Al idioma italiano no le faltan insultos pintorescos. Existen insultos sobre los familiares muertos, muchas ofensas relacionadas con la anatomía e infinidad de formas de decirle idiota a alguien.
ROMA —Sin embargo, parece que en estos momentos, uno de los peores insultos es llamarle buenista a alguien.
Además, en boca de Matteo Salvini, el político más poderoso de Italia y dirigente del partido antiinmigrante Liga Norte, la palabra buonista (que en español también tiene el sentido despectivo de bienintencionado o bienhechor) es un arma peligrosa.
“Los burócratas, los buenistas y los banqueros que han gobernado Europa durante demasiado tiempo están enterrando el sueño europeo”, señaló Salvini a principios de abril en la presentación de una nueva alianza de los partidos populistas y de extrema derecha antes de las elecciones del Parlamento Europeo en mayo.
O bien, a principios de año, cuando habló con desdén de “los buenistas fanfarrones”, a quienes compara con liberales hipócritas de limusina u optimistas corazones sangrantes, que “condenaron a muerte a miles de personas” al exhortar a los migrantes a que “entraran más y más”.
La proliferación de este inverosímil insulto se ha convertido en un indicador importante de la situación enrevesada de la política en Italia, donde ser demasiado bueno es malo, la experiencia es motivo de descalificaciones y los datos económicos duros están sujetos a un análisis dadaísta.
No obstante, los italianos no están solos. El partido de extrema derecha Alternativa para Alemania ha insultado tanto a sus opositores con la palabra Gutmensch —o bienhechor— que un jurado de lingüistas y escritores eligió esta palabra en 2015 como la peor palabra —o Unwort— del año.
Su uso peyorativo para quienes “se oponen a los ataques a las viviendas de los refugiados”, escribió el jurado, demostró que “a la tolerancia y a las ganas de ayudar por lo general se les tacha de ingenuas, tontas y ajenas a la realidad”.
Más recientemente, los partidarios de la Unión Europea, entre los primeros el presidente de Francia, Emmanuel Macron, han expresado su preocupación de que los populistas de Italia hayan atravesado el espejo y puedan plantar la semilla de la destrucción en un bloque que le ha proporcionado a este continente setenta años de paz.
Macron tiene experiencia de primera mano con la nueva lógica política italiana que dicta que arriba es abajo y abajo es arriba. En febrero, Francia retiró a su embajador después de que los dirigentes del Movimiento Cinco Estrellas de Italia fueron a Francia a buscar una alianza política con los manifestantes, a veces violentos, de los “chalecos amarillos” en París.
“Algunos defienden el nacionalismo”, señaló Macron en marzo en una entrevista con Fabio Fazio, un famoso presentador de un programa de entrevistas y uno de los buenistas favoritos de los ataques de Salvini. “Pero combatiré a estas personas con fuerza porque creo que nos harán perder diez o veinte años al hacernos retroceder hacia antiguas divisiones”.
Los partidarios de Salvini, quien alguna vez incluyó al presidente francés en el grupo de los bienhechores, descalificaron la entrevista como una pequeña cumbre de buenistas.
También menospreciaron a más de doscientas mil personas que se manifestaron en marzo en Milán para protestar contra lo que consideraban que eran las políticas racistas del gobierno populista. El encabezado del periódico de tendencia derechista Il Giornale decía: “En Milán, un carnaval de buenistas”.
La palabra buenista debe su gran difusión en las cuentas tóxicas de redes sociales, en las entrevistas políticas y en los discursos de Salvini a un periodo de fuerte polarización e incivilidad.
No obstante, los críticos dicen que, si el Partido de la Liga Norte de Salvini ha convertido el mal en bien, su compañero de coalición, el Movimiento Cinco Estrellas, le ha otorgado a la falta de memoria el nivel de un certificado profesional.
Dicen que la filosofía de los populistas de sacar a los holgazanes de la élite ha creado un gobierno formado por aficionados indefensos que usan su inexperiencia como insignia, y transportaron a Italia a un mundo extraño que pone de cabeza la lógica política.
“Es como si fueran de otro planeta”, comentó Romano Prodi, ex primer ministro de Italia y expresidente de la Comisión Europea, quien es un blanco tradicional del desprecio hacia los buenistas. “Son unos marcianos”.
El fundador del Movimiento Cinco Estrellas, el comediante Beppe Grillo, también ha incursionado en los insultos relacionados con el buenismo. Al igual que la polarización actual, parece que los improperios inversos tienen sus raíces en la época en que Silvio Berlusconi era primer ministro.
En 2002, el comentarista político Luca Sofri, señaló en su blog Wittgenstein que la palabra buonista se había convertido en “una excusa para que los malos fueran malos: si haces el bien, entonces eres un buenista”.
En 2008, La Repubblica, el periódico liberal de Roma, escribió que la centroderecha había redefinido esta palabra positiva como un “sinónimo de blandengue” y que algunos políticos, en especial cuando se trataba del asunto de la migración, espolvoreaban el término por todos lados “como si fuera perejil”.
Pero Salvini ha hecho toda una comida con él.
En julio de 2016, después de comparar a Laura Boldrini, en ese entonces la presidente de la Cámara de Italia, con una muñeca inflable, escribió con la etiqueta #SgonfialaBoldrini (desinflen a Boldrini) que era “una buenista hipócrita y racista contra los italianos”.
En diciembre de 2017, un grupo neonazi de cabezas rapadas con chaquetas negras irrumpieron en una reunión de voluntarios a favor de los migrantes para leer un manifiesto que advertía que los europeos estaban en riesgo de ser “remplazados” por “quienes no son personas”.
Posteriormente, Salvini escribió en Facebook que “para los buenistas” el “problema con Italia son diez tipos de extrema derecha que leyeron un panfleto”. Y dijo que el problema de él era con los inmigrantes ilegales “que pelean, roban, violan y trafican con drogas”.
Sin embargo, existen consecuencias reales al hacer que el bien sea malo y el mal sea bueno, sobre todo la de crear un ambiente más permisivo para tener un comportamiento en verdad malo, incivilizado o incluso violento.
Según la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, la cual monitorea los crímenes de odio, conforme Salvini ha atacado verbalmente cada vez más a los migrantes, más italianos lo han hecho también físicamente. Algunos liberales han adoptado la redefinición como una realidad, y han usado con orgullo camisetas que dicen buonista. No obstante, otros lo ven como un deterioro peligroso de los valores de Italia.
Fazio, el presentador del programa de entrevistas, no quiso hacer comentarios para este artículo. Pero si nos remontamos hasta 2014, él descargó su ira al escuchar el insulto dirigido hacia él. “Ya no puedo escuchar la palabra buonista. Simplemente no puedo hacerlo”, afirmó, añadiendo, en forma nada bondadosa: “Ya me tiene hasta la coronilla”.
En un país como Italia, construido sobre la ira, dijo, “interpretar los buenos modales y la civilidad común y corriente como una conducta buenista es una instigación”.
Gaia Pianigiani colaboró con este reportaje desde Roma y Christopher F. Schuetze, desde Berlín.