Corea del Norte aceleró el ritmo de su enloquecida carrera hacia el arma nuclear en 2017, atizando el temor a un conflicto atómico digno de las peores horas de la Guerra Fría
Una cuestión que debería seguir dejando grandes titulares en 2018 porque las grandes potencias parecen incapaces de obligar a Corea del Norte a renunciar a sus programas nuclear y balístico.
Los múltiples paquetes de sanciones votados por el Consejo de Seguridad de la ONU no disuadieron a Pyongyang de llevar a cabo, en septiembre, su sexto ensayo nuclear, el más potente hasta la fecha. Según el régimen norcoreano, sirvió para probar una bomba de hidrógeno.
Corea del Norte también realizó este año varios ensayos de misiles intercontinentales (ICBM), asegurando ser capaz de alcanzar el territorio continental estadounidense y haberse convertido en un Estado nuclear de pleno derecho.
El presidente estadounidense, Donald Trump, respondió con un discurso plagado de amenazas -se comprometió en la tribuna de la ONU a “destruir totalmente” Corea del Norte si se produce un ataque por parte de Pyongyang- y de insultos contra el líder norcoreano, Kim Jong-Un, al que calificó de “pequeño hombre cohete”.
“¿Por qué me insultaría Kim Jong-Un tratándome de ‘viejo’ cuando yo NUNCA lo trataría de ‘gordito’?”, declaró Trump en Twitter.
Para algunos expertos, esta encendida reacción por parte de Estados Unidos podría tener el efecto contrario al deseado, animando a Pyongyang en su huida hacia adelante. Y más teniendo en cuenta que Corea del Norte justifica su programa nuclear por la amenaza estadounidense.
– Riesgo de ‘guerra involuntaria’ –
Los Estados vulnerables suelen responder a las amenazas exteriores con la militarización, observa Vipin Narang, profesor en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).
“La solución es acelerar hasta el punto en que, frente a la amenaza de un ataque, adviertes que tienes muchas armas nucleares”, explicó Narang. “Es impresionante y espeluznante la rapidez a la que han juntado todas las piezas”.
Pyongyang afirma que su prioridad es su propia supervivencia. Sus críticos le acusan de querer reunificar mediante la fuerza la península dividida desde hace casi 70 años.
En respuesta a los avances norcoreanos, Washington multiplicó las demostraciones de fuerza, principalmente con los vuelos de bombardeos sobre la península.
Al mismo tiempo, responsables estadounidenses blandieron la amenaza de la opción militar, alimentando así el temor a que se produzca un error de cálculo que pueda degenerar en conflicto.
Van Jackson, experto en cuestiones de defensa de la Universidad Victoria de Wellington, consideró que el riesgo de una “guerra nuclear involuntaria” nunca ha sido tan alto desde la Guerra Fría, a causa de la sofisticación del armamento norcoreano y del nivel actual de las tensiones.
“Corea del Norte podría querer efectuar un bombardeo nuclear preventivo si piensa que Estados Unidos está a punto de invadir o de decapitar el régimen”, declaró Jackson.
Y es por eso que los países que están al alcance del arsenal norcoreano temen una guerra nuclear que dejaría millones de muertos.
En Japón, algunos han empezado a construir refugios en sus casas o en las empresas. En Corea del Sur, algunas voces piden que el gobierno lance su propio programa nuclear, lo que pondría en riesgo la alianza con Estados Unidos, que supuestamente debe proteger al Sur.
– ¿Fracaso político de EEUU? –
A principios de diciembre, las sirenas resonaron en Hawái, cuando el Estado probó, por primera vez desde el fin de la Guerra Fría, su sistema de alerta de ataque nuclear.
Muchos expertos consideran que Washington debe dialogar con Pyongyang. Pero el Norte, que defiende que su arma nuclear no es negociable, reivindica tratar de igual a igual con Estados Unidos, como dos potencias nucleares.
Washington siempre ha dicho que no aceptaría que Corea del Norte se dote del arma nuclear y que Pyongyang debía tomar medidas concretas de desarme antes de cualquier diálogo, que debe tener por objetivo su desnuclearización.
El secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, sorprendió no obstante al dejar entrever que su país estaba ahora dispuesto a negociar “sin precondiciones”. Pero la Casa Blanca aseguró luego que su posición no había cambiado.
“Encuentro raro decir que ‘no aceptamos’ el arma nuclear norcoreana”, declaró Joshua Pollack, investigador en el Instituto Middlebury de Estudios Internacionales de Monterey (California). “Decir o no decir algunas palabras no cambiará nada en realidad”.
Sentarse en la mesa de negociaciones con una Corea del Norte “nuclear” constituiría sin embargo un fracaso político enorme para Estados Unidos, que no habrían sabido impedir que el régimen norcoreano se dotara de la bomba.
Y cuanto más espere Washington, mayor será el coste diplomático de un diálogo para Estados Unidos, advirtió Joel Wit, de la Johns Hopkins University, que negoció con Corea del Norte bajo las administraciones Clinton y Bush.
Por aquel entonces, recuerda, Pyongyang solo tenía “misiles desvencijados”.
“Nos reíamos de ellos diciéndonos que no era serio”, dijo. “Hoy, vemos que es serio, que el precio ha subido y que van a dar mucha guerra”.