El proceso de “autocratización democrática” avanza en Ecuador bajo el renovado gobierno del presidente conservador
El resultado electoral del 13 de abril, fue inesperado. No tanto por quien se alzó con la victoria, sino por la diferencia: Daniel Noboa obtuvo más de 10 puntos porcentuales de diferencia sobre Luisa González, informó El Periódico.
Tras la elecciones, Ecuador ha entrado en otro proceso de recesión democrática, en especial con relación a los tres predicados básicos de la democracia: Elecciones competitivas, derechos liberales de expresión y asociación, y el imperio de la ley.
Lo que renombrados politólogos, como Adam Przeworski, denominan “autocratización democrática” para referirse a la “desconsolidación”, “erosión”, “desgaste” o “retroceso” de la democracia.

Según el índice elaborado por la influyente revista The Economist para el período 2006-2024, Ecuador es catalogado como un “régimen híbrido”. En una escala de 1 a 10 su puntuación más baja fue el año pasado —2024— cuando obtuvo 5.24 puntos. Es decir, bajo el gobierno de Daniel Noboa, en el marco de un “conflicto armado interno” y una ola de violencia criminal sin parangón, Ecuador obtuvo la peor calificación.
Pero este proceso de “autocratización democrática” no es nuevo. Ecuador ya lo vivió bajo la presidencia de Rafael Correa (2007-2017). Así lo constata el último informe de V-DEM Democracy 2025 que grafica muy bien ese giro en U hacia la democratización que habría iniciado en el 2018, pero que desde el 2022 vuelve a decaer, anticipando un nuevo ciclo de autocratización, ahora bajo el liderazgo autoritario de Daniel Noboa.
Por ello, resulta ridículo escuchar a correístas y noboístas acusarse mutuamente de fraude y abuso de poder, como si sus líderes fueran demócratas ejemplares.

En las elecciones del 2025, el “presidente-candidato” Daniel Noboa fue igual o más abusivo que el “presidente-candidato” Rafael Correa, en las elecciones del 2013. Es la memoria selectiva y las ideologías viciadas de ambos bandos lo que lo que nubla su razonamiento.
Como en todo proceso de “autocratización democrática”, Noboa necesita moldear el contexto institucional a su imagen y semejanza (lo hizo Chávez en Venezuela, Ortega en Nicaragua, Correa en Ecuador, Bukele en El Salvador y ahora Donald Trump en Estados Unidos). De ahí su interés en activar un “proceso constituyente rápido y ágil”. Cómo lo piensa realizar, aún es un misterio, pero hay suficiente material para hacer un breve análisis prospectivo.
El primer escenario es político institucional, y pasa por dirimir la composición de la Asamblea Nacional. ADN, el movimiento político oficialista parte con un bloque legislativo de 66 asambleístas electos (de un total de 151 miembros) y la Revolución Ciudadana (movimiento político del expresidente Rafael Correa) con otro bloque de 66 -eran 67, pero en la última semana una asambleísta anunció su desafiliación-.
Es previsible que en los próximos días un buen número de asambleístas de otras tiendas políticas se alineen con el bloque oficialista, que es el único con capacidad real de negociación. Esto a menos que las disputas internas en las filas oficialistas abran fisuras que puedan ser aprovechadas por la Revolución Ciudadana.
