Viernes 29 de junio, 5:42am. Un cohete de la compañía estadounidense SpaceX despegará de Florida cargando dos toneladas y media en equipo de la NASA, y se acoplará tres días después a la Estación Espacial Internacional, a 400 metros de altura
No es el primer viaje para este cohete: ya puso en órbita un satélite de la NASA hace dos meses, y aterrizó en un barco en el Atlántico a 300 metros de Cabo Cañaveral.
Tampoco es nueva la cápsula Dragon, que estaba en la punta del cohete y que llevaba el material de la NASA, pues había sido utilizada en 2016.
Estas misiones pueden parecer rutinarias, pero son una revolución en viajes espaciales.
El vuelo de este viernes será la decimoquinta misión de SpaceX para esta agencia espacial desde 2012. Una de ellas fracasó, explotando en pleno vuelo. Otra compañía, Orbital ATK, ha completado nueve vuelos de suministros, y también sufrió una explosión.
Antes de que lo hiciera SpaceX, solo los gobiernos llevaban material a la estación espacial.
Hoy la NASA depende tanto del sector privado que ha firmado contratos con SpaceX y Boeing para enviar astronautas al espacio a partir del próximo año, tan pronto sus cápsulas estén listas.
La NASA no ha podido enviar personas al espacio desde que el programa de lanzamiento espacial finalizó en 2011. Las agencias aeroespaciales en todo el mundo compran asientos a bordo de las naves espaciales rusas Soyuz, que son lanzadas desde Baikonur, Kazajstán.
“La combinación del gobierno con el sector privado es algo que no tiene comparación”, dice John Logsdon, profesor emérito de ciencias políticas y asuntos internacionales en la Universidad George Washington.