Ebrahim Asvat
Para entender esta bitácora hay que leer la anterior. En ella señalaba que el problema de la corrupción radicaba en ese 80% de la población honesta de nuestro país que se ve tentada a sustraer los bienes públicos por falta de controles y supervisión. La honestidad es un valor en la sociedad. El hombre primitivo por su propia naturaleza y en un contorno adverso y agresivo siempre ha utilizado todos sus recursos para sobrevivir. Llevamos en nuestro ADN las semillas del egoísmo, la preferencia por nuestra conservación y la de los nuestros y el poco valor por la suerte del ajeno. Esas condiciones cambian cuando el hombre aprende a vivir en sociedad. La confianza se hace necesaria para cumplir todas las tareas necesarias y poder prosperar. La honestidad se hace necesaria para salvaguardar los bienes propios como ajenos. Y más aún los bienes públicos o de todos. Para ello las sociedades han tenido que establecer reglas. Son reglas saludables para la convivencia humana y el sano desarrollo de la sociedad. Al templar estas reglas o descuidarlas le damos cabida a la corrupción. La corrupción es una especie de proceso de descomposición. Tentar a la población con reglas de convivencia humana que se desnaturalizan o se flexibilizan promueve la corrupción política. Este mal no es de una clase social determinada. Afecta a todos. Lamentablemente en nuestra sociedad pareciera que la corrupción es un tema clasista por la forma como se ventila en los espacios públicos especialmente por los medios escritos y televisivos. Hoy son los diputados, en otras ocasiones los sin apellidos de abolengo. Todo el malestar se focaliza hacia estos seres o grupos para esconder la corrupción de otro sector relevante de la sociedad y con mayor responsabilidad en el tema. En Panamá hay una corrupción mucho más sofisticada, ajena al conocimiento público y que se ventila en las direcciones de bancos estatales, instituciones públicas donde se salvaguardan intereses particulares. Está conformada por gente de alcurnia, representativa de los valores tradicionales nacionales y que están fuera del radar de los medios de comunicación en una forma intencional y privilegiada. De esos nadie discutirá su derecho de pernada sobre el erario público. Con el grado de sofisticación de la economía es interesante ver como el sector financiero estatal privilegia unos títulos valores sobre otros. Como se otorgan préstamos para salvaguardar insolvencias, facilitar negocios, acceder a la discrecionalidad del Presidente. Hay tanto que hablar de esa otra realidad corrupta escondida en supuestos valores cívicos y morales que se explayan tanto en clubes cívicos como en ese otro club social donde se cobijan en un contubernio de intereses mutuos.
Excelente
Mejor explicado se dañaria.
Excelente intervención, y uno de estos mal llamados grupos, asociaciones etc son por ejemplo: El defensor del pueblo y los que dicen representar a la sociedad civil porque que yo sepa nadie ha solicitado ser mi representante.