La única potencia nuclear de Europa cuenta con 290 cabezas nucleares frente a las 4,380 cabezas nucleares de Rusia
Como si hubiera llegado del futuro, en 1959, el general Charles de Gaulle pronunció un discurso premonitorio: “Podemos imaginar que, en un escenario terrible, Europa Occidental sea aniquilada por Moscú y Europa Central, por Washington”, informó el diario El Periodico.
¿Y quién puede decir que los dos rivales, a consecuencia de no sé qué convulsión política y social, no acabarán uniéndose?”, señaló el exmandatario. “Sin duda, el equilibrio que se establezca entre el poder atómico de ambos bandos es, por el momento, un factor de paz mundial. Pero ¿quién puede decir qué ocurrirá mañana?”, añadió.
Han pasado 65 años de esas palabras, pero parece como si De Gaulle, a quien jamás Estados Unidos le inspiró confianza, estuviera hablando del momento actual, cuando el mundo se tensa ante un nuevo orden mundial.

Ahora, Emmanuel Macron recoge el legado del propulsor del programa nuclear francés, y asume el liderazgo europeo en esta “nueva era en la que entra” el continente y en pleno debate sobre su seguridad ante “la amenaza rusa”.
El presidente francés se mantiene en la necesidad de una nueva estrategia de disuasión nuclear, pero en especial, en la urgencia de “un esfuerzo europeo en materia de defensa”, tras el preocupante acercamiento entre Washington y Moscú.
Perder a un aliado en defensa como lo es Estados Unidos obliga a Europa a redibujar sus estrategias en este campo, donde el equilibrio de fuerzas sigue siendo desfavorable para Europa frente a las 4,380 cabezas nucleares de Rusia.
Francia cuenta con 290 cabezas nucleares y el Reino Unido con 225, según los datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), pero ambos países no tienen el mismo peso político, puesto que Londres ya no forma parte de la Unión Europea.

De ahí nace la idea del presidente francés de redefinir la estrategia de disuasión nuclear. “Respondiendo al llamamiento histórico del futuro canciller alemán, Friedrich Merz, he decidido abrir el debate estratégico sobre la protección, a través de nuestra disuasión, de nuestros aliados en el continente europeo”, afirmó el pasado 5 de marzo. Aunque, matizó que la última decisión sobre su uso la tendrá el presidente de la República francesa.
Aunque a ese plan se le atraganta el tratado de no proliferación nuclear, establecido en 1968, que impide “transferir o ayudar” a otros países a “adquirir armas nucleares”.
De ahí la necesidad de crear un sistema europeo de defensa nuclear común con Francia como líder con un mayor gasto en defensa, como ya mencionó François Hollande en el 2015, al sugerir que Francia no concebía su estrategia de defensa de manera aislada, “tampoco en el terreno nuclear”.
Francia mantiene una estrategia de disuasión nuclear independiente, gracias al programa heredado del general de Gaulle basado en su “force de frappe”.

El país cuenta con 290 cabezas nucleares, de las cuales 50 están destinadas a misiles de crucero ASMPA, cuatro submarinos de la clase Le Triomphant, con capacidad cada uno de ellos de portar 16 misiles balísticos M51 con ojivas nucleares.
Además de, 234 aviones Rafale equipados con misiles de crucero nucleares ASMP-A y misiles cruceros con ojivas nucleares de 300 kilotones y un alcance aproximado de 300 kilómetros, de los cuales 166 ya están operativos, según datos del Ministerio de Defensa. Tras la Guerra Fría, el país eliminó sus misiles nucleares de base terrestre, enfocándose principalmente en sus capacidades de disuasión marítima y aérea.
Un importante arsenal nuclear capaz de causar daños devastadores al enemigo, y situando al país como la cuarta potencia nuclear global, pero no suficiente para proteger a Europa frente a la amenaza rusa.
Mientras que el país galo ha optado por una política de “disuasión mínima suficiente” con unos 56 portadores de armas nucleares, Estados Unidos y Rusia mantienen un enfoque de “disuasión extendida”, con cerca de 900.

Esa desventaja abre el debate sobre un cambio en la doctrina nuclear. Algo que ya mencionó, en 1992, el presidente François Mitterrand, quien afirmó que la disuasión nuclear sería “uno de los principales temas en la construcción de una defensa europea común”.
Una nueva estrategia de rearme de Europa pasa por una revisión de las cuentas públicas francesas, que no pasan por su mejor momento.
Macron mantiene su deseo de aumentar su gasto militar al 3,5%, aunque en una intervención el pasado 20 de febrero mencionó un 5%, precisando que no era necesariamente la “cifra justa”, pero sí la necesaria.
Para ello, el país deberá añadir anualmente unos $35,000 millones más al actual presupuesto, $60,000 millones fijados para este 2025. La idea es que esta cantidad aumente hasta alcanzar los $80,000 millones en 2030, según la ley de programación militar. Un objetivo sobre la mesa del que no se han concretado fechas, pero que representa una implicación colosal para la economía y la política del país.
Ahora, el debate sobre cómo aumentar el gasto en defensa sin llevar a cabo una masacre en los presupuestos sociales se ha convertido en un complejo desafío para todos los países europeos.