Históricamente, los dos países han encontrado la forma de retroceder y aceptar un estancamiento inestable en torno a Cachemira
La ofensiva india contra objetivos terroristas en Pakistán, dirigida a los temidos grupos Jaish-e-Mohammed, Lashkar-e-Taiba y Hizbul Mujahideen, ha desencadenado una espiral incontrolable de hostilidades, informó el diario La Razón.
La confrontación ha estallado con fuerza, sumergiendo a la región en el caos. El alto al fuego pactado este sábado entre ambos países ha supuesto un pequeño respiro a una tensión que está muy lejos de haberse resuelto.
En medio de un ambiente de apagones y sirenas ensordecedoras, familias desesperadas han estado reforzando sus búnkeres y activando planes de evacuación.

Los hospitales, en estado de emergencia, se preparaban para un inminente aluvión de heridos, acumulando medicamentos esenciales. Las escuelas, cerradas, enfrentaban una cruda realidad mientras sus alumnos reciben formación en primeros auxilios, conscientes de la gravedad de la situación.
La atmósfera en la Cachemira controlada por Pakistán es tensa, cargada de histeria palpable. La historia se repite. Otras guerras han transformado la cotidianidad en escenarios de caos.
Muchos indios, especialmente aquellos cerca de la frontera, acaparan víveres, medicinas y gasolina, mientras los aeropuertos cierran. A pesar de los llamados internacionales a la moderación, la escalada entre estas potencias nucleares ha empujado a la población a una lucha desesperada por la supervivencia. La tormenta ha llegado, y sus repercusiones son impredecibles.
Un análisis optimista podría sugerir que esta dinámica no es nueva. La sentencia «el ojo por ojo hace que el mundo se quede ciego», frecuentemente atribuida a Mahatma Gandhi, resuena entre los que habitan junto a la valla divisoria entre India y Pakistán. Desde la partición, los dos rivales han librado guerras a gran escala en 1947-48, 1965 y 1971, y han protagonizado varios enfrentamientos desde la década de 1990, cuando ambos se declararon potencias nucleares.
En cada uno de estos episodios han encontrado vías para retroceder y aceptar un estancamiento en torno al disputado territorio de Cachemira. Sin embargo, la historia no siempre se repite de manera favorable. La exacerbación actual plantea un riesgo real de que esta vez no haya un retorno a la calma. El espectro de una confrontación en toda regla se cierne sobre la región, y el tiempo para la diplomacia se agota.

Con cerca de 170 ojivas nucleares cada uno, las potencias han forjado un enfoque distintivo hacia un enfrentamiento bélico. Ambas están dispuestas a recurrir a la fuerza militar, pero hasta ahora lo habían hecho con una precaución meticulosa, guiadas por un conjunto de normas no oficiales que buscan prevenir una escalada peligrosa. Este comportamiento refleja una conciencia compartida sobre las devastadoras repercusiones que un combate atómico podría desencadenar.
El telón de fondo de la controvertida ‘Operación Sindoor’ india fue una serie de atentados terroristas procedentes de Pakistán, que culminaron con un ataque civil en Pahalgam, el más mortífero en más de una década y especialmente provocador.
Al parecer, los criminales obligaron a unos turistas a revelar su religión mostrando si estaban circuncidados o recitando un versículo islámico. Los hombres que se revelaron como no musulmanes fueron abatidos a tiros. Murieron 26 civiles.
El sindoor, o polvo bermellón, es un símbolo tradicional del estado civil de las mujeres hindúes. Usualmente, las casadas lo aplican en la raya del cabello o en la frente, y se lo quitan al convertirse en viudas. Durante este asalto, fueron varias las que sufrieron la pérdida de sus esposos, blanco por su identidad hindú.
En respuesta a esta calamidad, India lanzó una intervención “selectiva” destinada a neutralizar los campos terroristas situados en Pakistán y en la Cachemira ocupada por ese país.
Esa misión incluyó el uso de municiones guiadas de precisión, como los misiles de largo alcance SCALP y las avanzadas bombas inteligentes HAMMER, que se desplegaron para alcanzar nueve objetivos terroristas en un breve espacio de tiempo de tan solo 25 minutos.
El sistema de misiles Akash, de desarrollo autóctono, ha formado parte integral de la estrategia de defensa india durante estas escaladas. Comparado a menudo con la Cúpula de Hierro israelí, ha demostrado su capacidad para interceptar amenazas aéreas. Los recientes encuentros con drones y misiles paquistaníes han puesto de relieve que esta red de defensa supone un escudo proactivo que garantiza la integridad del espacio aéreo indio.
La interceptación con éxito de las amenazas durante las escaramuzas envió un mensaje claro: India es ahora capaz no sólo de defender sino de controlar activamente sus cielos. Esto avanzados sistemas de defensa, incluido el S-400 de fabricación rusa, han reforzado aún más su postura.
