El asesor de Barack Obama adelantó algunos detalles sobre el mensaje que dará el mandatario, a un mes y medio de dejar la Casa Blanca. La intervención contempla un balance de su gestión en relación a la lucha anti-terrorista
Barack Obama expone este martes por última vez su visión de la lucha anti-terrorista en el mundo, en un discurso que es también un mensaje a su reemplazante, Donald Trump, quien hasta ahora se ha mostrado evasivo sobre su estrategia, en particular frente al grupo Estado Islámico.
Desde la base aérea MacDill (Tampa, Florida), sede del comando de las fuerzas especiales, pero también de las fuerzas en Medio Oriente (Centcom), el presidente estadounidense expondrá, cuando falta un mes y medio para su partida, el balance de sus dos mandatos desde Afganistán a Irak pasando por Siria.
Dese su voluntad -contrariada- de cerrar la prisión de Guantánamo hasta su oposición a la tortura, abordará numerosos temas sobre los desacuerdos con su sucesor republicano que emergieron crudamente durante la campaña electoral.
El presidente que ordenó la exitosa operación contra el jefe de Al Qaida, Osama bin Laden, en 2011, pretende en primer lugar poner de relieve “la complejidad” de la lucha anti-terrorista, explicó su asesor Ben Rhodes.
“Son cosas que solo se pueden entender si se es presidente”, explicó, e hizo referencia a la necesidad de apreciar con precisión la amenaza, de tener sólidas relaciones con los aliados e incluso de acompañar la acción militar con opciones diplomáticas claras a mediano plazo.
El asesor evocó el rechazo de Obama, desde que llegó al poder en 2009, a la tortura a la que recurrió la CIA después del 11 de septiembre de 2001 con los prisioneros sospechosos de estar vinculados a Al Qaida.
Donald Trump causó durante la campaña vivos debates, incluso, en el seno de su Partido Republicano, al declararse favorable a recurrir al ahogamiento controlado (método conocido como ‘submarino’), consistente en sumergir por la fuerza en un recipiente con líquido la cabeza de un prisionero.
Barack Obama insistió en varias ocasiones en que esos métodos de interrogatorio eran, además de ineficaces, contrarios a los valores políticos democráticos y habían “erosionado la reputación de Estados Unidos en el mundo”.