La crisis moral e institucional de Brasil está siendo abordada por ambiciosos líderes eclesiásticos que reclutan seguidores en prisiones y barrios marginales.
Con apenas el 9 por ciento de la población hace una generación, los evangélicos hoy representan el 29 por ciento de Brasil, el país católico romano más grande del mundo. Su ascendente rol resalta, en parte, la desilusión con un estado abrumado por la creciente delincuencia, la corrupción y el desempleo, una década después de ser considerado una estrella del mundo en desarrollo.
La crisis moral e institucional de Brasil está siendo abordada por ambiciosos líderes eclesiásticos que reclutan seguidores en prisiones y barrios marginales. Según miembros e investigadores, como parte de un mayor esfuerzo de campaña y recaudación de fondos legítimos, algunos también han demostrado, en violación de la ley, estar dispuestos a aceptar contribuciones de dinero del narcotráfico y recomendar candidatos desde el púlpito.
“Los evangélicos podrían definir el futuro del país en la próxima generación”, dijo Jeffrey Lesser, especialista de Brasil en la Universidad de Emory en Atlanta. No será fácil navegar, dada la inestabilidad del país, dijo, y agregó que los evangélicos están aumentando la “polarización cultural y religiosa”.
La mayoría de los evangélicos son pentecostales y neopentecostales, aunque en Brasil, a diferencia de Estados Unidos, el término incluye denominaciones como presbiteriano y bautista.
Los líderes evangélicos niegan que apoyen a candidatos desde el púlpito, que contribuyan a campañas o que acepten donaciones del narcotráfico; Bolsonaro dice que no recibe contribuciones de la iglesia.
Para las iglesias, especialmente la más poderosa, la Iglesia Universal del Reino de Dios, el reclutamiento de internos es el comienzo de un proceso. “En Universal, primero tenemos a la gente dentro de la prisión, luego vamos tras el resto del hogar”, dijo Marcos Sergio Lucas, quien permanece en prisión, donde se convirtió después de una década tras las rejas por robo a mano armada. La mayoría de su familia, incluidos su esposa, hermano e hija, ahora son miembros. El dinero es escaso, dijo, pero todos donan una parte de sus ganancias a la iglesia, un sistema de diezmo que Universal exige a su rebaño.
Una vez que salen de la cárcel, muchos conversos terminan en uno de los barrios bajos o favelas del país, donde los graffitis bíblicos decoran las paredes. La cantidad de dinero proveniente de las drogas que fluye hacia las bandejas recolectoras está creciendo, especialmente en Río de Janeiro, donde casi un tercio de los narcotraficantes se identifica como evangélicos (un aumento desde el 17 por ciento en 2004), según un estudio del Observatorio de Favelas, una organización sin fines de lucro.
Christina Vital, investigadora sobre el cruce de la religión con el tráfico de drogas, dice que muchos traficantes dan dinero a su iglesia, y los pastores no tienen problemas en aceptar tales donaciones.
Imitando a los pentecostales de EE.UU., la Iglesia Universal defiende el “evangelio de la prosperidad”, una afirmación de que cuanto más entregas a la iglesia, más buena fortuna cosecharás.
“La Iglesia Universal revisa la Biblia en busca de los mejores versos para extraer dinero de las personas”, dijo el expastor Fabio Rodrigues, quien pasó casi 20 años con la organización antes de retirarse.
Los expastores describen un entorno en el que se enseñan tácticas de venta de alta presión, y los obispos, enfocados en el objetivo, los agobian exigiendo actualizaciones de ingresos. Los que logran mejores metas reciben mejores casas, autos y bonos, pero los que no cumplen son castigados, degradados temporalmente a tareas menores como labores de conserje, de acuerdo con los expastores y empleados.
Un portavoz de la Iglesia Universal llamó a estas informaciones invenciones de expastores y rechazó cualquier sugerencia de actividad ilegal o impropia de su parte o de sus pastores.
La candidatura presidencial de Bolsonaro ha contado con el poder evangélico, al igual que ocurrió con el presidente de EE.UU., Donald Trump, y los nuevos presidentes de Chile y Colombia. En agosto, Bolsonaro, que se mantiene formalmente católico, subió al escenario en una iglesia evangélica y concluyó sus comentarios diciendo: “El estado puede ser secular, pero yo soy cristiano”. Después de que Bolsonaro fue apuñalado en un mitin el mes pasado, un predicador evangélico y senador oró sobre su cama de hospital, diciendo que el Señor les había confiado una misión para cambiar la realidad de la nación. La popularidad de Bolsonaro ha aumentado desde entonces.