Hasta hace unos años, China era persona non grata en el mundo de los trasplantes por el uso de órganos de prisioneros ejecutados. Ahora ha prohibido esta práctica y ha cobrado cierta respetabilidad, aunque persisten las sospechas
Prueba del cambio es que unos 150 expertos chinos participaron esta semana en Madrid en el congreso anual de la Sociedad de Trasplantes.
Dicho número supone un récord, y los que antaño criticaban al país ahora aprueban el sistema chino de trasplantes, pese a las alegaciones de algunos de que todavía no es del todo transparente.
“El hecho de que haya tantos profesionales chinos aquí dando cuenta de su experiencia es un testimonio de la evolución de China”, comentó a la prensa Francis Delmonico, un destacado cirujano estadounidense y expresidente de la Sociedad de Trasplantes.
Según recordó, hasta hace un tiempo la Sociedad tenía prohibido que los expertos chinos expusieran sus trabajos en la conferencia anual.
China prohibió en 2015 el uso de órganos de prisioneros ejecutados, y en su lugar creó un sistema de donaciones voluntarias.
No obstante, algunos sospechan que la práctica podría estar manteniéndose, y que para esquivar la norma se esté catalogando como “voluntarios” a algunos presos.
Huang Jiefu, el hombre encargado de rehacer el sistema chino de trasplantes, deniega enérgicamente que así sea, y asegura que actualmente rige una política de tolerancia cero.
Con todo, el año pasado reconoció en una conferencia en el Vaticano que se podrían estar produciendo trasplantes de órganos procedentes de presos.
“China es un inmenso país con una población de 1.300 millones de habitantes, así que estoy seguro de que se están produciendo vulneraciones de la ley”, declaró en ese momento.