Irene Gutiérrez, Diana Toro y Jennifer Landaeta, tres mujeres privadas de libertad, pero no privadas de soñar, celebran una Navidad “diferente” en el Centro Femenino de Rehabilitación, sin sus seres queridos
Cuando llega diciembre, no es extraño ver las calles y los parques con adornos navideños por doquier, las noches iluminadas por luces de colores, los centros comerciales llenos de gente comprando regalos y el tráfico de automóviles congestionado porque todos quieren comprar a última hora algo que les faltó. Sin embargo, las mujeres del Centro Femenino de Rehabilitación Doña Cecilia Orillac de Chiari cambiarían todo esto, aunque sea, por unas horas de libertad durante la “Noche Buena”, junto a lo que para ellas es lo más importante: la familia.
Irene Gutiérrez: “Hemos preparado una cena de Navidad, pero no estarán presentes mis hijos”
Irene Gutiérrez, de 43 años, es una de las 904 mujeres privadas de libertad que alberga el Centro Femenino de Rehabilitación, ubicado en la avenida Domingo Díaz, en la ciudad capital, donde Irene, en los ocho años que lleva recluida en ese lugar, ha aprendido a sacarle el mayor provecho al tiempo: trabaja en el área de Protocolo y está punto de terminar una licenciatura en Desarrollo Comunitario.
“Tengo tres hijos, uno de 24 años, de 19 y 14. Y mi día, desde hace ocho años, comienza muy temprano, cuando me levanto a correr por los alrededores, después desayuno para luego dirigirme a trabajar. Fuimos nosotras, las de Protocolo, quienes organizamos la llegada del Contralor de la República, Federico Humbert, quién nos obsequió a todas un kit de aseo personal y nos ofreció un almuerzo navideño. Por las tardes, estudio. Me gradué a nivel técnico, y ahora deseo obtener la licenciatura”.
Lo que Irene más echa de menos es su familia y la privacidad. Sin embargo, ha aprendido a convivir con sus compañeras, con quienes ha organizado una cena navideña, donde todas compartirán un festín el 25 de diciembre, a las 12:00 a.m. “Como todos los años, mis compañeras y yo nos hemos preparado para organizar nuestra cena de Navidad, como en cualquier casa donde se come jamón, rosca, arroz, ensalada; la única diferencia es que no estarán presente mis hijos, a quienes extraño mucho. Por lo demás, tratamos que todo transcurra en un ambiente de alegría”.
Y es cierto. Las internas del Centro Femenino de Rehabilitación, aunque a algunas de ellas la Navidad las deprime porque no están con sus seres queridos, han decorado un arbolito navideño y un “Nacimiento” con una cita del Libro de Mateo, lo que le imprime un carácter festivo a las instalaciones de color verde y crema, que ocupan un espacio de 5 hectáreas, donde, además de los 10 hogares de las reclusas, se encuentra una clínica, una capilla, un salón de clases donde reciben lecciones de Primaria y Secundaria, los salones de estudios universitarios, el taller de moda y confección, un jardín botánico, y áreas de recreación.
Sin embargo, el Centro Femenino de Rehabilitación con sus numerosos árboles y con una capacidad para 433 internas, alberga hoy en día a una sobrepoblación de 904 mujeres privadas de libertad, donde 26 son extranjeras y 878 panameñas. Así lo reconoció la directora del Centro, Lisseth Berrocal, quién dijo que “en estos momentos tenemos un hacinamiento”. “Parte de la estrategia en materia penal es la rebaja de condena por buena conducta y trabajo, para reducir la población de internas. Pero también el Órgano Judicial tendría que acelerar los procesos para definir el estatus de las reclusas”, dejó en claro Berrocal.
Diana Toro Jaramillo: “Esta es mi tercera Navidad aquí, y la segunda sin mi hijo”
Diana Cecilia Toro Jaramillo es una colombiana que hace dos años llegó al Centro Femenino de Rehabilitación y, a la fecha, su caso no se ha logrado esclarecer. Ella ha sido vinculada a las investigaciones que las autoridades locales realizan en torno a su pareja, quién actualmente se encuentra recluido en el centro penitenciario La Joya, por “blanqueo de capital”, a pesar de que “nunca encontraron ninguna prueba” que los culpara, sostiene Diana, quién se declara “inocente”.
“Tras el allanamiento de mi apartamento en Mar Bella, fui separada de mi hijo, que en ese entonces tenía 2 años, y yo fui traída aquí. Las investigaciones continúan, y, a la fecha, no he sido juzgada aún. No sé cuanto tiempo vaya a pasar en el Centro Femenino, ni sé cuándo voy a ver a mi hijo. Mi padre falleció sin saber que yo estaba presa en Panamá, no quise decírselo para que no sufriera. Mi hijo, con quién a veces mantengo contacto telefónico, está en Colombia al cuidado de sus abuelos paternos, que no son los padres de mi actual pareja”, cuenta Diana, a punto de llorar. Sin embargo, saca fuerzas de donde no las hay y dice que su primera Navidad en el Centro Femenino “fue triste, a pesar de que algunas compañeras me recibieron bien, diciéndome que las cosas iban a mejorar”. “Definitivamente hay gente que está peor que uno, cuando veo las noticias sobre lo que está pasando en Siria, por ejemplo, donde hay niños muriendo, me doy cuenta que, al menos, nosotras estamos bien”, agrega Diana con un hilo de sonrisa, a modo de consuelo, tal vez pensando en su hijo.
Pese a todo, esta Navidad en el Centro Femenino de Rehabilitación es diferente a las anteriores: reina la alegría por doquier, debido a que 128 internas obtuvieron su libertad por rebaja de condena. Y como manifestó Diana, la alegría de una es la alegría de la otra, sin importa que una interna salga libre, mientras su compañera se quede sin saber cuando saldrá de allí.
Jennifer Landaeta: “He aprendido a valorar hasta una cuchara de plástico para comer”
Jennifer Landaeta, de 37 años, es una venezolana que, tras haber permanecido seis años en el Centro Femenino, aprendió ha “construir su pequeño mundo” allí, adentro, donde fueron varias las Navidades que pasó con sus compañeras, a las que ahora le cuesta dejar, ya que ella es una de las 128 reclusas que el Presidente de la República, Juan Carlos Varela, otorgó un “perdón”, debido al buen comportamiento y trabajo realizado durante su condena rebajada.
“Fui detenida en el aeropuerto de Tocumén con cuatro kilos de cocaína, cuando me dirigía a Europa, procedente de Costa Rica, desde donde ingresé a Panamá través de la frontera. Al llegar al Centro Femenino, comencé a trabajar en el área verde, lo que me ha ayudado para rebajar mi condena”, cuenta Jennifer, quién recuerda que su primera Navidad, al lado de sus compañeras, fue en 2010, cuando empezaron los 25 de diciembre en el calendario sin los suyos, a quienes extraña.
“Cuando llega la Navidad trato de no pensar mucho en mis seres queridos para no deprimirme, como algunas. Y me esfuerzo por pasarla lo mejor que puedo, a pesar de que estamos todas aquí, encerradas. Y esta Navidad me gustaría pasarla con mis amigas del Centro Femenino, ya que será la última Navidad que estaré con ellas”.
De acuerdo con Berrocal, está prohibido, salvo permisos especiales, que las internas reciban visitas durante los días 24 y 25 de diciembre. “En el caso de este penal, las internas han estado recibiendo sus visitas los días previos a la Navidad, por medidas de seguridad, para evitar evasiones”, explicó la funcionaria. Agregó que en 2015, tres internas se fugaron del Centro Femenino de Rehabilitación, donde hay aproximadamente 150 custodios.
Pese a que muchos se deprimen porque en Navidad no tienen los medios económicos para comprar lo que desean, Irene, Diana y Jennifer coinciden en que lo más importante de esta festividad es “estar con la familia”. Irene, por su parte, dice que al salir del Centro Femenino de Rehabilitación espera poder insertarse con éxito en la sociedad y en el mercado laboral, para lo cual se está preparando. Diana trata de no pensar en el tiempo, porque se siente “sepultada viva”, pero cuando obtenga su libertad, asegura que “volverá a nacer” e irá a Colombia a reunirse con su hijo.
En tanto, Jennifer sostiene que “esta vez aprendió la lección” y que en estos seis años aprendió también a valorar hasta lo que aparentemente carece de valor. Tras haber sido favorecida con la rebaja de condena, será enviada a Venezuela. Sin embargo, debido a la situación política y económica de su país, Jennifer tiene planeado volver a empezar en Argentina o España, pero de ahora en adelante lo hará con el pie derecho, es decir, trabajando como chef, su profesión.
Hola soy una interna más de este lugar donde somos casi 200 extranjeras privadas de libertad a la espera de una buena noticia por parte de las autoridades, porque Muchas también estamos en proceso esperando por casi más de 2 a 3 años esperando una respuesta vinculadas a procesos por el simple hecho de ser: novias amigas o familiares.
Les pedimos el favor a las autoridades competentes que por favor! hagan algo por nosotras las mujeres que estamos en proceso
donde Muchas tenemos familia hijos y personas a nuestro cargo. queremos ya ser libres… por favor! que se haga Justicia porque esas relaciones por las cuales estamos aquí dejan de existir y quedamos como a la deriva sin culpa, sin nada que ver, en lo aire. aquellas personas con el tiempo que no es largo dejan de tener contacto.. Nosotras las mujeres estamos pagando por tener una relación.
Muchas gracias a quien lea. DIOS LOS BENDIGA