Cada vez hay más ciudades en el mundo y son más ricas, pero al mismo tiempo sus habitantes están expuestos a las consecuencias del cambio climático, al terrorismo y a su crecimiento anárquico, advierten investigadores reunidos en Davos
La fragilidad derivada del rápido crecimiento urbano ha sido una de las preocupaciones de este año en el Foro Económico Mundial (WEF) que se celebra en la estación suiza de Davos.
Según la consultora brasileña Igarape, dos tercios de la población mundial vivirá en zonas urbanas en 2030, frente a la mitad que lo hace actualmente. Y gran parte de ese incremento vendrá solo de tres países: China, India y Nigeria.
En paralelo, algunas “superciudades”, que hoy ya son motores de la economía mundial, se parecerán cada vez más a un país, con un poder y una influencia acordes a sus enormes poblaciones.
Pero ese crecimiento también conlleva mucha fragilidad. Según el estudio de Igarape, que estableció un ránking de fragilidad de las urbes del mundo, como mayor sea su número más vulnerables serán.
París, con un índice de fragilidad de 2,18, es más vulnerable que Dakar (1.33) pero menos que Bagdad (3.88), por ejemplo. Entre las 15 más frágiles están ciudades como Adén, Kabul o Mogadiscio pero ninguna latinoamericana.
“El mundo se está convirtiendo cada vez más urbano”, explica el investigador canadiense de Igarape’, Robert Muggah, “y su resiliencia, éxito o fracaso, determinará el desempeño de muchos estados a nivel global”.
El concepto de resiliencia urbana (capacidad de adaptación) implica que las autoridades empiecen a evaluar sus fragilidades y a tomar medidas, explica la geógrafa francesa Magali Reghezza.
“Incluso si no podemos eliminar los riesgos, incluso si no podemos evitar completamente las crisis, podemos evitar que se conviertan en desastres. E incluso si hay un desastre, la ayuda es posible”, afirma.
– Amenazas a largo plazo –
Los atentados recientes han demostrado la vulnerabilidad de ciudades como París o Bruselas pero a largo plazo hay otras amenazas, como el aumento del nivel del mar o el crecimiento incontrolado en las zonas urbanas.
Ese crecimiento se hace en muchos casos sin las infraestructuras básicas –como instalaciones sanitarias o carreteras– necesarias para que el crecimiento sea sostenible.
“El mundo urbano se enfrenta a tres amenazas: riesgos naturales, en particular los derivados del cambio climático y sus consecuencias en los océanos, ‘apagones’ tecnológicos y terrorismo de masa”, dijo Reghezza.
La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, explicó que igual que otras ciudades nombró a un “responsable de resiliencia” para hacer frente a las amenazas más inmediatas para la capital francesa, las inundaciones y la seguridad .
“Estamos muy comprometidos en esta cuestión”, dijo a la AFP.
Unas 50 ciudades del mundo también tienen han nombrado a estos responsables, según la fundación Rockefeller, que ha lanzado un proyecto llamado “100 ciudades resilientes” para asesorar a los alcaldes.
Pero la protección frente a las amenazas tiene un coste muy alto.
Según datos del Banco Mundial, la inversión global para mejorar las infraestructuras urbanas, mejorando el transporte o controlando las inundaciones, es de más de 4,5 billones de dólares al año.
Además, si las autoridades quieren que esas infraestructuras sean poco contaminantes y resistentes al cambio climático, la cifra es mucho mayor.
Las compañías aseguradores ya han advertido que los costes están subiendo y no están tomando las medidas necesarias.
En 2016 los desastres naturales causaron daños por valor de 175.000 millones de dólares, un nivel que no se había alcanzado desde 2012, según datos de la compañía reaseguradora alemana Munich Re.