Desde que asumió el gobierno en julio del 2009, Ricardo Martinelli atacó los regímenes de izquierda liderados por el extinto presidente Hugo Chávez “desafiando el péndulo ideológico de Latinoamérica”.
La ausencia de mandatarios de izquierda en su toma de posesión y su fuerte alianza con los gobiernos conservadores de Colombia, Costa Rica y México demostraron que el estandarte que marcó su camino en materia de política exterior era la recuperación de una corriente derechista que había perdido terreno en la región.
Del mismo modo como se granjeó aliados, también ganó adversarios que estuvieron pendientes de su beligerancia y de cada cosa que decía o hacía.
“La derecha en América Latina no tiene futuro. Es un espejismo político ideológico que ha ido desapareciendo”, vaticinó en su momento el sociólogo Marco Gandásegui. El tiempo ha demostrado lo contrario.
Nueve meses después de instalado en el Palacio de Las Garzas, Martinelli hizo un llamado, durante un foro de presidentes en Bogotá, para que la clase empresarial fuera más activa en la vida política de sus países.
“Los problemas sociales se tienen que resolver desde adentro y no solo donando a las campañas políticas”, dijo Martinelli a los empresarios presentes en ese foro.
Cuatro meses más tarde, al concluir una visita oficial a Perú exhortó a los empresarios “a hacerse del poder político, como he hecho yo, que no soy político sino empresario, porque somos la única salvación de nuestros países”.
El empresario Sebastián Piñera, acababa de asumir por primera vez el gobierno en Chile. Más tarde llegaría a la presidencia de Paraguay el empresario Horacio Cartes.
Martinelli no solo inauguró los nuevos gobiernos presididos por empresarios que incursionaron en la política, también respaldó en forma consistentes las iniciativas de Estados Unidos en la región.
Siete meses después de asumir el poder, Martinelli puso fin de manera unilateral a la llamada Operación Milagro –que en tres años había beneficiado a 45,000 panameños- una iniciativa de Cuba financiada por Chávez, para operar de distintas afectaciones oculares a ciudadanos latinoamericanos.
Para Martinelli el programa era una forma encubierta de promover el socialismo del siglo XXI proclamado por Chávez.
El hombre de Washington
Sin embargo, a pesar de haber sido artífice de la alianza entre Martinelli y Varela, que le permitió al último convertirse en vicepresidente de la República, la embajadora estadounidense Barbara Stephenson no tuvo una relación cordial con el exmandatario.
“Necesito ayuda con la intervención de teléfonos”, fue el mensaje que recibió la diplomática en su blackberry pocos días después de la llegada de Martinelli al poder. Así lo registró un mensaje secreto enviado por Stephenson el 22 de agosto del 2009 a Washington en el que informó sobre la pretensión del exgobernante de utilizar el programa conocido como Operación Matador de la DEA para combatir la inseguridad y espiar a sus adversarios políticos.
En el cable, parte de las reveladoras filtraciones de Wikileaks, Stephenson informó que el exministro de la Presidencia, Demetrio Papadimitriu, le planteó que Mastinelli quería que Estados Unidos ayudara a establecer un sistema de escuchas telefónicas para protegerse de potenciales maniobras desestabilizadoras por parte de “gobiernos izquierdistas de la región”.
La posición estadounidense fue clara: el programa de escuchas telefónicas que la DEA desarrollaba junto a la Policía Nacional, iniciado bajo la administración de Martín Torrijos, estaba destinado al narcotráfico y no incluía “objetivos políticos”.
Por supuesta intercepción no autorizada de comunicaciones al final de su gobierno, el exmandatario está detenido desde hace ocho meses en Miami en una medida administrativa en espera de una posible extradición a Panamá.
“Martinelli se presentó como candidato proEstados Unidos y ahora asume que tenemos una deuda con él como contrapeso de Hugo Chávez en la región”, concluyó Stephenson.
Fuentes diplomáticas aseguraron que para evitar mayores choques con Martinelli, Stephenson fue removida del puesto cuando había cumplido 21 meses en el país y enviada a Londres.
Fue reemplazada por la embajadora Phyllis Powers, en septiembre del 2010, quien permaneció en el cargo 19 meses y fue nombrada como representante diplomática estadounidense en Nicaragua.
Powers estuvo involucrada en la primera visita oficial de Martinelli a Washington en la que se entrevistó con el entonces presidente Barack Obama, con quien se reunió en otras tres ocasiones en Washington, en la Cumbre de las Américas en Colombia y en Cumbre de Integración Centroamericana en Costa Rica.
“Señor presidente, quiero que sepa que no vinimos a pedirle plata”, le dijo Martinelli a Obama al inicio de la reunión en la Oficina Oval. “Gracias a Dios. Es la primera vez que viene un presidente de un país centroamericano que no pide dinero”, respondió Obama con hilaridad.
El logro más importante de esa visita fue el compromiso de Obama de asegurar la ratificación por parte del congreso estadounidense del Tratado de Libre Comercio entre los dos países.
En esa reunión en Washington participó Varela, como canciller. Pero como presidente, Obama no lo recibió en la Casa Blanca en los dos últimos años de gobierno de su segundo mandato. Varela y Obama se saludaron protocolarmente en el marco de la Cumbre de las Américas celebrada en abril del 2015 en esta capital.
Por otro lado, Powers fue testigo, un año después de su llegada al país, de la ruptura en agosto del 2011 de la alianza entre Martinelli y Varela, “por la agenda oculta” que mantenía este último desde el cargo de canciller y vicepresidente.
Operación contra las FARC
En septiembre del 2010, se produjo la muerte del comandante Silver, jefe de finanzas y logística del frente 57 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en el transcurso de la llamada Operación Darién.
El jefe guerrillero murió durante un intenso bombardeo, junto con cuatro rebeldes más, a 700 metros de la frontera de 270 kilómetros que comparten Panamá y Colombia.
El ejército colombiano informó que la operación fue dirigida por su fuerza aérea, pero fuentes de inteligencia aseguraron que también participó un buque de guerra estadounidense que lanzó misiles desde las costas panameñas en Darién, con la anuencia de Martinelli.
El entonces ministro colombiano de Defensa, Rodrigo Rivera, agradeció a las autoridades panameñas por “blindar” su territorio fronterizo durante el bombardeo al campamento de las FARC.
Durante la administración de Martinelli se incrementó la participación de países latinoamericanos en los ejercicios multinacionales Panamax, liderados por el Comando Sur de Estados Unidos, enfocados en garantizar la seguridad del Canal y la región por su impacto en la economía mundial.
El embajador Jonathan Farrar, quien llegó a Panamá en mayo del 2012, fue el representante de Estados Unidos en el país en los últimos 24 meses del gobierno de Martinelli. Antes había sido jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba.
En el desempeño de la misión de Farrar, se produjo la detención del exalto mando de la CIA, el estadounidense Robert Seldon Lady, requerido por la justicia de Italia por el caso del secuestro de Abu Omar, capturado cuando salía de su casa y trasladado a Egipto, donde fue encarcelado y sufrió torturas. Ese fue el primer caso de los llamados “vuelos de la CIA” que se juzgó en Europa.
Lady fue detenido en Bocas del Toro en julio del 2013, cuando intentaba ingresar a Panamá desde Costa Rica ante una alerta internacional de captura. La rápida intervención de la embajada estadounidense logró que el exagente fuera enviado en cuestión de horas a Estados Unidos para escapar a los requerimientos de la justicia italiana.
Martinelli también cooperó con Estados Unidos ese año en una operación encubierta contra el narcotráfico internacional. Agentes de la CIA y la DEA debían entregar una tonelada de cocaína en alta mar a un buque mercante australiano, en una operación controlada frente a las costas de Ecuador, para desmantelar una extensa red de internacional de narcotráfico. El señuelo lo constituía el barco pesquero Doria, de bandera panameña.
En el último momento, el entonces presidente Rafael Correa ordenó interceptar el Doria en aguas internacionales, abortando la operación. Finalmente, Estados Unidos se conformó con recuperar sus agentes que formaban la tripulación del Doria.
El buque norcoreano
Unos meses antes había sido interceptado en aguas territoriales panameñas un buque de Corea del Norte procedente de Cuba, luego de informes del espionaje estadounidense de que transportaba sustancias ilícitas.
Una vez revisada la carga del Chong Chon Gang se descubrió que bajo 10,000 toneladas de azúcar escondía aviones de guerra de fabricación rusa, 15 motores de Mig-21, radares de misiles tierra-aire, vehículos militares y abundantes municiones. En total más de 200 toneladas de material de guerra.
El hallazgo del armamento era una violación de las sanciones impuestas por la ONU al régimen norcoreano. El buque fue liberado un año después tras pagar una multa de $1 millón. Las armas permanecieron bajo custodia panameña
El secretario de Estado John Kerry, elogió la acción de Martinelli durante una visita oficial a Washington del entonces canciller Fernando Núñez Fábrega en noviembre del 2013. “Panamá es una Nación muy importante debido a sus intereses, sus valores y específicamente su posición. Apreciamos todos sus esfuerzos, y estamos muy contentos de tenerlo como un gran socio”, resaltó Kerry.
Al mismo tiempo apoyó la decisión del gobierno de Martinelli “por realizar un proceso electoral democrático y transparente”, en referencia a las elecciones generales que se realizarían en mayo del siguiente año.
La visita una semana después del entonces vicepresidente Joseph Biden a Panamá, representó otro espaldarazo a la administración Martinelli.
Aunque el exgobernante participó en las exequias de Chávez en marzo del 2013 y se reunió con el presidente Nicolás Maduro para tratar de solucionar las deudas por más de $1,000 millones acumulas por Venezuela con exportadores de la Zona Libre de Colón, la beligerancia hemisférica de Martinelli en el caso de Venezuela, llevó a Caracas a romper relaciones diplomáticas con Panamá.
“No vamos a permitir que nadie se meta impunemente con nuestra patria, lacayo rastrero presidente de Panamá”, dijo Maduro, ante la petición de Martinelli de convocar al Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) para analizar la deriva autoritaria del régimen venezolano. Varela, al día siguiente de llegar al poder, restableció las relaciones con Caracas para luego asumir la misma postura de Martinelli hacia el régimen venezolano.
El ciclo de las derechas
En la actualidad, cuando se da un vistazo a Latinoamérica –como escribió la semana pasada Brian Winter, editor jefe de la prestigiosa revista Americas Quarterly- lo que realmente se mira es un número creciente de compañeros de viaje del presidente Donald Trump.
Citó a Chile, que en diciembre eligió por segunda vez a Piñera, un conservador de 68 años con una fortuna personal de $3,000 millones. Al otro lado, en Argentina, el presidente Mauricio Macri, un rico hombre de negocios que ganó millones en bienes raíces y jugó golf con Trump en la década de 1980, también ha empujado la política firmemente hacia la derecha.
En esa misma línea está el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, que hizo su fortuna en Wall Street, que considera a Nueva York su segundo hogar y habla frecuentemente por teléfono con Trump, añadió Winter, quien es además vicepresidente del influyente Consejo de las Américas, creadoen 1965 por David Rockefeller.
En Costa Rica, un pastor evangélico conservador ganó la primera ronda de las elecciones presidenciales y tiene grandes posibilidades de triunfar en la segunda vuelta el 1 de abril, en gran parte debido a su oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo.
Winter no mencionó que en Honduras se reeligió, en un proceso duramente cuestionado que dejó una treintena de muertos, otro derechista, Juan Orlando Hernández.
Pero sí señaló que las próximas elecciones en Brasil, Colombia, México y Paraguay, pueden acentuar la oscilación del péndulo hacia la derecha en la región. Venezuela es un caso aparte.
Winter da por descontado que en Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva no correrá en las elecciones de octubre por los casos pendientes con la justicia, y apuesta a Jair Bolsonaro, un excapitán del ejército, alineado con Washington en política exterior, que está marcando bien en la encuestas.
Reconoció que el 36% de los mexicanos, el 23% de los brasileños y el 13% de los colombianos, rechaza al mandatario estadounidense. Pero la “ola electoral” del 2018 también podría ir fácilmente por el camino de Trump, afirmó.
“Me pregunto si hemos entrado en una nueva era en la que los latinoamericanos declaran su disgusto por Trump, pero luego se dan la vuelta y eligen a líderes algo similares que están dispuestos a jugar del lado de Washington”, afirmó Winter.
En resumen, lo que los críticos de la gestión de Martinelli no pueden ocultar, es su contribución a la oscilación del péndulo ideológico hacia la derecha en América Latina.
Excelente, geopolíticamente Ricardo Martinelli fue el icono impulsador de las Democracias en América Latina y el estadista de los números que en renombradas conferencias no sólo dejo en alto el nombre de Panamá, sino que se convirtió en el ejemplo de la macro y micro economía para América. Mientras esto ocurría a sus espaldas; varias firmas y buffet de abogados se ensañaban con la proliferación de Compañías Off Shore cómplices y actores del lavado de dinero y de las andanzas de Odebrech en Panamá ( ver lo dicho por Fonseca Mora ) y en otros lares.