DAKAR, Senegal — Hace cinco años, el entonces presidente de Gambia coronó a Fatou Jallow como la ganadora del concurso de belleza más importante del país africano después de dar un sermón dirigido a las participantes: les dijo que no se apresuraran a casarse y más bien usaran la beca del concurso para cumplir sus sueños.
Luego ese presidente, Yahya Jammeh, comenzó a invitar a Jallow, de 18 años, al palacio de gobierno gambiano, donde terminó por pedirle matrimonio a la joven. Ella le dijo que no.
“Creí que era una broma”, dijo Jallow. “Era muy ingenua. No sabía lo cruel que él era”.
Y Jallow dice cuando Jammeh la llamó de nuevo para que fuera al palacio, para lo que ella creyó era un evento del Ramadán, la violó.
“Me di cuenta de que esa iba a ser mi nueva identidad”, comentó. “La chica a la que el presidente iba a llamar, mandar a recoger y violar. Todo lo que yo quería ser, todo el potencial y las razones por las que fui a ese concurso: todo quedó en la basura”.
Durante sus veintidós años en el poder, Jammeh gobernó Gambia, un pequeño país del oeste de África con dos millones de habitantes, por medio del terror. Las personas a quienes consideraba enemigas eran torturadas y asesinadas. Manifestantes y periodistas eran encarcelados y golpeados; muchos desaparecieron. Su escuadrón de la muerte fue acusado de acribillar a decenas de migrantes que trataban de zarpar a Europa, de acuerdo con un sobreviviente de la masacre. Sometió a pacientes con VIH y con sida a lo que, según él, era una cura milagrosa experimental: una poción corporal con hierbas y plátano. Algunos murieron.
Jammeh, de 54 años, nunca ha rendido cuentas por ninguno de estos crímenes. Los líderes de África del oeste permitieron que escapara a Guinea Ecuatorial en 2017, después de que perdió una elección cuyos resultados se negó a aceptar durante seis semanas. Se llevó consigo dos Rolls Royce y un Mercedes Benz y desde entonces ha aparecido en videos de redes sociales mientras festeja con una torta de cumpleaños y bebiendo champaña.
Ahora los defensores de los derechos humanos están recolectando reportes de primera mano de los muchos abusos para que puedan llevarlo a juicio. Cuando Jallow, conocida en Gambia como Toufah, compartió su historia en esta entrevista se convirtió en la primera en acusar públicamente al expresidente de abuso sexual. Su denuncia, hecha pública el 25 de junio, ya llevó al ministro actual de Justicia a pedirles a otras mujeres que hayan sido afectadas por violencia sexual de Jammeh que compartan su historia.
Gambia justamente está en el proceso de buscar la rendición de cuentas respecto al terrible legado del régimen de Jammeh: el presidente actual, Adama Barrow, estableció una Comisión de la Verdad, Reconciliación y para las Reparaciones que ha empezado a recopilar testimonios de víctimas de varios abusos y hasta de soldados del gobierno acusados de matanzas.
“Esta es solo una de muchas atrocidades”, dijo sobre la denuncia de Jallow el abogado Reed Brody, que trabaja con Human Rights Watch y está encabezando una iniciativa para que se procese penalmente a Jammeh. Brody también fue parte del equipo que impulsó un caso contra el dictador chadiano Hissène Habré, quien fue condenado en 2016 de haber cometido crímenes contra la humanidad. “El panorama que debemos considerar es saber si este tipo se saldrá con la suya o si podemos hacer que rinda cuentas por todas las fechorías que cometió”, añadió Brody.
Jammeh no respondió a los intentos para comunicarse con él mediante funcionarios del gobierno en Guinea Ecuatorial o por medio de sus simpatizantes en Gambia, donde aún tiene seguidores. Uno se rehusó a solicitar su respuesta a las acusaciones de Jallow, pues dijo que hacerle una pregunta como esa sería “la peor falta de respeto” a “un personaje como él”.
El proceso de reconciliación de Gambia ha puesto especial atención a las mujeres que soportaron golpizas o violencia sexual por parte de agentes de seguridad de Jammeh o que fueron dejadas en la pobreza después de que encarcelaron a sus esposos. En 2018, se realizaron audiencias privadas, solo por y para mujeres, para reunir a las víctimas con tal de que compartieran en ese espacio sus experiencias traumáticas y se sintieran animadas a alzar la voz.
Fatou Jallow, ahora de 23 años, recibió asilo en Canadá en 2015, y está programado que testifique ante la comisión durante las audiencias en torno a la violencia sexual a finales de este año.
“Parte de lo que hizo fue someterme y silenciarme”, dijo Jallow en una entrevista. “Quiero que me escuche claro y fuerte. No puede sepultar lo que hizo”.
Hace cinco años, cuando Jammeh llamó por primera vez a Jallow al palacio presidencial, era una adolescente inconsciente de la escala de las acusaciones en contra del presidente.
“Para saber información como esa, debías estar conectado a internet”, dijo. “Yo ni siquiera tenía un celular durante gran parte de mis años en el colegio. No sabía mucho de política cuando era adolescente”.
Jammeh le había dicho que quería hablar sobre el proyecto del concurso de belleza que ella estaba planeando, un programa de teatro para estudiantes con el cual ayudar a eliminar la pobreza. Después Jammeh le ofreció un empleo como una de sus oficiales de protocolo, que realizaban labores de secretaria en la casa presidencial. Jallow le dijo que tan solo tenía 18 años y no se sentía calificada para trabajar en la oficina de un presidente.
Más tarde surgieron reportes en los medios de la diáspora gambiana acerca de que Jammeh había estado usando a sus “chicas de protocolo” para favores sexuales.
Los defensores de Human Rights Watch y Trial International, un grupo que apoya a las víctimas de crímenes, registraron el testimonio de dos exoficiales de protocolo que dijeron que tener sexo con el presidente había sido parte de realizar el trabajo. Una mujer, que no quiso ser identificada por temor a las represalias de los simpatizantes de Jammeh, dijo en su testimonio que cuando tenía 23 años, le dieron efectivo y regalos para tener sexo con él y que el mandatario le dijo que, si se rehusaba, eliminaría el apoyo financiero que le estaba dando a su familia.
Jallow dijo que, después de su primera reunión con Jammeh, él gestionó que fueran funcionarios de la empresa pública de servicios de agua para instalar por primera vez plomería en la casa familiar de la joven. Luego llegaron muebles y doctores para los familiares enfermos.
Pronto sucedieron las órdenes para que Jallow acudiera al palacio presidencial y en los medios de Gambia hasta se reportaban “rumores de que estaban saliendo”. En una de las reuniones, Jammeh, quien estaba casado, le pidió a Jallow que se casara con él; ella respondió que quería seguir estudiando antes de pensar en el matrimonio.
Y poco después llegó otra orden de presentarse en el palacio, para lo que Jallow creyó era un evento del concurso de belleza con otras participantes para una festividad en el marco del Ramadán. Le dijeron que llevara su corona. Se puso un vestido musulmán tradicional y entró al auto que le enviaron.
Jallow dijo que cuando llegaron al palacio, el conductor pasó de largo el jardín donde se llevaban a cabo las actividades del Ramadán. La dejó en la residencia del presidente, donde le dijeron que esperara mientras un guardia de seguridad tomaba su bolso y su celular.
Unos cuantos minutos después, llegó Jammeh, vestido con los pantalones de vestir y una camiseta que usan los hombres debajo de las túnicas tradicionales.
“Mis entrañas literalmente se retorcieron” cuando lo vi con esa ropa interior, dijo Jallow.
Dijo que la saludó de manera tosca y le dijo: “Ya sabes que ninguna mujer me ha rechazado jamás”.
Jallow dijo que Jammeh la tomó de la mano y la llevó a una habitación contigua, donde había una cama. La empujó a una silla, contó la joven, y comenzó a sermonearla acerca de lo irrespetuosa que era. Comenzó a arrancarle su abaya y ella comenzó a llorar.
La joven dijo que después el entonces presidente le levantó lo que quedaba de su vestido y sacó una jeringa de su bolsillo, que él le inyectó en el brazo. Jallow comentó que él estaba muy sudoroso cuando la empujó de modo que ella estaba de rodillas y que le frotó sus genitales en su rostro.
Dijo que después el presidente la empujó bocabajo en la cama y la sodomizó. En ese momento, ella se desmayó. Cuando despertó, dijo que encontró sus mallas en el piso y a Jammeh sentado en una silla en la esquina.
“Literalmente salí tropezándome de ahí”, dijo. La subieron al mismo auto que la había llevado.
Jallow dijo que estaba demasiado aterrada para decírselo a sus padres o a cualquier otra persona.
Casi cinco días después, Jallow dijo que se puso un velo —de modo que solo se veían sus ojos— tomó dinero de su madre y anunció que iba al mercado a comprar provisiones. En lugar de eso, escapó por la frontera hacia Senegal para llegar a Dakar, la capital. Ahí contactó a grupos de ayuda humanitaria; el representante del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en Senegal rechazó dar detalles, pero ante las preguntas confirmó que a Jallow le recomendaron solicitar asilo en Canadá.
La joven gambiana ahora está en terapia y estudiando en la universidad para volverse trabajadora social, inspirada por las personas que la ayudaron en Canadá. Para pagar su educación, está trabajando como agente de servicio al cliente en una empresa telefónica en Toronto. Es voluntaria en un refugio para mujeres una vez al mes.
“Ya no temo hablar”, dijo. “Al final el silencio es tan incómodo y más dañino que las consecuencias de hablar”.