La cita olímpica de Barcelona 1992 trajo infraestructuras y sobre todo una visibilidad planetaria a una ciudad que ahora es una de las más visitadas de Europa. España logra en esa ocasión 22 medallas y por ello la cita olímpica es recordada 25 años después
Barcelona recordó este martes los 25 años de los Juegos Olímpicos de 1992, una cita que lanzó la edad de oro del deporte español y ahora se recuerda en un clima enrarecido por el desafío independentista catalán y la corrupción en el fútbol.
El rey Felipe VI y el presidente regional catalán Carles Puigdemont, decidido a organizar un referendo de secesión el 1 de octubre y a crear una república independiente si gana, coincidieron para la ocasión en un acto en el que hicieron referencias veladas a la crisis abierta por el independentismo.
El monarca, abanderado del equipo español en 1992, afirmó en catalán que aquella cita ilustra “los grandes éxitos que podemos conseguir cuando trabajamos juntos y en la misma dirección”.
Los exitosos Juegos, añadió, fueron “producto del esfuerzo, la generosidad, la solidaridad y el compromiso de todos” en torno a “un proyecto que contó con la colaboración de todas las administraciones”.
Poco antes, Puigdemont dijo que los Juegos reflejaron “la forma de ser y de actuar de Cataluña y su gente, acogedora, emprendedora, ilusionada, que siempre ha apostado por el multilateralismo y los principios que la fundamentan: el respeto, el diálogo y el pacto”.
Una mención diplomática al conflicto frontal entre su gobierno independentista y el ejecutivo central español, que tacha de anticonstitucional el referendo anunciado por Puigdemont y asegura que éste no se producirá.
– Corrupción en el deporte –
El primero de los dos actos en los que coincidieron Felipe VI y Puigdemont este martes tuvo lugar en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat del Vallès, creado hace 30 años cerca de Barcelona para formar a deportistas de élite.
Dicho centro simboliza los esfuerzos de los poderes públicos españoles en el mundo del deporte, hasta hacer del país una potencia mundial gracias a sus numerosos éxitos en el fútbol, el tenis, el ciclismo, el baloncesto, el waterpolo o la natación.
Con las 22 medallas logradas, un récord para España, Barcelona-92 fue “uno de los momentos sublimes de nuestra historia deportiva”, “un antes y un después”, afirmó en ese sentido el presidente del Consejo Superior de Deportes (CSD), José Ramón Lete.
La cita olímpica trajo infraestructuras y sobre todo una visibilidad planetaria a una ciudad que ahora es una de las más visitadas de Europa. Y junto con la Exposición Universal de Sevilla y la capitalidad europea de la Cultura de Madrid, marcó el regreso de España a la modernidad, 17 años después de muerte del dictador Francisco Franco.
Sin embargo, mucho ha cambiado la escena política y deportiva desde las imágenes del rey Juan Carlos I inaugurando los Juegos con el entonces alcalde de Barcelona, el socialista Pasqual Maragall (aquejado de Alzheimer desde hace años) y el presidente regional catalán Jordi Pujol, procesado junto con su mujer y varios de sus hijos por presunto blanqueo.
A nivel político, el enrarecimiento generado por el desafío soberanista catalán se ha extendido al deporte. Un ejemplo elocuente es el del entrenador del Mánchester City Pep Guardiola, que con la selección española se colgó aquel año la medalla de oro y ahora es un defensor abierto del independentismo.
Por su lado, el F.C. Barcelona ha venido defendiendo la celebración de un referéndum de independencia pactado con Madrid.
El deporte español tampoco se ha visto a salvo de la corrupción que en la última década ha gangrenado la clase política: este mismo martes por la tarde, el CSD suspendió cautelarmente y por un año al presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Ángel Villar.
Éste fue encarcelado la semana pasada y acusado junto con su hijo Gorka de haberse lucrado aprovechándose de la selección, campeona del mundo en 2010 y de Europa en 2008 y 2012.