El carismático jefe chií asesinado en el 2024 continúa siendo figura central en los barrios del sur de Beirut y más allá
A un año desde el asesinato de Hasán Nasrala, exsecretario general de Hizbulá, en un bombardeo israelí que alcanzó un búnker subterráneo en los suburbios de Beirut, su imagen y legado siguen dominando la vida cotidiana en los bastiones chiíes del Líbano, desde grandes pancartas a la orilla de la autovía hasta las consignas coreadas en protestas y actos religiosos, informó la agencia EFE.
“A tu servicio, Nasrala”, gritan aún miles de seguidores del líder asesinado por bombas antibúnker a 12 pisos de profundidad el 27 de septiembre del 2024, en una operación secreta israelí cuya complejidad aún genera debate entre expertos militares.
Aunque su sucesor, Naim Qassem, asumió el liderazgo formal del movimiento, ningún otro dirigente ha logrado replicar la conexión emocional y simbólica que Nasrala mantuvo con sus bases durante más de tres décadas al frente de Hizbulá.

El cuerpo del clérigo descansa desde febrero en un mausoleo improvisado en el mismo extrarradio de Beirut donde fue asesinado. Allí, hombres y mujeres se acercan diariamente a rendirle homenaje.
Una sencilla cortina divide el espacio para cada género, en un santuario levantado en apenas una semana mientras las prioridades del movimiento estaban centradas en reconstruir casas destruidas por los ataques israelíes.
“Se hizo rápidamente para que la gente tuviera un lugar donde guardar luto y mostrar respeto. Desde entonces, hemos seguido haciendo mejoras”, aseguró el portavoz del mausoleo, Diaa Abou Taam, quien estima en 5,000 las visitas diarias, especialmente en fechas significativas como la Ashura.
Para muchos, la tumba se ha convertido en un punto de peregrinación. Frente al santuario, una familia del Valle de la Bekaa prepara su regreso a casa tras una nueva visita. “Es como nuestro padre”, afirma el padre de familia, que prefiere no revelar su nombre. “Desde que murió, lo hemos visitado más de 15 veces”.

Nacido en 1960, Nasrala se convirtió en figura central de Hizbulá tras la muerte de su predecesor en 1992, su figura creció con los años, sobre todo durante y después de la guerra del 2006 con Israel, convirtiéndose en uno de los enemigos más buscados del Estado hebreo.
Durante más de una década, evitó aparecer en público, limitando sus discursos a transmisiones diferidas desde ubicaciones secretas. No fue suficiente.
Un reciente reportaje del diario israelí Yedioth Ahronoth reveló que el Mossad colocó dispositivos de localización desde un edificio cercano al búnker donde Nasrala iba a reunirse con figuras clave como Abás Nilforoushan, de las Fuerzas Quds, y Ali Karaki, alto mando de Hizbulá. Esa operación facilitó el ataque quirúrgico con bombas antibúnker que estremeció Beirut hace exactamente un año.
El carisma de Nasrala, incluso reconocido por sus detractores, ha dejado una huella imborrable en la historia del movimiento chií libanés. Su rostro adorna rotondas, tiendas y murales. Su voz, grabada en viejos discursos, aún se reproduce en manifestaciones y celebraciones.
“Sayyed Hasán Nasrala es recordado como un líder que dedicó su vida a defender a su nación, a su gente y la causa de Palestina. Su liderazgo en tiempos de guerra y su conexión con el pueblo lo convirtieron en una figura tanto de resistencia como de fe”, sentenció Abou Taam.
A un año de su asesinato, Nasrala no solo sigue vivo en la memoria colectiva de sus seguidores, sino que continúa marcando la identidad política y religiosa del sur del Líbano.
