“En noviembre, el agua del mar llega hasta los tobillos”, se lamenta Diomedes Fábrega, subdirector de la escuela de Gardi Sugdub en una entrevista al diario El País.
Los habitantes de la Isla Gardi Sugdub (Isla Cangrejo) en San Blas, comarca de Guna Yala han puesto un plan de traslado a tierra firme, luego que el nivel del agua del mar haya subido debido al cambio climático y aunado al hacinamiento.
“En noviembre, el agua del mar llega hasta los tobillos”, se lamenta Diomedes Fábrega, subdirector de la escuela de Gardi Sugdub en una entrevista al diario El País.
El aumento del nivel de los océanos, una de las secuelas del calentamiento global, empieza a cobrarse sus primeras víctimas y los habitantes de este archipiélago son unos de los primeros afectados. Aún quedan años para que las inundaciones y la erosión, agravadas por el deterioro de las barreras coralinas, pasen de una cierta incomodidad durante unos meses a una situación de verdadera emergencia. Pero no muchos. Los habitantes de Gardi han visto las orejas al lobo y ya en 2010, en coordinación con las autoridades nacionales, trazaron planes para poner en marcha una solución: en algún momento del próximo lustro, si no hay más retrasos, la mayor parte de sus habitantes estarán instalados en tierra firme.
Aunque el programa de regreso al continente es voluntario, el escaso relieve de la isla —menos de medio metro por encima del nivel del mar— y su reducido tamaño no deja más salida que huir al istmo. “En otras islas más grandes o en los continentes, la gente todavía tendrá la opción de la migración hacia el interior. Aquí no”, explica Steve Paton, director del Programa de Monitoreo Físico del Instituto Smithsonian.
El abandono del islote también permitiría evitar el hacinamiento de sus habitantes: un breve paseo por su superficie basta para constatar que no cabe ni un alfiler entre casa y casa. Los niños y jóvenes son mayoría bajo el calor húmedo y agobiante de Gardi y la tasa de natalidad no desciende, con hasta cuatro hijos por familia. “El traslado es la única medida posible”, agrega sentado en una hamaca que hace las veces de cama Eustacio Valdés Atahualpa, que regenta una de las pocas tiendas que expende cerveza en la comunidad.