Las estrellas fugaces de las Perseidas alcanzarán su máxima intensidad las noches del 11, 12 y 13 de agosto. Se podrán observar entre 50 a 100 estrellas por hora.
El mejor momento para observar las Perseidas ocurrirá a partir de la medianoche, sobre todo la del domingo al lunes, explicó Miquel Serra-Ricart, astrónomo del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), en España.
¿Qué veremos? En ese momento, observaremos una especie de sutil lluvia de partículas en la bóveda celeste.
Irán apareciendo pequeñas y efímeras estelas luminosas, generalmente de colores verdosos y brillantes, que se verán cada ciertos minutos.
Algunas serán más largas y gruesas que otras, pero en general serán trazos finos que aparecerán en cualquier lugar del cielo, generalmente apuntando a un origen común (la constelación de Perseo). Si tenemos mucha suerte, podremos ver estelas muy gruesas que producen una pequeña esfera luminosa, y que se llaman bólidos.
En ocasiones muy especiales, una estela podrá atravesar prácticamente todo el cielo. Además de las Perseidas, veremos estrellas fugaces cotidianas (cada día caen en la tierra alrededor de 100 toneladas de polvo desde el espacio) y algunas que forman parte de la lluvia de estrellas de las Delta Acuáridas.
Para observar las Perseidas, Serra-Ricart recomienda «alejarse de las ciudades para evitar la contaminación lumínica» y sencillamente mirar el cielo sin usar ningún instrumento, como prismáticos o telescopios, ya que las Perseidas «son un fenómeno global que puede aparecer en cualquier lugar del cielo». Además, es preferible observar el cielo desde un lugar que tenga pocos obstáculos para la vista, como edificios, árboles o montañas.
¿Dónde buscarlas?
Conviene dirigir la mirada hacia las zonas más oscuras, en la dirección opuesta a la posición de la Luna si la observación se realiza antes de su ocaso. Lo más cómodo es tumbarse y esperar a que la vista se acostumbre a la oscuridad. Aunque pueden aparecer en cualquier lugar, un buen punto donde tratar de verlas es en la constelación de la Osa Mayor o El Carro.
Si las Perseidas tienen este nombre es porque esta lluvia de estrellas tiene su radiante, el punto del cielo del que parecen provenir, en la constelación de Perseo. Esta constelación estará al noreste, cerca de las constelaciones de Andrómeda y Casiopea, pero Serra-Ricart ha recomendado no mirar en esa dirección. El motivo es que las estelas en ese lugar serán muy cortas o aparecerán como un punto, mientras que en otros lugares más alejados, las estelas serán más alargadas.
Granos de arena incandescentes
La lluvia de estrellas de las Perseidas ocurre cada año el 12 de agosto cuando el planeta atraviesa un campo de polvo y partículas dejado atrás por el Swift-Tuttle, un cometa de 24 kilómetros de diámetro que pasó por las cercanías en el año 1992 y que no volverá hasta 2126.
Según ha explicado Rene Duffard, este cometa crea un «tubo de polvo cometario» que se asemeja al «polvo levantado por un coche en un camino». Año a año, según este astrónomo, la Tierra atraviesa esa nube de polvo y va topándose con algunas partículas.
Curiosamente, la proximidad del máximo de la lluvia de meteoros al 10 de agosto, día de la festividad del mártir español San Lorenzo, hace que las Perseidas sean conocidas también como Lágrimas de San Lorenzo.
A pesar del nombre, las estrellas fugaces no son estrellas moviéndose por el cielo. Son partículas, normalmente del tamaño de un grano de arena, con las que se topa la Tierra y que entran en la atmósfera a altas velocidades, que pueden estar entre los 10 y los 50 kilómetros por segundo, según Serra-Ricart. Estas velocidades son tan altas que la fricción las calienta lo suficiente como para desintegrarlas y emitir luz. Por tanto, la lluvia de estrellas de las Perseidas no está compuesta de estrellas, sino de partículas de polvo incandescentes.
Estas partículas entran con distintos ángulos, tienen distinta masa y provienen de puntos diferentes, de forma que generan una colección muy variada de meteoros o estelas luminosas. En general, serán de colores verdosos brillantes. Normalmente, las estelas luminosas aparecen a 80 a 100 kilómetros de altura, en el punto donde la atmófera se hace más densa y provoca la suficiente fricción sobre estas partículas.