El video de las ejecuciones de la mezquita de Christchurch muestra el asesinato de personas inocentes desde la perspectiva del atacante, quien lo utilizó para divulgar sus motivaciones racistas y su cosmovisión genocida.
La grabación también tenía esa intención: que se propagara. Esta fue una de las razones por las que la red social no pudo eliminar rápidamente el video de su plataforma, según explicó Facebook, la página que eligió el asesino como medio de transmisión.
“En las primeras veinticuatro horas eliminamos 1,5 millones de videos del ataque globalmente, de los cuales más de 1,2 millones se bloquearon al cargarse”, señaló Facebook públicamente el 16 de marzo. El 20 de marzo, la compañía detalló sus esfuerzos y explicó que los sistemas de “cotejo de contenido” y la inteligencia artificial existentes no habían podido detener la propagación del video porque el contenido se había transformado muchas veces. (La empresa también reconoció las críticas que señalaban que debió realizar un mejor trabajo).
Facebook puede explicar por qué un video como ese no está permitido en su plataforma y la manera en que lo eliminaron. Tal como lo hizo, puede señalar que la culpa es de “actores nocivos que se coordinan” y buscan volver a compartir el video con tantas personas como sea posible. Sin embargo, otras explicaciones muestran que la empresa también se vio afectada por un grupo mucho más grande y menos organizado: los usuarios de Facebook detrás del resto de esos 1,5 millones de videos (la gente que, como lo dijo la empresa, pudo haber estado “grabando las transmisiones en televisión, capturando videos desde sitios web, grabando pantallas de computadoras con sus celulares o simplemente compartiendo un video que recibieron”).
La gente quería verlo. La gente quería compartirlo.
En otras partes de la red, otras plataformas también estaban realizando esfuerzos. Reddit prohibió una comunidad llamada WatchPeopleDie (mira a personas morir), que había estado activa durante los últimos siete años y atrajo a más de cuatrocientos mil suscriptores, después de que algunos de sus moderadores voluntarios, que ya estaban sometidos a un intenso escrutinio, se rehusaran a eliminar copias del ataque de Christchurch. LiveLeak, un sitio web parecido a YouTube, comparó el video del tiroteo con “los llamativos videos promocionales del Estado Islámico” y señaló que no “complacería” al tirador albergando su grabación.
Sin embargo, LiveLeak fue mucho más franco acerca de los deseos de sus usuarios. “Hemos recibido un gran número de quejas por el hecho de que no permitiremos la transmisión del video”, señaló el sitio web en una publicación. “Entendemos totalmente que algunas personas no estarán contentas con esta decisión”.
LiveLeak no es el tipo de sitio donde simplemente te topas con algo aterrador; los videos espeluznantes son lo que sus usuarios, asiduos o casuales, van allí a ver. Desde 2006, bajo el eslogan “Redefiniendo los medios”, el sitio ha funcionado como un YouTube más pequeño y más macabro, con un énfasis declarado en los videos que acompañan a las noticias y plasman imágenes de guerra, crímenes o terrorismo. Ahora con casi quince años de antigüedad, aún recibe entre dieciséis y veinte millones de visitas únicas al mes, con oleadas que acompañan alguna sensación viral inusual (un video de un avión que aterriza de lado en medio de fuertes ráfagas de viento) o, más a menudo, una explosión de violencia bien documentada.
LiveLeak se posiciona como un complemento sin filtros de los medios tradicionales, pero tiene sus raíces en la cultura de los sitios “de impacto” o “sangrientos”. Su lanzamiento correspondió al cierre de su predecesor, Ogrish, el 31 de octubre de 2006, un sitio que, junto con otros como Rotten.com y Stile Project, se deleitaba abiertamente con el morbo de lo que compartía. Algunos sitios de videos impactantes presentaban fotografías y videos de muerte y violencia al estilo de la pornografía (y a veces junto con ella). Rotten.com publicaba imágenes impactantes con noticias mórbidas, ensayos y una “biblioteca” de referencias de oscuros temas esotéricos. En sus primeros días, Ogrish albergaba material de las secuelas de los ataques del 11 de Septiembre.
¿Qué obtenían los espectadores con estos videos de muerte? ¿De asesinatos y masacres? ¿De accidentes automovilísticos, contratiempos médicos y accidentes en el trabajo? En un estudio de 2008 sobre los foros de Ogrish, Sue Tait, quien fue profesora de la Universidad de Canterbury en Christchurch, Nueva Zelanda, identificó cuatro “posturas de los espectadores”. Estaban los que percibían el sufrimiento expuesto como una fuente de estimulación, para quienes el terror y el impacto equivalían a una forma de placer. Había espectadores que expresaban vulnerabilidad, tristeza o empatía. Había espectadores que decían que estaban viendo los videos con el fin de prepararse para algo —un despliegue, un empleo difícil— y creían que podrían insensibilizarse de forma provechosa. Finalmente, había espectadores que parecían creer que lo que estaban haciendo era necesario, como un acto de valentía o hasta cierto punto contracultural —en contra de los medios, en contra de la censura— o para ser testigos de alguna suerte de verdad.
En una entrevista, Tait recordó la manera en que algunos usuarios juzgaban videos en términos estéticos superficiales, y describían cómo sentían una “euforia” con ciertos tipos de videos y no con otros. “Sabíamos que las personas son capaces de insensibilizarse con el tiempo”, comentó. “Pero aquí veíamos a personas que lo hacían intencionalmente”.
“Algunas personas hablaban de la manera en que los disfrutaban y cómo su placer se reducía con el paso del tiempo”, dijo. “Pero las cosas que según ellos disfrutaban eran síntomas de estrés postraumático”. Describían ansiedad. Estaban volviendo a experimentar el tiempo que pasaron en el sitio como uno lo haría después de un trauma, pero lo describían con un sentimiento de satisfacción. Además, dijo Tait, se dio cuenta “de que sentían un deseo de transmitirles ese trauma a otras personas, para poder tener con quién hablar sobre eso”.
Esto le recordó conversaciones recientes que había tenido con residentes de Christchurch, uno de los cuales le había dicho en un encuentro breve en el supermercado que había visto el video del tiroteo dos veces. Habló de manera abstracta acerca de cómo no lo había afectado como él esperaba. “Me recordó a la gente en Ogrish”, dijo Tait. “Me pareció que este hombre que lo estaba viendo estaba un poco decepcionado”.
Los expertos desaconsejan casi universalmente describir el consumo de material violento como un fenómeno marginal. Jennifer Malkowski, profesora adjunta de Estudios Cinematográficos y de Medios en el Smith College, y autora de Dying in Full Detail: Mortality and Digital Documentary, señaló que LiveLeak, que es solo una de muchas fuentes de ese tipo de material, está clasificado en la firma de rastreo web Alexa como el sitio número 695 en la lista de los más visitados del mundo, junto con The Onion, Jezebel, y Forever21. Las plataformas principales de internet han invertido grandes cantidades de dinero y trabajo (gran parte invisible) para eliminar contenido espantoso, y contratan a moderadores de contenido para identificar y eliminar el contenido ilegal y a menudo traumático. Sin embargo, “lo difunden muchísimas personas”, dijo. “Creo que cuando ves las cifras de Facebook te enfrentas con la realidad”.
“Te das cuenta de que a estos videos no los divulgan unos pocos individuos desadaptados”, agregó.
Aún hay muchos videos de cosas visceralmente espantosas en LiveLeak. También hay muchos videos sobre inmigración, acerca de cómo los medios están atacando al presidente Donald Trump, acerca de la “corrección política” y del islam. Es una de las pocas plataformas que aún alberga videos de Infowars, que fue prohibido en YouTube y Facebook el año pasado, aunque no parecen atraer muchas visitas.
El fundador que queda, Hayden Hewitt, quien tomó la decisión de no albergar el video de Christchurch, reconoció que la audiencia de LiveLeak tiene tendencias de derecha y que un contingente racista ha encontrado un hogar en el sitio. “Sí, la gente que quiere ver ese tipo de cosas se sentirá atraída a este sitio”, dijo. “Es tan evidente como la nariz en tu rostro”.
Hewitt describió el racismo como “el epítome de la estupidez”, pero recitó quejas familiares acerca de los extremos de “ambos bandos”. (“Si criticas al gobierno israelí, algunas personas dirán que eres antisemita debido a eso. Y si criticas el islam radical, a menudo te acusan de ser islamofóbico”, dijo). Conduce un programa en internet llamado Trigger Warning, en el que lamenta el ascenso de la corrección política. Me dijo que cree que el discurso conservador está siendo reprimido en plataformas de internet más grandes, y que, mientras eso sea cierto, sus usuarios se inclinarán aún más a la derecha.
En los sitios de impacto, la violencia extrema a menudo se combina con la política extrema. Es menos evidente saber si ser testigos de lo peor es el origen de opiniones particulares o si los espacios que prestan atención a un tabú atraen a otros menos obvios. Pero Tait recuerda que el racismo es central incluso en la comunidad de Ogrish. “Uno de los temas de debate más populares era sobre la supremacía blanca”, recordó. “Era un debate extenso que de verdad estaba intentando darle una base científica al racismo”.
“Muchas personas hablaban acerca de la razón por la que veían videos de decapitaciones; por ejemplo, decían que querían ver de qué era capaz el enemigo”, dijo. “Y estaba muy asociado con la derecha y con el odio a los árabes”.
En 2008, cuando el político neerlandés antiinmigrante Geert Wilders quería distribuir su cortometraje Fitna, que combinaba material sangriento de las secuelas de ataques terroristas con una polémica antiislam, eligió LiveLeak. (“Puse mi vida en peligro por un hombre con el que estoy en desacuerdo en todos los niveles”, dijo Hewitt acerca de su decisión de albergar la película de Wilders).
Sin embargo, si sitios como LiveLeak alguna vez tuvieron un argumento para mostrarles a las audiencias lo que no mostraba el resto de los medios, en los últimos diez años su argumento se ha vuelto más complicado. En 2019 se graban videos de sufrimiento humano, como muchos otros, con la intención evidente de compartirlos, y con un plan específico para hacerlo, fuera de cualquier tipo de contexto ético profesional o compartido. Las imágenes impactantes y violentas no solo se buscan, sino que se imponen a la gente como una herramienta de acoso e intimidación, a favor de la ideología o la desinformación.
Actualmente, LiveLeak es menos un servicio de noticias y más un recolector de material macabro. Rotten.com ya no está en línea, quizá para siempre. En los foros de mensajes anónimos como 4chan —o 8chan, donde el tirador de Christchurch compartió su manifiesto— las imágenes de muerte humana se exhiben con frecuencia y fácilmente con el objetivo de impactar.
Y mientras millones de personas aún deciden hacer lo imposible para sentirse impactados, para “ser testigos” o disfrutar el dolor de los demás, también es cierto que las muertes y los asesinatos grabados tienen nuevas maneras de llegar a ellos. Contrario a las opiniones de que el tirador de Christchurch llevó a cabo un plan mediático sofisticado con base en algún entendimiento agudo de cómo funciona el internet, lo que en realidad hizo fue terriblemente simple: abrió la aplicación más popular del mundo, oprimió un botón y compartió.