Arqueólogos anunciaron el hallazgo de un tesoro extraordinario de artefactos mayas preservados debajo de la ciudad antigua de Chichén Itzá, en la península de Yucatán, México.
Los artefactos fueron encontrados en una cueva llamada Balamkú, a menos de 3 kilómetros de la pirámide de El Castillo, también conocida como el Templo de Kukulcán, que está al centro de esa zona arqueológica.
Guillermo de Anda, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México, dijo en un comunicado publicado el 4 de marzo que el descubrimiento “ayudará a reescribir la historia de Chichen Itzá”, centro maya que tuvo su auge entre los años 750 y 1200 d. C.
La ciudad fue construida encima de una red de acuíferos, incluidos los profundos cenotes de agua de manantial que los mayas creían que eran sitios sagrados que fungían como portales al inframundo. El nombre del sitio arqueológico a veces es traducido como “boca del pozo de los itzaes”.
De Anda y sus colegas estaban explorando el sistema acuífero cuando encontraron los artefactos, que datan de entre 700 y 1000 d. C. El equipo ha explorado unos 400 metros de la cueva y de sus cámaras conectadas por túneles.
“El lugar es extraordinario”, dijo De Anda en un video producido por el INAH que lo muestra pecho tierra por un pasaje de la cueva de Balamkú.
“Ahora viene una etapa de documentación fina, protección y conservación de este maravilloso y único lugar”.
Los habitantes locales de la zona ya habían alertado a las autoridades sobre la existencia de la cueva hace cinco décadas, pero en ese momento no fue estudiada; el comunicado del INAH indica que el arqueólogo que recibió la notificación, Víctor Segovia Pinto, ordenó que se sellara la entrada. Eso provocó que los contenidos no fueron manipulados. El año pasado el hijo de uno de los ejidatarios que dio el aviso en los años sesenta, Luis Un, llevó al equipo arqueológico de nuevo a la entrada de Balamkú.
Hay por lo menos doscientos artefactos dentro, incluyendo fragmentos de cerámica, contenedores para moler comida e incensarios. Los investigadores creen que las pruebas a los artefactos mostrarán rastros de jade y de semillas y huesos que eran usados como ofrendas y que ya han sido encontrados en sitios similares.
Algunos de los incensarios tienen una forma similar a la de Tláloc, el dios azteca de la lluvia que era venerado en la parte central de México y que entones habría viajado hacia Yucatán. Su existencia ayudaría a los investigadores a entender más cómo se relacionaron los mayas con otras civilizaciones mesoamericanas. La cantidad de los artefactos y su ubicación en un sitio tan escondido de la cueva también serían indicativos de la importancia del lugar.
De Anda, quien también dirige el proyecto del Gran Acuífero Maya, dijo que el descubrimiento permitirá desarrollar nuevos modelos arqueológicos de las cuevas con un mapeo en tercera dimensión.
De Anda y el codirector del proyecto acuífero, el profesor de arqueología maya James Brady, de la Universidad Estatal de California en Los Ángeles, dijo que el descubrimiento de la cueva es el más significativo en el área desde que se halló la cueva cercana de Balamkanché en los años cincuenta.
En entrevista telefónica, Brady dijo que los artefactos de Balamkanché, muchos de ellos similares a los recién encontrados en Balamkú, no fueron estudiados de cerca por la premura de desarrollar esa otra cueva como sitio turístico. Añadió que ambos hallazgos indican que los espacios subterráneos eran una parte más importante de la vida en Chichén Itzá de lo que se había reconocido hasta ahora.
“Nos estamos moviendo lento para asegurarnos de que todo se haga correctamente”, dijo Brady.