La selva amazónica brasileña, “pulmón del planeta”, corre el riesgo de perder a su protector internacional más generoso, Noruega, que se muestra inquieta por su deforestación
Noruega, que debe su prosperidad a la producción de hidrocarburos, aportó hasta el momento 1.100 millones de dólares al fondo de protección de la selva amazónica creado por Brasil en 2008 para luchar contra la deforestación, uno de los factores que influyen en el calentamiento global.
El aporte anual de Noruega fluctúa en función del ritmo de deforestación comparado al promedio observado en la década anterior, según un método de cálculo establecido por las propias autoridades brasileñas.
Tras algunos progresos notorios, la deforestación se aceleró en los dos últimos años en Brasil y aumentó un 24% en 2015 y un 29% en 2016, según datos oficiales de observación por satélite.
En 2016, casi 8.000 km2 de selva -el equivalente de la superficie de la Ciudad de México- desaparecieron debido a la actividad ganadera y agrícola.
Durante varios años, el aporte noruego fue de unos 1.000 millones de coronas (unos 118 millones de dólares al cambio actual) anuales.
Pero en 2016 se redujo a 850 millones de coronas y este año el recorte será aún mayor, avisó Helgesen.
En una carta enviada este mes a su homólogo brasileño José Sarney Filho, Helgesen advirtió que en el caso de una nueva aceleración de la deforestación, “incluso modesta”, el aporte noruego podría caer a cero.
Temer, que fue recibido con pequeñas manifestaciones, alegó que vetó en dos ocasiones medidas que habrían reducido en unas 600.000 hectáreas las zonas de protección de la selva amazónica.
Para Greenpeace, se trata de simples maniobras destinadas a salvar las apariencias. La organización de defensa del medioambiente teme que el contenido de estas medidas se retome en un próximo proyecto de ley.