Estas tradiciones están muy arraigadas en los países de América Latina y se repiten año a año como un ritual sagrado para miles de personas
La ropa interior amarilla se vende como pan caliente en estos días en Santiago. Al igual que en varios países de América Latina, en Chile se usa para recibir el Año Nuevo e invocar prosperidad, amor y abundancia, tanto como comer lentejas o uvas a la medianoche, tradiciones muy arraigadas en la región.
“Es para el amor, para la suerte, para el dinero y para que este año le vaya bien a todo el mundo”, dice Gladys Leal mientras vende ropa interior femenina de todos los tipos y tamaños y también de hombres en el tradicional barrio Meiggs de Santiago.
“Son para que traiga buena suerte el próximo año; para las solteras, para el amor. El amarillo está conectado con el rayo dorado, que es de la abundancia y la prosperidad”, asegura por su parte Jesica Silva, quien también vende en este popular barrio comercial de Santiago.
En Chile, la tradición indica que la ropa interior amarilla que se usa durante la noche de Año Nuevo debe ser regalada. Algunos plantean que también hay que ponérsela al revés para asegurar un año con mayor pasión.
“Más que con los calzones amarillos, la tradición tiene que ver con el color”, explica a la AFP el escritor Héctor Velis-Meza, autor del libro “La historia secreta de la Navidad y el Año Nuevo”, en el que plantea que aunque el amarillo normalmente se ha asociado a la mala suerte, en este caso hace referencia al sol, que representa la eternidad.
En México, Perú y Ecuador también se estila usar ropa interior amarilla para atraer la prosperidad, aunque si lo que se busca es amor esta tiene que ser roja. En Uruguay, Argentina y Brasil, en cambio, debe empezarse el calendario con prendas rosadas bajo la ropa.
Y en Venezuela, además, es imprescindible, para la buena fortuna, estrenar todo lo que se lleve puesto.
Cábalas exportadas
En buena parte de los países de la región se comen lentejas la noche de Año Nuevo y 12 uvas, una por cada mes del año que viene acompañando las 12 campanadas y pidiendo un deseo con cada una. También quienes aspiren a viajar dan justo a la medianoche un pequeño paseo portando una maleta.
Otra de las tradiciones más extendidas en Chile es dar el primer abrazo de saludo del Año Nuevo a alguien del sexo opuesto, lo que aseguraría el amor durante los próximos 12 meses.
En Uruguay, es usual que la gente lance a la calle un balde de agua para limpiar el camino del año que comienza y que desde las ventanas vuelen miles de trocitos de calendarios del año viejo.
Mientras tanto en Brasil, con una importante población devota de cultos como el candomblé y el umbandismo, muchos se visten de blanco para hacer sus ofrendas a Yemanyá, diosa del mar, y lanzan en playas como las de Rio de Janeiro rosas y gladiolos como ofrendas para asegurar paz y prosperidad.
Y en algunos países como Perú y Ecuador se queman muñecos que representan a figuras poco populares, una costumbre arraigada en antiguas prácticas indígenas andinas de justicia popular, que permite a los ciudadanos dar rienda suelta a su cólera contra esos personajes.
En Ecuador, a las 12 de la noche la gente sale con sus monigotes hechos de aserrín o papel periódico para quemarlos, pero antes, les pegan con un cinturón para despedir todo lo malo del año que termina y así empezar con buena suerte el nuevo.
En las calles suelen estar las viudas, grupos de hombres disfrazados de mujeres, que piden limosna para enterrar a su “viejo”, que es el monigote. Algunas “viudas” usan ropa sensual, coquetean con conductores y bailan sobre los autos.
Todas estas tradiciones están muy arraigadas en los países de América Latina y se repiten año a año como un ritual sagrado para miles de personas, condimentando una de las celebraciones más esperadas.
Muchas han sido traspasadas de generación en generación tras ser heredadas de culturas originarias y por parte también de los colonos europeos en una singular mezcla. “Muchas de estas cábalas no tienen mucha relación con nosotros, porque se trajeron de Europa por lo conquistadores”, explica Velis-Meza.
Un ejemplo es la tradición de comer lentejas, que se exportó desde Europa, donde a través de la ingesta de una comida muy calórica se busca preparar el cuerpo para el invierno que recién se inicia.