Estas elecciones se decidirán exclusivamente sobre la base de las simpatías personales y el partido con la mejor posibilidad de gobernar bien entendido ello, mejorar las condiciones económicas.
Seis de los siete candidatos no alterarán el denominado “establishment panameño”. El proceso de gobernabilidad no será alterado. Las diferencias entre candidato a candidato están basadas en argumentos éticos o de mayor o menor transparencia. Fuera de esto nada inusual. Todos parecen seguir el mismo libreto. Al electorado las promesas electorales van en la misma dirección en cuanto a forma. En cuanto a sustancia nadie ha manifestado nada particularmente relevante. Mientras discutimos el tipo de constituyente que queremos y la necesidad del mismo a ciencia cierta nadie sabe que debe cambiar y cómo. ¿Qué propuesta sostiene un candidato frente al otro sobre temas puntuales? Ya todo resulta un poco esotérico. Necesitamos una nueva constitución, sin embargo, nadie sabe que queremos en ella o que no nos funciona de la actual. A ver candidatos, digan algo por lo menos que impacte.
En muchos países las discusiones nacionales giran sobre la desigualdad entendiéndose por ella el extraordinario beneficio del sistema existente por los sectores económicamente privilegiados. Es decir, el sistema económico favorece mucho más a los ricos que a los menos afortunados. El proyecto político necesita ajustes y esto va dirigido a un mejor equilibrio. En Panamá los sectores económicos relevantes están tranquilos pues los seis candidatos con algún nivel de triunfo van a una contienda electoral sin alterar el status quo.
Igualmente sobre el tema de la desigualdad en el género y su participación en el poder político y económico no parece ser un tema de discusión nacional.