Los niños acompañan a los más de 10.500 migrantes adultos que atravesaron el Darién con la intención de llegar a Estados Unidos o México.
El número de niños migrantes que han cruzado en 2019 la selva panameña del Darién, fronteriza con Colombia, se triplicó respecto a 2018, en una peligrosa e incierta ruta hacia Estados Unidos en la que algunos pierden la vida.
Según datos de Unicef, durante los cinco primeros meses del año, 1.649 niños y adolescentes cruzaron la frontera de 266 kilómetros con Colombia, una ruta de selva virgen con serranías, ríos caudalosos y sin vías de comunicación terrestre.
Esa cifra triplica los 522 menores que cruzaron el Darién en 2018, pese a los peligros de un camino plagado de serpientes venenosas, jaguares, arañas, alacranes, lagartos, abejas africanas y donde también operan algunos grupos criminales.
“Se tiene conocimiento de algunos casos de mujeres embarazadas que han perdido a sus bebés durante la travesía y de niños y niñas que han muerto por crecidas de agua o como consecuencia de naufragios”, dijo a la AFP Javier Córdoba, coordinador de programas de Unicef en Panamá.
Sin embargo, “es difícil contar con el número exacto de niños, niñas y adolescentes que han perdido la vida”, añadió Córdoba.
Los niños acompañan a los más de 10.500 migrantes adultos que atravesaron el Darién con la intención de llegar a Estados Unidos o México.
Según Unicef, los menores son principalmente de padres haitianos, aunque hay un número importante que nacieron en Chile, Brasil o Venezuela. También destacan los nacidos en Congo, Angola y Cuba y, en menor medida, en Guinea, India y Camerún.
– Viaje con amenazas –
Tras la travesía, en ocasiones los niños presentan deshidratación, picaduras de insectos, heridas, diarrea, fiebre, vómitos y enfermedades de la vías respiratorias. La mayoría pasa largo tiempo sin comer durante el trayecto, que recorren en un mínimo de tres días.
Algunos migrantes denuncian haber sido víctimas de robos, violaciones y disparos por parte de grupos organizados.
“Preocupa además que muchos de ellos se encuentran en edades muy tempranas entre los 0 a 5 años, lo cual naturalmente los vuelve más vulnerables frente a las diferentes amenazas a las que se ven expuestos durante su viaje”, indicó Córdoba.
Cuando pasan el Darién, los migrantes terminan en La Peñita, una localidad indígena panameña fronteriza con Colombia, donde se ubica la Estación Temporal de Asistencia Humanitaria (ETAH).
Allí hay más de 300 niños que esperan junto a los adultos ser trasladados a la frontera con Costa Rica para continuar su ruta. Por los alrededores, hay otros 200 menores en camino.
Pese a los esfuerzos del gobierno panameño por darles atención médica, vacunas, alimentos y algunos servicios humanitarios, la situación se ha desbordado en La Peñita.
“La niñez y adolescencia migrante en condición irregular enfrenta riesgos particulares que los hace especialmente vulnerables a convertirse en víctimas de violencia y explotación”, dijo a la AFP Marcelo Pisani, director regional de la Organización Internacional para las Migraciones para Centroamérica, Norteamérica y el Caribe.
“La ausencia de documentos oficiales, el uso de pasos no autorizados, la separación de sus familiares y tutores los hace más susceptibles a sufrir violencia, robos, o a convertirse en víctimas de trata (de personas)”, añadió Pisani.
– Rumbo a EEUU –
El presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, ha reconocido la crisis migratoria, y en la cumbre del Sistema de Integración Centroamericana realizada esta semana en Guatemala manifestó que “30.000 migrantes de Haití y extracontinentales pasarán por el istmo centroamericano camino a Norteamérica”, sin especificar en cuánto tiempo.
Entre las causas del aumento de la migración infantil, los expertos enumeran el engaño de los traficantes de personas, la pobreza, la violencia y la persecución política en sus países de origen.
“Los traficantes de migrantes han popularizado la peligrosa idea de que migrar en grupos familiares aumenta las posibilidades de ser aceptado en sus países de destino”, afirmó Pisani.
“Las condiciones de vida en sus países de origen se han visto recrudecidas a tal nivel que las personas están dispuestas a arriesgar sus vidas en busca de mejores oportunidades, aunque esto implique tomar una serie de riesgos”, dijo Kyunsung Kim, representante de Unicef en Panamá.