Cuando acaba de producirse la toma de posesión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se percibe una atmósfera densa de expectación y legítima inquietud debido a la naturaleza de las manifestaciones que ha venido expresando en los últimos días acerca de la proyección que impulsará durante su nueva administración.
Con independencia del talante ciertamente montaraz y altisonante de las declaraciones, muy alejadas del lenguaje diplomático comedido y prudente que impone el protocolo internacional, se hace necesario hacer un esfuerzo reflexivo que ayude a ponderar cuáles pueden ser los derroteros que debe seguir Panamá ante este complejo desafío que suponen las declaraciones de Trump y su secretario de Estado, Marco Rubio, respecto al manejo del Canal y la presencia de intereses chinos en el Istmo.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que, no obstante, el contenido peyorativo y destemplado de las manifestaciones, no son accidentales. Han sido reiteradas en contextos que denotan un marcado interés de relacionar el tema a asuntos de seguridad económica y geoestratégica de Estados Unidos.
Tales manifestaciones, en segunda instancia, provienen no solo de Trump, sino que son coincidentes con las expresadas esta semana por Rubio, lo que revela que la cuestión es seria y no pueden ni subestimarse o banalizarse con señalamientos ad hominem contra el nuevo mandatario estadunidense que llega a la Casa Blanca con altos índices de popularidad.
Tendrá, además, un dominio casi total del Partido Republicano que controla las dos Cámaras del Congreso y cuenta con una clara mayoría conservadora en la Corte Suprema de Justicia.
Como anotó en alguna oportunidad Peter Thiel -creador de PAYPAL junto a Elon Musk- y quien es uno de los magnates tecnócratas que respalda con mayor fuerza a Trump y a su vicepresidente JD VANCE “las palabras de Trump no hay que tomarlas en sentido literal pero si hay que tomarlas en serio”.
Es evidente, entonces, que la situación supone un desafío complejo y difícil para nuestro país. Exige una lectura realista, madura, fría y, ante todo efectiva, para encarar con sindéresis la preservación de los intereses vitales de la Nación y su dignidad en un escenario de gran asimetría.
Lo que no puede hacerse es adoptar ni actitudes reactivas o improvisadas, ni tampoco asumir fáciles posiciones victimistas que, si bien pueden ser legítimas y comprensibles, constituyen solamente acciones tácticas más no estratégicas en un momento en el que las instituciones internacionales globales pasan por una crisis insondable de funcionalidad y efectividad.
Estamos ante un escenario excepcional que requiere criterios cónsonos con esa nueva realidad. Soy del criterio que nuestro país enfrenta el más difícil desafío en su historia de relaciones con Estados Unidos, dado que los momentos complicados que hemos vivido antaño se desarrollaron cuando existían circunstancias internacionales sustancialmente distintas a las que prevalecen hogaño.
Esa intrincada situación configura para la actual administración panameña un auténtico “cisne negro” expresión metafórica empleada hace algunos años por el autor Nassim Nicholas Taleb TALEB para designar un evento atípico, impredecible y de impacto significativo en la economía y la historia.
En la mira de ordenar algunas ideas puede resultar útil tener en mientes las siguientes realidades:
• Debido a nuestra privilegiada posición geográfica y de que aquí está ubicado el Canal, Panamá ha mantenido desde su advenimiento como Estado independiente en 1903 una relación singularmente especial con Estados Unidos que ha tenido momentos difíciles y dolorosos pero que también han logrado superarse de manera ventajosa para nosotros pese a la elocuente desigualdad que mantenemos con la primera potencia del mundo occidental. Ese acervo de experiencia no lo tiene ningún país latinoamericano.
• Aunque nos guste o no es una realidad que la construcción del Canal marcó para Panamá una impronta en su decurso político y no es aventurado considerar que ese factor ha influido significativamente en el contenido de las relaciones que hemos mantenido y mantenemos con los Estados Unidos.
• La posición geográfica y la presencia del Canal son realidades geopolíticas que, para bien o para mal, colocan a nuestro país en una zona de influencia estratégica global. El 6% del comercio mundial hace uso de esas instalaciones y las dos potencias hegemónicas dominantes Estados Unidos y China comparten el primero y segundo lugar en la lista de principales usuarios de la vía.
• El escenario político y económico internacional pone de manifiesto que Estados Unidos y China están protagonizando una encarnizada lucha por el predominio global.
• Esa inocultable tensión hegemónica ha cobrado ribetes intensos principalmente por la posición expresada por Trump que no hay que soslayar responde, en esencia, a una línea bipartidista compartida por las dos formaciones políticas principales acerca de la necesidad que tiene Estados Unidos de retomar su liderazgo en zonas de influencia vitales para su seguridad económica y estratégica a fin de enfrentar la presencia china que consideran una amenaza a su predominio global.
• La preocupación estadunidense creo que no se agota solamente con el reparo sobre el control de los puertos de Balboa y Cristóbal sino que es posible que englobe también la misma posición geográfica en su visión geoestratégica.
• Panamá tiene, por tanto, que estar consciente de esa tensión hegemónica que existe y que protagonizan como telón de fondo mundial Estados Unidos y China para diseñar una política exterior estratégica que nos ayude a salir, sin mayores detrimentos ni menoscabos, de este auténtico atolladero.
• Mantener actitudes negacionistas o refractarias al reconocimiento de esa realidad solo nos expondrá a escenarios indeseables e inconvenientes. Por ello, con base en esos factores, pueden pergeñarse algunas consideraciones sobre qué debe y puede hacerse ante este desafío tan complejo que plantea la firme posición anti China de la próxima administración estadunidense presidida por Trump.
¿Qué debe hacerse?
Sin ninguna pretensión jactanciosa de hacer un listado exhaustivo estimo que nuestro país podría considerar algunas acciones, a saber:
• Conformar de manera inmediata un equipo multidisciplinario competente y experimentado que pueda ayudar a que la actual administración panameña tenga un cuadro claro de escenarios para gestionar con éxito las previsibles presiones que seguramente desarrollará la administración estadunidense para el logro de sus objetivos.
• Ese equipo profesional debe ofrecer no solo un análisis permanente del desafío sino también un elenco de cursos alternativos y planificados que preserven nuestros intereses vitales y la dignidad e independencia nacional.
• Dado que una eventual conversación entre Estados Unidos y Panamá sobre la presencia china se desarrollará en un clima de previsible tensión, convendría contar con una experimentada firma de lobby que ayude a identificar potenciales aliados en los círculos de poder de Estados Unidos y anticipar y mitigar reacciones adversas contra nuestro país.
• Es preciso evitar improvisaciones, tanto en la escogencia del equipo asesor como en las acciones que vayan a emprenderse, porque el costo negativo y perjudicial que podría generarse para Panamá, sería significativo y considerable. El tono de las conversaciones que se den sobre este espinoso asunto no puede ser, por tanto, pugnaz o altivo sino firme, maduro y con un bien meditado objetivo estratégico.
• Hay que evitar a toda costa que Estados Unidos se lleve la errónea idea de que Panamá no es sensible a sus preocupaciones de seguridad geoestratégicas que, como indiqué, creo que no se limitarán al tema portuario únicamente, sino que abarcarán cuestiones relativas a nuestra posición geográfica y económica (control efectivo de las fronteras, cese de la utilización de puertos para el tráfico internacional de drogas, incremento de medidas de combate al lavado de activos y corrupción gubernamental).
• La narrativa panameña tiene que ser lo suficientemente sagaz y creativa para evitar imposiciones irresistibles que lesionen nuestra economía y comprometan de manera indecorosa nuestra independencia y dignidad nacional. Hay que mantener una lectura atenta, fría y realista del clima que circundará esos contactos. Por esto habrá que gestar una auténtica unidad de objetivos nacionales, que sea desprendida, clara y pragmática ya que solo así el país podrá superar constructivamente esta riesgosa coyuntura.
• Como la dinámica de los acontecimientos será veloz hay que tener en cuenta que Panamá no dispondrá de mucho tiempo para conducir esas conversaciones con Estados Unidos.
El estilo transaccional, unilateral y punitivo de Trump debe ser un tema esencial a tener en cuenta.
¿Qué puede hacerse?
La clave para que Panamá salga adelante ante este complejo desafío será contar con una bien lograda visión táctica y estratégica. Como es de esperar que las conversaciones sobre el tema chino serán promovidas por Estados Unidos, nuestro país debe estar lo suficientemente preparado para ello, luego de haber ponderado sus mejores opciones dentro un cuidadoso planeamiento por escenarios.
En ese sentido, Panamá bien puede hacer planteamientos que puedan ser coadyuvantes con el logro de nuestros objetivos nacionales. Esto es convertir una amenaza en una suerte de oportunidad de valor que nos permita relanzar de manera positiva nuestra relación de cooperación estratégica y respeto con Estados Unidos.
Estas son algunas acciones que pueden considerarse como constructivas y provechosas para nuestro país y que coinciden con los intereses estratégicos de Estados Unidos.
Adoptar un régimen normativo que, aprovechando nuestra posición geográfica, estimule y facilite la inversión directa estadunidense en áreas como:
• Hub para la distribución de componentes tecnológicos
• Establecimiento de centros de datos aprovechando los cables submarinos que pasan por Panamá
• Creación de zonas tecnológicas especiales
• Centros de procesamiento de datos cuánticos e inteligencia artificial
• Nearshoring
• Telecomunicaciones y turismo
• Centros de investigación biomédica
Acuerdos con empresas tecnológicas y centros de investigación universitarios de Estados Unidos para la formación de especialistas en IA y computación cuántica.
Programas de intercambios y pasantías con universidades estadunidenses en áreas de Matemáticas y Ciencias.
Cooperación de Estados Unidos para el retiro de Panamá de las listas discriminatorias.
Acuerdos de transferencia de tecnología.
Diversificación de operadores portuarios estadunidenses y de países aliados de Estados Unidos.
Fortalecimiento de las tareas de supervisión de las operaciones portuarias existentes.
Aumento de presencia de autoridades panameñas en las instalaciones portuarias.
Mejora de los protocolos de seguridad y supervisión aduanera conjunta con Estados Unidos.
Revisión de los términos de las concesiones existentes.
Adopción de un régimen legal definido y claro que prohíba la inversión directa o indirecta de Estados extranjeros en áreas de sensibilidad estratégica (tierras, electricidad, telecomunicaciones, banca, distribución de alimentos, seguridad y minería).
En definitiva, Panamá tiene por delante un complejo desafío que solo mediante un reconocimiento sensato de la nueva realidad geopolítica, logrará una vez más construir y fortalecer una relación provechosa y fraterna con el pueblo y gobierno de Estados Unidos.
En la vida el cambio y la adaptabilidad constituyen las únicas certezas. No podemos dar la espalda a esa realidad. Como bien anotó el célebre naturalista inglés, Charles Darwin, “no es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que más responde a los cambios”.