Después de años de caídas, las ventas de coches diésel se estabilizaron en Europa durante los últimos meses gracias a los vehículos de empresa, pero el futuro de esta tecnología caída en desgracia es poco prometedor.
“Hoy nos encontramos probablemente con un fenómeno de estancamiento”, constata Guillaume Crunelle, responsable del automóvil en la consultora Deloitte. Los particulares son reacios a comprar coches diésel (menos de la mitad del mercado de autos nuevos) pero las empresas continúan apostando por ellos.
“El índice de coches diésel en los parques de empresas sigue siendo de alrededor del 80%”, afirma el experto. “La bajada continuará pero hay que encontrar soluciones alternativas, económicamente razonables, para los gestores de flota”, cuyo principal criterio de compra sigue siendo el costo global.
Los modelos híbridos gasolina-eléctricos o eléctricos al 100% acabarán imponiéndose pero todavía no son lo bastante competitivos para un uso profesional.
Los motores diésel conservan ventajas con relación a los de gasolina. Consumen menos combustible y emiten menos CO2. La diferencia es notoria en los vehículos grandes que recorren distancias largas.
El problema de las emisiones de dióxido de carbono y de partículas finas se ha resuelto en parte con versiones que respetan las últimas normas europeas.
“La caída rápida del diésel parece interrumpida. Su parte de mercado se mantiene en torno al 36% en Europa desde el mes de marzo (contra 50% hace tres años). Es probable que la conserve durante los próximos meses porque al fin y al cabo es una elección válida para muchos conductores”, estima Felipe Munoz, analista automóvil de Jato Dynamics.
A más largo plazo la caída parece inexorable. Por culpa del escándalo Volkswagen en 2015 el diésel perdió la batalla de la imagen, así como la confianza de los consumidores y de los reguladores.