“Sabemos que en la frontera hay grupos civiles armados que patrullan la frontera, no sabemos qué intenciones pueden tener y es razonable temerles”, añaden
Ciudadanos estadunidenses del grupo humanitario Los Samaritanos, que distribuyen agua y ayuda a migrantes en el desierto entre Arizona y México, relataron a la agencia EFE la persecución y arresto que enfrentaron en marzo pasado de hombres armados, encubiertos, en carros sin insignias y sin orden judicial, que resultaron ser agentes migratorios de Estados Unidos, informó la agencia EFE.
“Estamos viviendo un terrible momento en la historia de nuestro país. Aún tengo pesadillas por lo vivido”, dijo en entrevista Gail Kocourek, voluntaria de Los Samaritanos.
Kocourek, de 74 años, recorre al menos tres veces por semana secciones del muro fronterizo para entregar agua, comida y tarjetas con información sobre derechos a migrantes que esperan ser procesados por la Patrulla Fronteriza.

La mujer, quien lleva 12 años realizando esta labor, es conocida por la mayoría de los residentes fronterizos, incluidos los agentes migratorios.
El pasado 12 de marzo, mientras realizaban un recorrido cerca de una propiedad en Sasabe, Kocourek y otros voluntarios fueron a revisar un contenedor de agua había sido vandalizado por un hombre que transmitió el acto en vivo por redes sociales.
Poco después, ya cerca del muro, un auto se aproximó a gran velocidad. No pertenecía a la Patrulla Fronteriza, por lo que, temiendo que fueran los mismos vigilantes, los voluntarios subieron a su vehículo, que estaba identificado con un letrero de “Samaritanos” y una cruz roja humanitaria. Sin embargo, más adelante fueron interceptados por los hombres armados.
Los obligaron a tirarse al suelo boca abajo, los esposaron y pidieron sus identificaciones. “Revisaron el auto y, tras verificar nuestras identificaciones, simplemente las arrojaron dentro”, relató la voluntaria.
Después de varios minutos, los agentes les retiraron las esposas. Cuando Kocourek preguntó si enfrentarían cargos, uno de ellos respondió que sí, por “intento de asesinato de un agente fronterizo”.
“Me preguntaron por qué no me había detenido, les dije que no traían un auto oficial, no traían uniforme, nunca se identificaron como agentes de HSI, estaban vestidos y actuaban como vigilantes apuntándonos con sus armas de fuego”, dijo indignada.
A Evan Spry, otro voluntario, le confiscaron el teléfono con el que había grabado el encuentro, aunque no presentaron una orden judicial para desbloquearlo.
Ambos demandaron a la Administración Trump por arresto injustificado, uso excesivo de fuerza y violaciones a sus derechos civiles, alegando que la experiencia les causó un profundo trauma emocional, por lo que solicitan una compensación de poco más de $500,000.
Los voluntarios dijeron que temen que en cualquier momento el gobierno federal prohíba la ayuda humanitaria en la frontera y se inicie una “cacería de brujas” contra quienes asisten a los migrantes.

Esas detenciones de agentes de migración encubiertos, sin uniforme y en algunos casos encapuchados están siendo documentados por grupos como la Coalición de los Derechos Humanos de Arizona.
“No son arrestos, son secuestros. Detienen a la gente y con lujo de violencia los sacan de sus autos y los suben a sus camionetas”, dijo María Eugenia Carrasco, directiva de la coalición.
Lamentó que en el caso de Kocourek, los oficiales migratorios actuaran como una milicia civil, al no portar ningún tipo de insignia.
“Sabemos que en la frontera hay grupos civiles armados que patrullan la frontera, no sabemos qué intenciones pueden tener y es razonable temerles”, añadió.
Denunció además que en Tucson y otras ciudades cercanas a la frontera se ha reportado la presencia de agentes de migración encubiertos que usan camionetas con placas de México, con vidrios oscuros.
