La ONU organiza este sábado el día internacional de las personas con discapacidad, uno de cuyos objetivos es la mejora de su acceso a la vida en sociedad. En Bosnia, donde cerca del 10% de la población presenta alguna discapacidad, el camino por recorrer es largo
Pese a haber nacido sin brazos, encadena largos en la piscina olímpica de Sarajevo. Ismail Zulfic, de seis años, aprendió a nadar gracias a su entrenador, que con escasos medios desafía la falta de apoyo público a los discapacitados en Bosnia.
La ONU organiza este sábado el día internacional de los discapacitados, uno de cuyos objetivos es la mejora de su acceso a la vida en sociedad. En Bosnia, donde cerca del 10% de la población presenta alguna discapacidad, el camino por recorrer es largo.
Tres veces a la semana, los padres de Ismail se desplazan desde la ciudad industrial de Zenica, a 70 kilómetros de la capital. Un esfuerzo económico considerable para este obrero y su esposa en paro.
Su hijo percibe 400 marcos (200 euros) al mes del Estado, lo que supone la mitad de un salario medio en Bosnia. Una suma insuficiente según ellos para la compra de material médico y el pago de la asistencia.
Pero Ismail ya nada solo, gracias a su entrenador, Amel Kapo, de 30 años, y a un puñado de voluntarios, estudiantes en Sarajevo.
Siete chicas y chicos hacen largos en la piscina junto a Ismail. Son los jóvenes nadadores del Spid, el único club de natación para discapacitados en Bosnia.
Entrenador de natación, Amel Kapo creó en febrero un club para ellos, convencido de que nadie rechazaría apoyar ese proyecto, y menos las autoridades. Pero se equivocó. Sólo recibió 1.000 euros del ministerio de Cultura, única subvención de los poderes públicos.
La escuela es gratuita, pero la factura mensual por el uso de la piscina asciende a 650 euros. Una suma sufragada por dos empresas, una de telecomunicaciones, y otra farmacéutica.
Amel Kapo y otros tres ayudantes entrenan a los niños mientras los padres toman un café o siguen sus evoluciones desde las tribunas. “Nos hemos convertido en una familia”, se felicita Amel Kapo.
Él mismo contactó con los padres de Ismail luego de verlo en un concurso fotográfico. Y como él otros 50 niños más de todo el país.
Sueño paralímpico
Bosnia cuenta según un censo reciente con 300.000 personas consideradas discapacitadas en una población de 3,5 millones de habitantes, 84.000 de ellos veteranos de la guerra de los Balcanes 1992-1995.
Las ayudas sociales suponen un alto porcentaje en el presupuesto del país, en el que cerca de la mitad de la población activa está en el paro. Pero los excombatientes gozan de privilegios.
Según Zarko Papic, presidente de la Fundación para la inclusión social, la pensión de un discapacitado civil de primera categoría se eleva a 200 euros, a 650 euros para víctima civil de la guerra, y a 950 euros para un exsoldado.
“Se trata de una discriminación sistemática, establecida por la legislación (…) Con una violación tan grave de los derechos humanos, Bosnia no podrá entrar en la Unión Europea”, afirma Papic.
Saliha Djuderija, responsable del ministerio de Derechos Humanos, admite que una reforma es indispensable. Pero un reparto más igualitario de los fondos encuentra la obstrucción en un país en el que los veteranos de guerra tienen un gran peso político.
“Las personas discapacitadas son la población más expuesta a las diversas formas de exclusión”, reconoce Saliha Djuderija, aunque el país ratificó en 2010 la Convención de la ONU sobre los discapacitados que prohíbe toda discriminación por incapacidad.
“El Estado es como es, pero yo soy un padre orgulloso”, proclama al borde de la piscina el padre de Ismail, Ismet, de 32 años, cuyo hijo es más tímido a la hora de expresarse. En los Juegos Paralímpicos de Rio, Bosnia sólo envió un equipo de voleibol y dos lanzadores de peso. Pero Ismet Zulfic cree en el futuro: “Este país irá mejor un día y nuestro hijo defenderá sus colores”.