco Rubio, senador republicano por Florida y partidario de la línea dura con Cuba, como secretario de Estado.
En muchos aspectos, Cuba está sufriendo su peor crisis desde que Fidel Castro tomó el poder hace 66 años, superando incluso la de principios de la década de 1990, cuando la disolución de la Unión Soviética dejó a Cuba sin su principal salvavidas.
Cuba fue uno de los pocos países de América Latina promocionados por eliminar la desnutrición infantil. Pero hoy sus raciones de leche para niños, así como alimentos básicos como arroz y frijoles, a menudo llegan tarde a las tiendas estatales, si es que llegan.
La sensación de miseria está muy lejos de la emoción que se sintió la semana del 2016 cuando Obama asistió a un partido de béisbol de los Tampa Bay Rays en La Habana con el presidente cubano Raúl Castro.
Obama también suavizó la política estadunidense hacia la isla, permitiendo que los cruceros estadunidenses atracaran en Cuba, que más aerolíneas estadunidenses volaran allí y que más estadunidenses la visitaran.
Luego, el presidente Trump dio marcha atrás. En el 2018, después de que los empleados de la embajada estadunidense sufrieran misteriosas enfermedades, que algunos creyeron que eran un ataque de un país hostil, envió a tantos trabajadores a casa que cerró la embajada para efectos prácticos. (El gobierno de Joe Biden la reabrió en 2023).
En sus últimos días en el cargo, Trump también volvió a poner a Cuba en una lista de estados patrocinadores del terrorismo, una designación que limita severamente su capacidad para hacer negocios a nivel mundial y que el presidente Biden mantuvo.
Ricardo Zúniga, uno de los principales asesores de Obama que dirigió las negociaciones secretas para restablecer los lazos diplomáticos, reconoció que el gobierno no calculó con qué fuerza se opondrían los aliados leales a Castro a las medidas estadunidenses después de que el exdirigente se pronunciara públicamente en contra de ellas.
Aunque nunca hubo un quid pro quo oficial por el levantamiento de las restricciones a los viajes y el comercio, Cuba liberó a los presos políticos y aceptó en general aumentar el acceso a internet y permitir más empresas privadas.
Pero la dictadura tardó en autorizar los contratos con empresas estadunidenses, mientras que las pequeñas empresas se enfrentaban a numerosos obstáculos burocráticos.
Castro sabía que un mayor acceso a internet y a las libertades económicas llevaría al fin de régimen, dijo Zúniga. Castro vio las medidas como un caballo de Troya de Estados Unidos, y “eso es cien por cien lo que fue”, dijo.
Mi mayor conclusión es que la dirección del gobierno cubano nunca aprovechó las oportunidades para permitir un cambio gradual en respuesta a la voluntad popular”, dijo. “Así que ahora están atrapados en el colapso social”.
Ben Rhodes, otro exasesor de Obama que trabajó en las negociaciones, dijo que la decisión de Biden de mantener en gran medida las políticas de Trump fue particularmente perjudicial, porque las hizo “bipartidistas”.
“¿Qué intereses de Estados Unidos se protegen al intentar convertir un país a 144 kilómetros de Florida en un Estado fallido con una población hambrienta?”, dijo.
La dura represión de Cuba de un levantamiento popular en el 2021 dejó a cientos de personas en prisión, lo que hizo más difícil para Biden justificar la relajación de las restricciones, dijo el funcionario.
Varios congresistas cubano-estadunidenses que favorecían las restricciones también tuvieron una influencia considerable, y los críticos dijeron que la Casa Blanca estaba preocupada por el panorama político de cara a las elecciones de noviembre.
Muchos cubanos se han cansado de que el régimen culpe a Washington, dijo Arianna Delgado, una maquilladora que dejó Cuba este año para irse a Miami.
“Vamos a estar claros: Cuba siempre ha estado mal, pero ahora ya la situación no es que haya menos, ahora es que no hay nada”, dijo entre lágrimas. “Cuba es un campo de concentración. El mundo entero tiene que saberlo”