La abanderada de la izquierda enfrenta una dura segunda vuelta ante José Antonio Kast
En las estrechas calles de El Cortijo, un histórico barrio popular de la comuna de Conchalí, en el norte de Santiago, comenzó la trayectoria política de Jeannette Jara, candidata presidencial de la izquierda y el progresismo, informó la agencia EFE.
Su origen en un entorno marcado por la organización comunitaria y la vida de barrio contrasta con la tradición de élites sociales y económicas que históricamente han ocupado los espacios de poder en Chile.
Abogada, administradora pública y exministra del Trabajo, Jara representa un mundo muy distinto al de su adversario en segunda vuelta, el ultraderechista José Antonio Kast, fundador del Partido Republicano, católico ferviente y heredero de una familia de migrantes alemanes, uno de cuyos miembros militó en el nazismo.

Jara llegó a la segunda vuelta con un 26,8% de los votos, resultado que deberá casi duplicar para competir con Kast, quien llega fortalecido como líder de la derecha y la ultraderecha, cuyos tres candidatos sumaron más del 50% en la primera vuelta.
El balotaje se celebrará este domingo, en un escenario marcado por las preocupaciones ciudadanas en materia de seguridad.
En El Cortijo, vecinos y vecinas recuerdan a Jara como parte de las organizaciones sociales que la vieron crecer y estudiar sin perder su vínculo con el barrio, donde incluso intentó -sin éxito- disputarle la alcaldía de Conchalí a la derecha en el 2021.
“Siempre la he visto cercana, no se ha olvidado de nosotros”, dice Dominique Flores, de 28 años.
Destaca que Jara conoce las necesidades de las poblaciones y que ello le permite hablar de seguridad sin distancia ni paternalismo.

Otros, como Raúl Peña, emprendedor de 53 años y excandidato por Franco Parisi, ven en su historia personal un ejemplo de movilidad social. “Que tenga la posibilidad de ser presidenta, viniendo de este barrio, es algo histórico nos representa a la clase media y a los emprendedores”.
Aunque la figura de Jara despierta simpatía en sectores populares, el apoyo no está consolidado. Alejandra Arenas, vecina de 54 años, resume la incertidumbre. “Estas elecciones han sido complicadas porque ningún candidato ha logrado convencer a la mayoría. Si Jara nos da seguridad y no comunismo, yo podría decidirme”.
La historia de El Cortijo y de las poblaciones de Conchalí es clave para entender la conexión entre origen e identidad.
Estas zonas, explica Andrea Ortega, académica de la Universidad Diego Portales, forman parte de la expansión histórica de La Chimba, al norte del río Mapocho, que desde el siglo XIX acogió oficios populares, migraciones internas y fuertes redes comunitarias.
“En el siglo XX se transformaron en barrios con una fuerte identidad social y cultural. Conchalí expresa la continuidad de esas tradiciones de organización y arraigo”, afirma.
Para muchos, Jara simboliza la posibilidad de que una historia nacida en la periferia capitalina llegue por primera vez a La Moneda. Y que El Cortijo, con sus pasajes, sus murales y su memoria, se convierta en uno de los íconos más significativos de esta campaña presidencial.
