PEKÍN — Sin importar a qué acuerdo lleguen Washington y Pekín sobre la guerra comercial, el presidente estadounidense, Donald Trump, ya se anotó una gran victoria: las empresas están reconsiderando su dependencia de China.
Ambas partes están alcanzando un acuerdo, pues Trump dijo el 4 de abril que podría llegarse a un pacto comercial “épico” en unas cuantas semanas y que quizá pronto se reúna con el presidente de China, Xi Jinping. Sin embargo, las empresas globales, presionadas por los aranceles y las tensiones comerciales, ya están comenzando a quitarle a China sus cadenas de suministro, justo lo que querían algunos funcionarios del gobierno de Trump.
Esta medida, conocida como disgregación, es un objetivo importante para quienes creen que el mundo se ha vuelto demasiado dependiente de China como gigante manufacturero. A medida que Pekín aumenta su ejército y amplía su influencia geopolítica, algunos funcionarios temen que la dependencia que tiene Estados Unidos de las fábricas chinas lo vuelven vulnerable estratégicamente.
Actualmente, las empresas de muchas industrias están reduciendo su dependencia de China. GoPro, el fabricante de cámaras móviles, y Universal Electronics, fabricante de sensores y controles remoto, están trasladando parte de su trabajo a México. Hasbro está mudando su producción de juguetes a Estados Unidos, México, Vietnam e India. Aten International, una empresa taiwanesa de equipo de computación, volvió a enviar el trabajo a Taiwán. Danfoss, un consorcio danés, está mudando la producción de equipo hidráulico y de calefacción a Estados Unidos.
La victoria de Trump en esta área no es absoluta. Pese a sus promesas de volver a llevar empleos a Estados Unidos, la mayor parte del trabajo se está trasladando a otros países que manejan costos más bajos. La reestructuración de las cadenas de suministro a nivel global también toma tiempo, y China seguirá siendo un centro de fabricación imprescindible durante las siguientes décadas.
No obstante, los altos ejecutivos señalan que la guerra comercial ha provocado una revaluación fundamental de China como un lugar predominante para elaborar mercancías. Incluso las empresas chinas se están expandiendo hacia el exterior, a pesar de tener todavía la mayor parte de su producción en China.
“China fue la fábrica del mundo”, comentó Song Zhiping, miembro del Partido Comunista y director de la compañía China National Building Materials Group, una enorme empresa estatal. “Las cosas están cambiando. Por eso, las empresas chinas están saliendo del país”.
Una vocera del despacho del representante comercial de Estados Unidos se negó a hacer comentarios.
Aunque Trump presenta su guerra comercial como una lucha por los empleos, los partidarios de la disgregación dentro del gobierno ven esta iniciativa como una forma de competir con una China más fuerte y más agresiva.
China ya controla el mercado de algunos artículos como los páneles solares y se ha posicionado como el productor más grande del mundo de autos, autopartes y muchos otros productos de gran complejidad. Tiene planeado construir aviones, microprocesadores computacionales de alta tecnología, automóviles eléctricos y otros productos del futuro.
Es probable que cualquier acuerdo deje como están ahora los nuevos aranceles de Estados Unidos a los automóviles, las piezas de aeronaves, el equipo para centrales nucleares y otros artículos que los funcionarios del gobierno consideran fundamentales por razones económicas y de seguridad. Pero, de manera más general, los asesores comerciales de línea dura esperan que las empresas de otras industrias también encuentren países más favorables en donde hacer negocios.
China surgió como una potencia manufacturera durante las dos últimas décadas. La mano de obra era de bajo costo y relativamente calificada. El Partido Comunista evitó el surgimiento de sindicatos obreros independientes. Abundaban los subcontratistas, lo que significaba que las empresas podían negociar enérgicamente para obtener costos más bajos de abastecimiento. China construyó una extensa red de carreteras y de líneas ferroviarias. Tiene una amplia y creciente clientela local, lo cual quiere decir que las empresas no tienen que ir muy lejos para vender sus productos.
Las empresas llegaron en tropel a ese país. Según la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, China representó la cuarta parte de la fabricación mundial en términos de valor el año pasado, a diferencia del ocho por ciento que representaba en el 2000.
El valor generado por la manufactura en China el año pasado fue más grande que en Estados Unidos, Alemania y Corea del Sur juntos.
Sin embargo, durante años han estado aumentando los salarios y otros costos en China. Una cantidad cada vez mayor de empresas se quejan de que los funcionarios chinos con demasiada frecuencia favorecen a los competidores locales o no hacen lo suficiente para detener el robo de la propiedad intelectual.
Las posibilidades de que haya más peleas comerciales solo aumentan las razones para diversificarse, las cuales también incluyen riesgos en otras zonas, como la amenaza de Trump de cerrar la frontera con México y la complicada salida del Reino Unido de la Unión Europea.
“La localización será más importante”, afirmó en una entrevista a finales del mes pasado Joe Kaeser, director ejecutivo de Siemens, uno de los consorcios más grandes de Alemania, en el marco del Foro de Desarrollo de China celebrado en Pekín. “Así se resisten mejor los debates políticos”.
Tal vez China no necesariamente se oponga a los intentos de disgregación. Pekín desde hace mucho tiempo ha querido deshacerse de los empleos no calificados y contaminantes en el área de la manufactura y subir en la cadena de valor.
“La magnitud total de la mano de obra está disminuyendo, el costo laboral está aumentando y estamos perdiendo nuestra ventaja competitiva en industrias de bajo costo”, comentó en el Foro de Desarrollo de China el ministro de Industria y Tecnología de la Información de China, Miao Wei. Añadió que el país mejor se centraría en industrias innovadoras de alta tecnología.
No obstante, los funcionarios chinos deben ser muy cautelosos. Debido a una desaceleración de la economía, una salida abrupta de trabajo de China podría provocar pérdidas de empleos e inestabilidad.
Parece que las iniciativas de disgregación están en sus primeras etapas. En una amplia encuesta a los directores generales de finanzas de las empresas fabricantes de productos para exportación en China realizada a finales del año pasado por UBS, se descubrió que una tercera parte había sacado de China al menos una parte de su producción en 2018. Otra tercera parte pretendía hacer lo mismo este año. UBS descubrió que la empresa típica estaba trasladando la producción de aproximadamente el 30 por ciento de sus exportaciones.
Bill Winters, director general de Standard Chartered Bank, indicó en enero de este año en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, que ahora las empresas desean depender menos de un solo lugar, lo cual significa buscar una alternativa a China.
“Por ejemplo, las personas a las que les preocupa la posibilidad de que suban los aranceles a las exportaciones chinas están buscando sacar de China sus instalaciones de exportación y llevarlas a otros países, incluyendo las empresas chinas”, mencionó Winters.
Los países que desean desplazar a China han comenzado a señalar que es menos probable que a las exportaciones de sus países se les apliquen aranceles.
Para las empresas que operan en China, “la guerra comercial entre Estados Unidos y China genera una nueva incertidumbre”, comentó en una entrevista en Davos Airlangga Hartarto, ministro de Industria de Indonesia.
La capacidad de diversificarse depende de la industria. Según Razat Gaurav, director general de Llamasoft, una empresa de administración de cadenas de suministro en Ann Arbor, Míchigan, algunas empresas de autopartes han aumentado el tiempo de operación diario de sus fábricas de Estados Unidos para evitar los aranceles impuestos a los productos fabricados en China.
Por el contrario, afirmó, los fabricantes de teléfonos celulares inteligentes y de sus componentes —a quienes en general no han afectado los aranceles de Trump— han encontrado pocos lugares para trasladar el trabajo debido a que China controla esa cadena de suministro. Sin embargo, algunas empresas de esa industria también se están retirando, como Sony, la cual cerró el mes pasado una fábrica de teléfonos celulares en Pekín tras expandir su producción en Tailandia.
Por el momento, las empresas están buscando alternativas. Steve Madden, la empresa de zapatos, está trasladando su producción a Camboya. Hasbro, el fabricante de juguetes más importante del mundo, tiene la meta de “tener el 60 por ciento de su negocio fuera de China” para finales del próximo año, trasladando su producción a Estados Unidos y otros lugares, según dijo en una reciente conferencia telefónica Brian Goldner, presidente y director general de esta empresa.
Ana Swanson colaboró con este reportaje desde Washington.