El presidente y su equipo se enrocan en minimizar lo ocurrido, negar las evidencias y atacar al periodista al que incluyeron sin querer en el chat
Por tercer día consecutivo se profundiza la crisis abierta por el uso de varios miembros del gabinete de Donald Trump hicieron de Signal, una aplicación comercial de mensajería, para abordar la operación militar contra los rebeldes hutíes el 15 de marzo en Yemen, informa el diario El Periódico.
Aunque Trump y su Administración se han enrocado de forma agresiva en usar la línea de defensa de minimizar el escándalo y decir que no se compartió información clasificada en ese chat, y han redoblado con ferocidad ataques al director de The Atlantic, a quien se incluyó de forma inadvertida en el grupo, la revista ha publicado este miércoles mensajes que ratifican que sí se escribieron detalles críticos.
En concreto el secretario de Defensa, Pete Hegseth, compartió los horarios específicos del despegue desde portaviones de las aeronaves empleadas en la misión que en circunstancias normales serían alto secreto. De haberse hecho públicos o de haber podido ser obtenidos por rivales políticos u objetivos militares podrían haber puesto en peligro vidas de soldados o el éxito de la operación.

La discrepancia evidente entre la línea argumental del gobierno y la realidad ha hecho que incluso Roger Wicker, el republicano que preside el comité de Servicios Armados en el Senado, haya anunciado que va a pedir junto al vicepresidente demócrata de ese comité no solo una sesión informativa a puerta cerrada sino un informe de la oficina del inspector general del Departamento de Defensa, no de la Casa Blanca (aunque Trump despidió una semana después de llegar a la presidencia a ese investigador independiente del Pentágono, como en otros 16 departamentos y agencias.
Esas brechas en el habitualmente férreo apoyo a Trump de miembros de su propio partido subrayan la gravedad del escándalo, por el que los demócratas insisten en pedir la dimisión de Hegseth. Pero Trump y su equipo intensifican también su cerrazón a admitir nada más que un “fallo”.
El mandatario ha sugerido que se pudo tratar de un “accidente” cometido por algún empleado de bajo nivel “muy inocente”, defendiendo de nuevo a su asesor de seguridad nacional, Mike Waltz, que fue quien incluyó a Jeffrey Goldberg, el director de The Atlantic, en el grupo de Signal, y que el martes había asumido “total responsabilidad” por lo ocurrido.

“Es algo que no es grave, más allá de que quieras saber quién lo hizo y cómo, porque no quieres que en el futuro vuelva a suceder”, ha declarado también Trump.
El mensaje oficial del presidente, repetido entre otros por el vicepresidente J.D.Vance y por Hegseth, Waltz y la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, es que no se dieron “planes de guerra” ni “localizaciones, fuentes y métodos”.
Y es también la idea que han vuelto a repetir este miércoles ante el comité de inteligencia de la Cámara Baja, como hicieron el martes ante el comité equivalente del Senado, la directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, y el de la CIA, John Ratcliffe, incluso con los nuevos mensajes revelados por The Atlantic.
La idea de que no había información clasificada en el grupo de Signal que sostiene la Administración se apoya, en parte, en que es el propio Hegseth el que determina qué es clasificado, un conveniente argumento para negar que lo escrito en Signal lo fuera.
Pero numerosos expertos militares creen que datos como los horarios de despegue de las naves de ataque lo son. Y en la vista en la Cámara Baja el congresista demócrata Joaquín Castro ha declarado indignado que asegurar que no había información clasificada “es una mentira. Lo saben”.

A quien Trump y su equipo tratan de volver el foco con insultos y una escalada de ataques es a Goldberg. Hegseth ha escrito en X que el periodista “nunca ha visto un plan de ataque, ni de lejos”.
El principal portavoz del Pentágono, Sean Parnell, ha asegurado que su revista “alimenta bulos” y acomete “intentos patéticos de distraer de la agenda de seguridad nacional del presidente”.
Especialmente dura ha sido Leavitt, que en su rueda de prensa en la Casa Blanca ha alzado un muro contra las preguntas insistentes de los periodistas sobre el material revelado este miércoles, que ha caracterizado únicamente como “una conversación sobre política ciertamente sensible” pero no como material clasificado.
“Goldberg es un demócrata registrado y un reportero sensacionalista anti-Trump que odia” al presidente, ha dicho, señalando además a su revista como parte de un supuesto entramado “propagandista” de los demócratas.
Levitt ha subrayado que el presidente “mantiene su completa confianza en su equipo de seguridad nacional” y ha dicho que Elon Musk y su equipo están colaborando en la investigación sobre cómo Goldberg acabó incluido en el chat.