Tras haber alabado, en 2008 y luego en 2012, las virtudes de su marido en la Casa Blanca, la Primera dama se implicó fuertemente a finales de 2016 a favor de la candidata demócrata Hillary Clinton, denunciando el “lenguaje de odio” de su adversario republicano
Michelle Obama pronunció este viernes un emocionante discurso de despedida de su paso por la Casa Blanca alabando la “magnífica diversidad” de Estados Unidos y animando a la juventud a no tener miedo del futuro, sino a luchar por sus libertades.
“Ser Primera dama ha sido el mayor honor de mi vida, espero que hayáis estado orgullosos de mi”, dijo, con la voz entrecortada por las lágrimas, la primera “First Lady” afroamericana de la historia de Estados Unidos.
A dos semanas de la llegada al poder de Donald Trump, la esposa de Barack Obama hizo un llamamiento a los estadounidenses para que no bajen los brazos y se mantengan activos para “preservar y proteger” sus libertades.
“A todos los jóvenes que escuchan, que sepan que este país les pertenece, a todos, sea cual sea vuestro origen o vuestro recorrido”, declaró esta hija de unos pequeños empleados, diplomada por Princeton y Harvard, dos de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos.
“Si vosotros o vuestros padres son emigrantes, tengan en cuenta que sois parte de una tradición de la que Estados Unidos se siente orgullosa (…), tengan en cuenta también que la diversidad religiosa es una gran tradición estadounidense, ya seáis musulmanes, cristianos, judíos, hindúes, sijs”, añadió la Primera dama, sin mencionar al futuro presidente, Donald Trump, cuyas tomas de posición denunció con virulencia durante la campaña.
“Nuestra magnífica diversidad hace de nosotros lo que somos”, dijo Michelle, de 52 años, añadiendo que pensaba continuar con su trabajo centrado en la educación de las niñas, en Estados Unidos y en el resto del mundo.
“¡No tengan miedo! ¿Me oyen? No tengan miedo, manténganse centrados, ser determinantes, ser fuertes”, continuó. “Es mi último mensaje para ustedes como Primera dama, jóvenes estadounidenses. Es un mensaje simple”.
Tras haber alabado, en 2008 y luego en 2012, las virtudes de su marido en la Casa Blanca, la Primera dama se implicó fuertemente a finales de 2016 a favor de la candidata demócrata Hillary Clinton, denunciando el “lenguaje de odio” de su adversario republicano.
En un discurso pronunciado a mediados de octubre en New Hampshire (noreste), denunció, con la voz temblorosa de cólera, la actitud “espantosa” del candidato Donald Trump hacia las mujeres, reconociéndose “asustada hasta la médula”, más allá de lo que hubiera podido imaginar.
“No es normal. No es justo el juego político. Es vergonzoso. Es intolerable”, dijo antes de evocar los malos recuerdos de ese episodio de la campaña: “Los comentarios descorteses sobre nuestros cuerpos, la falta de respeto a nuestras ambiciones y nuestra inteligencia”.
Más allá de la defensa de las causas con las que se comprometió -lucha contra la obesidad, ayuda a las familias de excombatientes-, Michelle se expresó, a lo largo de estos últimos años, cada vez con más frecuencia y más directamente sobre las desigualdades de la sociedad estadounidense y las cuestiones raciales.
Aunque su cuota de popularidad inoxidable ha alimentado continuamente interrogantes sobre sus ambiciones electorales, ella ha insistido en que nunca se lanzaría a la arena política.
“Michelle nunca será candidata”, afirmó una vez más Obama hace pocas semanas. “Tiene una complicidad increíble con los estadounidenses pero, como le suelo decir sonriendo, es demasiado sensible para lanzarse en política”.