“Aquí nos vino la pura desgracia, nos quedamos sin peces”, dice con angustia José Alfonso Polanco, un poblador de la aldea hondureña de Piñuelas, al mostrar la muerte masiva de especies en el río Lempa, que recorre Guatemala, Honduras y El Salvador
Sentado en una piedra a la orilla del río, Polanco, un agricultor de piel trigueña de 85 años, dice que nunca se imagino que presenciaría el fin de especies como el guapote, el tepemechín, el sábalo, el camarón y el cangrejo en el río.
Ambientalistas responsabilizan a los beneficios de café de la ciudad guatemalteca de Esquipulas, que lanzan sus aguas residuales al Lempa. La tragedia ecológica se hizo más evidente una semana atrás.
“Antes, en menos de media hora teníamos pescado para comer con mi esposa y mis ocho hijos, hoy todo el día se puede perder y no se agarra nada porque los peces están muertos”, resume Polanco.
Se trata de un “ecocidio”, denuncia Héctor Aguirre, director de la Mancomunidad Trinacional Río Lempa, el principal ente autónomo que gestiona el río y que, junto a las autoridades de medio centenar de municipios de los tres países, lucha por mitigar la contaminación del estratégico afluente.
“Hago un urgente llamado a los ministros de Medio Ambiente de los tres países para que detengan este ecocidio”, manifestó Aguirre.
“Estamos nuevamente tristes y a la vez nos sentimos impotentes”, confiesa Edwin Padilla, de 29 años, un pequeño agricultor de Piñuelas que actúa como observador ambiental.
Al igual que Aguirre, Padilla pide a las autoridades que “no miren como poco lo que está sucediendo en el río Lempa, porque de él nos mantenemos muchas familias”.