El pasado mes de octubre, Panamá logró el pase a su primer Mundial de fútbol en el último suspiro, de la misma manera que cuatro años antes quedó apeada en un final dramático contra Estados Unidos, dos muestras de que en el deporte se puede pasar del infierno a la gloria o al revés en un instante
El país centroamericano está enloquecido con la presencia de su Sele en el primer mundial de su historia, pero en 2013 el país vivió el sentimiento contrario, el de tener la sensación de haber quedado huérfano de manera cruel y sorpresiva.
“Es un día que no olvidaremos jamás”, admite el capitán Felipe Baloy al recordar aquel 15 de octubre de 2013, cuando Panamá se jugaba ante Estados Unidos en el Estadio Rommel Fernández la posibilidad de jugar el repechaje, un objetivo que parecía tener al alcance al ganar a los estadounidenses por 2-1 en el minuto 91.
Sin embargo, dos minutos después, los estadounidenses le habían dado la vuelta al marcador (2-3) y el sueño mundialista se había evaporado para los panameños.
El entonces seleccionador, Julio Dely Valdés, admite que “fue un fracaso no conseguir el objetivo, pero no un fracaso el proceso para llegar donde se llegó”.
“Ese día a Panamá le pasó lo que le tenía que pasar ¿Por qué? ¿Para aprender? Tal vez”, añade el considerado el mejor futbolista de la historia de su país.
El actual seleccionador, el colombiano Hernán Darío ‘Bolillo’ Gómez, “fue muy inteligente al reconocer nuestro trabajo y utilizar aquel duro momento para unir aún más al grupo”, destaca Dely Valdés.
“Fue un golpe muy duro para todos, pero creo que nos hizo madurar y esta vez estábamos más preparados”, aseguraba recientemente Gabriel ‘Gavilán’ Gómez en una entrevista en su país.
Cuatro años después, Panamá vivió la otra cara de la moneda. A dos minutos para el final del último partido clasificatorio contra Costa Rica, la Sele empataba a uno contra los Ticos, un resultado que les dejaba de nuevo fuera del Mundial.
El gol de Román Torres en el minuto 88 dio al fin el boleto mundialista a los panameños.