Hubo dos puntos de quiebre en la convulsionada relación entre el presidente Donald Trump y Rex Tillerson que tuvieron como epílogo la destitución humillante, por un Twitter, de su secretario de Estado
En el vuelo el lunes desde Nigeria, la parada final de su primera y última gira por África, Tillerson emitió una evaluación distinta a la Casa Blanca sobre el envenenamiento de un exespía ruso y su hija en Gran Bretaña. Señaló a Rusia como responsable del ataque. “Vino de Rusia”, afirmó.
La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, había condenado el envenenamiento, pero rehusó señalar a Moscú de ser el responsable.
Tillerson rehusó reunirse en Etiopía con el canciller ruso Sergei Lavrov con quien coincidió el jueves pasado en Adid Abeba durante la gira de ambos por África.
Tillerson había expresado su disgusto cuando Trump acordó unilateralmente el jueves pasado reunirse con el líder norcoreano Kim Jong-un. Había promovido una solución diplomática al enfrentamiento nuclear con Corea del Norte. Pero el presidente no lo tomó en cuenta en esa decisión crucial.
La frustración fue mayor cuando se enteró que Mike Pompeo, en ese momento director de la CIA y ahora designado para sustituirlo, participó el domingo último en programas de televisión para explicar los desarrollos de Corea del Norte, e ignoró a Tillerson.
Infantilismo de Trump
El secretario de Estado fue llamado el sábado por John Kelly, jefe de gabinete de la Casa Blanca, alrededor de las 2.30 de la madrugada mientras se encontraba en Nairobi para informarle que el presidente quería su renuncia y que debería regresar de inmediato a Washington. Kelly le anticipó que podría haber un Twitter presidencial que le preocuparía y no indicó lo que podría decir o cuándo podría aparecer.
Contrariado por esa mala noticia, Tillerson canceló los compromisos de ese día, en medio de su gira luego de visitar Etiopía y Yibuti. Le quedaba pendiente Chad y Nigeria. “El secretario no se siente bien después de trabajar durante dos largos días sobre grandes asuntos como Corea del Norte”, declaró el subsecretario de Estado para Asuntos Públicos, Steve Goldstein, a los periodistas que viajaban con Tillerson en su gira africana. El domingo retomó su agenda y concluyó las visitas a Chad y Nigeria.
Pero el lunes precipitó su regreso de África. “Sentí que, mira, solo tengo que volver”, dijo a los periodistas a bordo del avión que lo llevó de vuelta a Washington.
Trump no le comunicó directamente a Tillerson su destitución. La leyó en Twitter, como le había dicho Kelly.
Pese a los enfrentamientos con el presidente tenía la intención de quedarse y había anticipado recientemente que permanecería en el cargo al menos durante el 2018. Pero Trump ya no lo quería en su equipo.
Al despedir a Tillerson, Trump está creando un equipo a su propia imagen, que no lo contradiga.
Trump dijo que la destitución la había considerado por “un largo tiempo” y reconoció que tenía diferencias con Tillerson.
Puñaladas por la espalda
Desde un inicio este exdirector ejecutivo de ExxonMobil con larga experiencia en Rusia, Medio Oriente y México, tuvo problemas para adaptarse al puesto de secretario de Estado y a la cultura política de puñaladas por la espalda que caracteriza a Washington.
Rápidamente se convirtió en una voz moderada para las relaciones de Estados Unidos con resto del mundo. No ahorró críticas en temas como la injerencia de Rusia en las elecciones estadounidenses del 2016, algo que la Casa Blanca ha rehuido cuestionar.
A Trump no le gustaba la visión de Tillerson en cuestiones como las prácticas comerciales de China, la guerra en Afganistán y el acuerdo nuclear de Irán suscrito en el 2015 por el presidente Barack Obama. Tampoco su interés para que Estados Unidos siguiera siendo parte del acuerdo climático de París, tras la retirada deTrump.
“Tillerson se había convertido en una especie de supervisor adulto del infantilismo de Trump”, dijo The Guardian.
Con un recorte presupuestario del 31% en el primer año y de un 29% en el presente año fiscal, Tillerson vio diezmado su propio personal y operaciones, así como la ayuda internacional.
“No se puede castrar públicamente a su propio secretario de Estado”, dijo a The Washington Post, Bob Corker, el senador republicano que preside el Comité de Relaciones Exteriores.
Diplomáticos estadounidenses afirmaron que no tenía precedentes la forma cómo un presidente socavaba en forma tan sistemática las acciones de su secretario de Estado.
Representantes del gobierno chino se preguntaron por qué Trump enviaba a un emisario cuyo mensaje no quería escuchar y en que no creía.
Trump: Un maldito idiota
NBC News informó que Tillerson había calificado a Trump como un “maldito idiota”.
Cuando los periodistas le preguntaron insistentemente a Trump si había despedido a Tillerson “porque te llamó maldito idiota”, el presidente respondió que no podía oír la pregunta. Luego dijo: “Respeto su intelecto. Respeto el proceso que todos hemos pasado juntos”.
Un Tillerson visiblemente conmocionado y desmoralizado habló brevemente el martes a los periodistas que reportan desde el Departamento de Estado. No criticó la decisión de Trump, pero tampoco incluyó al presidente en su lista de agradecimientos.
Tillerson dijo que recibió una llamada “un poco después del mediodía” de Trump y de Kelly. Aunque dejará el cargo formalmente el 31 de marzo, todos sus compromisos los asumirá inmediatamente el subsecretario John Sullivan.
Reflexionando sobre su mandato, Tillerson afirmó que “superamos las expectativas de casi todos” con respecto a Corea del Norte. Reconoció que aún queda mucho por hacer en la relación con China. En lo que algunos interpretaron como un disparo de despedida a Trump, destacó el “comportamiento y acciones preocupantes” de Rusia.
“Rusia debe evaluar cuidadosamente cómo sus acciones afectan los intereses del pueblo ruso y del mundo en general”, dijo Tillerson. “Continuar su curso actual puede conducirla a un mayor aislamiento, una situación que no beneficia a nadie”.
Analistas afirmaron, por otro lado, que la destitución de Tillerson buscaba eclipsar las elecciones especiales del martes en Pensilvania, donde un republicano respaldado por Trump estaba encaminado a la derrota, y desviar la atención del despido del ayudante de la Casa Blanca John McEntee y las acusaciones de una aventura extramatrimonial del presidente con la actriz pornográfico Stormy Daniels.
El candidato demócrata Conor Lamb aventajó en el decimoctavo distrito electoral de Pensilvania al republicano Rick Saccone. Independientemente del ganador de esta justa electoral, la competencia demostró la caída del voto en un distrito netamente republicano en el que Trump ganó por una amplia mayoría en la campaña hacia la presidencia en el 2016.
Quién es Pompeo
Graduado de West Point y Harvard y excongresista republicano, Pompeo es considerado como más leal que Tillerson, quien no había conocido a Trump antes de las elecciones y estaba cada vez más en desacuerdo con su estilo y sus políticas. Pompeo llegó al Congreso en el 2011 subido en la ola derechista del Tea Party.
“He trabajado con Mike Pompeo por bastante tiempo. Tremenda energía, tremendo intelecto, siempre estamos en la misma onda. La relación ha sido muy buena y eso es lo que necesito como secretaria de estado”, dijo Trump luego anunciar su designación.
Partidario de la línea dura ha pedido que se rompa el acuerdo nuclear con Irán, se minimice la sospecha sobre la injerencia de Rusia en las elecciones de 2016 y ha planteado un cambio de régimen en Corea del Norte.
“Pompeo se alineará directamente con los halcones en una administración que ya es intransigente en asuntos como Irán y Corea del Norte”, dijo The New York Times.
“Pompeo no ha hecho más que hablar sobre cómo tenemos que ponernos los guantes”, dijo Stephen M. Walt, profesor de Relaciones Internacionales en la Escuela Kennedy de Harvard. “No hay razón para creer que cambiaría sus puntos de vista si lo ponen a cargo del Departamento de Estado”.
Más bien podrían reforzar, en lugar de frenar, los instintos de Trump, lo cual endurecería aún más la política estadounidense hacia Irán, donde Tillerson, junto con el secretario de Defensa Jim Mattis, lo habían instado a no desechar el acuerdo nuclear negociado por Obama.
“Espero con ansias hacer retroceder este desastroso acuerdo con el mayor patrocinador estatal de terrorismo”, escribió Pompeo en Twitter.
Más tarde al frente de la CIA presionó para la liberación de los documentos clasificados de la operación en la que murió Osama bin Laden, que incluía supuesta evidencia de vínculos entre Al Qaeda e Irán. Los críticos dicen que fue calculado para socavar el apoyo al acuerdo nuclear.
Sobre Corea del Norte, Pompeo ha promovido el asesinato del líder de ese país, Kim Jong-un. “Es un personaje de lo más peligroso porque tiene el control sobre el arsenal nuclear de Corea del Norte”, dijo en un foro en julio pasado en Haspen.
Como jefe de la CIA, Pompeo afirmó que el submarino y otras técnicas brutales de interrogar a prisioneros ni siquiera constituyen tortura, y elogió a los “patriotas” que usaron esos métodos en los primeros días de la lucha contra Al Qaeda.
Nancy Pelosi, líder demócrata en la Cámara de Representantes, comentó que “las acciones del presidente Trump muestran que todos los funcionarios de su administración están a merced de sus caprichos personales y su culto a Putin”.
Haspel la torturadora
Gina Haspel ha sido objeto de escrutinio por su papel en el programa de tortura de la CIA bajo la administración Bush y la destrucción de evidencia por parte de la agencia.
Dos psicólogos contratados por la CIA para modificar los procedimientos de interrogatorios a sospechosos intentaron llevar el año pasado a Haspel a los tribunales por una demanda legal presentada por víctimas de tortura. El Departamento de Justicia impidió que presentaran pruebas ante los tribunales.
Como agente clandestino de la CIA, Haspel supervisó en el 2002 la tortura de dos sospechosos de terrorismo y luego destruyó los videos que documentaban sus brutales interrogatorios en una prisión secreta en Tailandia.
La designación de Haspel para dirigir la CIA, es interpretada como una señal pública de cómo bajo la administración Trump esa agencia de espionaje está dirigida por funcionarios que respaldan la tortura y quieren echar tierra sobre uno de los capítulos más oscuros de su historia reciente. Trump ha dicho en repetidas ocasiones que cree que la tortura funciona.
Haspel, quien entró en la CIA en 1985, ha pasado la mayor parte de su carrera encubierta. Desempeñó un papel directo en el “programa de entregas extraordinarias”, bajo el cual los militantes capturados fueron enviados a países fuera de Estados Unidos y mantenidos en instalaciones secretas, donde fueron torturados por personal de esa agencia.
“Debe explicarle al pueblo estadounidense cómo alguien involucrado en el funcionamiento de un sitio de tortura cuadra con sus propias promesas juradas ante el Congreso de que rechazará todas las formas de tortura y abuso”, dijo Christopher Anders, subdirector de la oficina de la Unión Americana de Libertades Civiles en Washington.
La decisión de Trump de ascender a Haspel, la primera mujer en ocupar la dirección de la CIA, es vista como una forma de congraciarse con la comunidad de inteligencia, la misma que atacó a lo largo de su campaña electoral y pocos meses después de llegar a la Casa Blanca.
El abierto desprecio de Trump por la CIA se originó después de que las agencias de inteligencia dijeron que creían que Rusia había intervenido en las elecciones para inclinar el resultado en su favor. Eso le costó el puesto al antiguo director de la CIA, Porter. J. Goss, sustituido por Pompeo.