Pretendido como un mecanismo para solucionar un problema, cuando es aterrizado en las realidades de los pueblos, parece que la propuesta está muy lejos de traer entendimientos
Una semana después de firmar el Pacto Migratorio de la ONU el primer ministro de Bélgica fue forzado a renunciar tras la tormenta política que se desaró por su decisión de apoyar el acuerdo que a la luz de la sociedad belga, es una puerta abierta a graves problemas.
La firma del pacto le costó a Charles Michel, ahora exprimer ministro, el apoyo del partido NVA el más votado en las elecciones de 2014 y que con esta decisión provocó la caída del gobierno. Michel había pedido a los parlamentarios formar una “coalición de buena voluntad”, para trabajar sobre tres temas específicos: poder adquisitivo, clima y seguridad. La intención era darle continuidad a su gobierno hasta el 26 de mayo, fecha prevista inicialmente para las próximas elecciones federales. Sin embargo, su propuesta no fue suficiente para convencer a la oposición.
Otros países que decidieron no apoyar el Pacto se encuentran varios europeos como Austria, República Checa, Hungría, Letonia, Polonia y Eslovaquia. También lo rechazaron Estados Unidos, Australia y Chile. Precisamente en Bruselas se registraron protestas en las que, según la policía de la ciudad, participaron unas 5.500 personas y se registraron algunos hechos violentos.
¿Será el rechazo de los belgas un reflejo del sentimiento en las sociedades hacia lo que perciben como una medida que promueve la inmigración ilegal? Hay expertos que lo consideran sin lugar a dudas.
En Panamá el abogado Ebrahim Asvat, ex director de la Policía Nacional, lo ha planteado en su columna la Bitácora, publicada en En Segundos. Para el jurista la disconformidad empieza por el divorcio de la idea con el sentir las sociedades, “las leyes deben ser redactadas por los verdaderos representantes del pueblo panameño elegidos por el voto popular y no por burócratas acomodados en organismos internacionales que quieren decidir por el pueblo panameño la forma como debemos gobernarnos”, explica Asvat.
Según dice el abogado en su columna el pacto “busca un marco regulatorio donde se le impondrán a los países la forma como deben conducir su política migratoria y su primordial interés es beneficiar a los migrantes y la movilidad humana sin tomar en consideración los intereses vitales de cada país”.
Para entender los efectos de una decisión como esta, solo se puede esperar, el problema es que cuando lleguen las respuestas será muy dificil corregir lo que pueda resultar una mala decisión.